¿Por qué borrar los correos de Isabel de Llano? Nos escribíamos muy seguido, sobre todo últimamente porque comentábamos acerca del estado de salud de ambas. De alguna manera compartíamos enfermedades similares: ella padecía cáncer renal, y yo, su tía, un tumor neuroendócrino del hígado. Gracias a los chats nos estuvimos acompañando con mucho cariño, a lo largo de mucho tiempo. A pesar de una enfermedad diagnosticada hace nueve años, lapso en el cual Eduardo, su marido, y sus tres hijos, no se despegaban de ella para nada. Jamás estuvo sola, incluso le adaptaron una habitación especial que semejaba a un cuarto de hospital. Allí recibía un torrente de visitas Isabel, sus amigas de toda la vida y sus familiares. Todo el mundo la quería porque Isabel, a pesar de su estado, ayudaba a todo el mundo. Ella estaba en todo. De allí que cada semana, invariablemente, le mandaba por Whats todos mis textos, mismos que me comentaba con interés y siempre con humor, que le era característico. Otra de las cosas que compartíamos en tono de ironía era nuestro disgusto por la 4T, Trump, Andrés Manuel López Obrador, “ese ha sido el sexenio de las mentiras”, y Beatriz Gutiérrez Müller: “Increíble cómo la gente olvida el cero apoyo que les dio a los niños con cáncer y ahora la apoyan”, me escribió a raíz de la publicación de su libro Feminismo silencioso. Isabel tenía muchos intereses de todo tipo. Ella quería que ganaran Kamala Harris y Xóchitl Gálvez. Le encantaba, desde que era chiquita, la música de Joan Manuel Serrat. Las dos estábamos tristísimas por la muerte de Alain Delon, “uno de los hombres más guapos del mundo”, me escribió.
Isabel de Llano era hija de don Luis de Llano Palmer y de la actriz española María Rivas. Isabel admiraba muchísimo a su padre, legionario de la radio y de la televisión mexicana, porque, según ella, “era un hombre muy audaz”, culto, divertido y muy platicador. Don Luis, designado Caballero de las Artes y Letras de Francia (1983) y a quien se le otorgara asimismo la Legión de Honor (1982), murió a los 94. Físicamente, Isabel era muy guapa, se parecía a su madre María Rivas, aunque nunca le dio por el teatro ni por el cine. Algo que la hacía muy singular era su familia, era media hermana de Julissa y de Luis de Llano Jr., hijos de Rita Macedo, y muy cercana a Cecilia Fuentes, hija de Carlos Fuentes; por eso estaba enterada de tantas cosas, su memoria era muy selectiva. Su nostalgia y la mía también coincidían en ese aspecto. Nada le gustaba más a Isabel, aparte de hacer collares muy originales que ensartaba con gran maestría y que vendía entre sus amigas, que irse a su casa con su marido a Valle de Bravo y admirar el lago por horas; también acompañarlo a ver futbol en la tele y disfrutar de las series televisivas.
A partir de diciembre del año pasado, nuestros correos se hicieron más frecuentes. El 7 de diciembre me escribió: “Fíjate que la inmunoterapia en mi tipo de cáncer no funcionó (…) Voy a empezar con quimioterapia el 16 de diciembre. Estoy bien y animada como siempre soy yo y muy agradecida por todo lo bueno que tengo”. El 15 de diciembre, me avisó: “Mañana tengo mi primera quimio. Estoy muy tranquila”. Diciembre 19: “Me fue muy bien, demasiado bien y el lunes tengo la segunda”. Enero 19: “Yo estoy a punto de empezar un nuevo bloque de quimios y radioterapias, esta semana”.
Y me preguntó que cómo me había ido a mí con mi tratamiento: “Espero que estés mejor y sobre todo que te sientas bien. Lo bueno es que dormimos y un nuevo día nos espera siempre”.
El último correo que le envié a Isabel fue el 20 de marzo, pero ya no tuve respuesta. Para saber de ella, le llamaba a mi sobrina María Antonieta, que la cuidaba día y noche.
Ayer por la mañana recibí el aviso más triste que he leído últimamente, escrito por Eduardo, marido de Isabel: “Con profunda tristeza les compartimos que Isa ha dejado este plano. Se fue, como vivió, llena de amor, agradecimiento y buen humor.
Se fue una grande, que como pocas, dejó una profunda marca en todos nosotros y una semilla para ser mejores seres humanos. Sin duda, nuestro mundo será menos feliz sin su presencia, pero su ejemplo, enseñanzas, con pasión, amistad y amor, nos acompañarán para poder disfrutar de la vida como se nos presente. ¡Arriba Corazones!”.
Y ahora, ¿con quién compartiré mis males…?
Más sobre esta sección Más en Nacional