Hace pocos días se estrenó en México la película “Intensamente 2”. Nuevas emociones llegan a la vida de la joven Riley justo cuando ella está comenzando la pubertad: Ansiedad, Envidia, Aburrimiento y Vergüenza.
Las nuevas emociones tratan de reemplazar a Alegría, Tristeza, Furia, Temor y Desagrado, quienes habían “controlado” el Cuartel General de los Sentimientos de Riley durante la primera etapa de su vida.
Desde la primera película, estrenada en 2015, resultó evidente que la emoción que tenía el mando en la vida de Riley era Alegría. Su tarea era muy complicada: siempre hacía todo lo posible para que Riley estuviera feliz y contenta, muchas veces luchando contra las otras emociones que, aunque necesarias, afectaban el estado de ánimo de la protagonista.
En Intensamente 2, Riley crece y la tarea de Alegría se vuelve aún más difícil, ya que Ansiedad trata de tomar el control de la vida de la niña. Además, si observamos los Cuarteles Generales de los Sentimientos de los otros personajes de la película, veremos que predominan otras emociones: en el caso de la mamá de Riley, por ejemplo, es Tristeza, y en el de su papá es Furia.
¿Será que, con el paso del tiempo, y conforme vamos creciendo y alejándonos cronológicamente de la infancia, aumentan las emociones negativas? ¿Será que los adultos dejamos el “control” de nuestro sentir y actuar a emociones distintas a la alegría?
Muchas personas me dirán: claro, es que cuando eres una persona adulta tienes muchas responsabilidades y compromisos personales, profesionales y familiares. Es cierto, los tenemos y hay que cumplirlos. Pero mucho depende de la actitud que cada una de nosotras y nosotros asume al enfrentarlos en la cotidianidad. Quizás a veces nosotras y nosotros mismos generamos compromisos innecesarios simplemente para cumplir con expectativas ajenas y encajar en un rol que la sociedad creó a nuestra medida.
Muchas veces, tal vez, tomamos ciertas decisiones aun cuando sabemos que no son las correctas ni las mejores para nosotros. A menudo, la vida se encarga de mostrarnos, con múltiples señales, que no estamos recorriendo el camino correcto, poniéndonos en situaciones incómodas que nos hacen sentir mal. Sin embargo, aun así, seguimos en ese camino que no es el nuestro, es decir, en ocasiones, seguimos lastimándonos aferrados a la idea de lo que queremos a toda costa pero que quizás no necesitamos.
Muchas veces estamos tan aferrados a algo (o a la idea que tenemos de algo) bajo la convicción de que eso es lo que queremos, que ni siquiera podemos escuchar a las personas que nos quieren y que solo buscan lo mejor para nosotros. No nos damos ni siquiera la oportunidad de buscar otros caminos alternativos.
¿Qué pensarían de mí si les dijera que entre mis pasatiempos favoritos están armar Legos y rompecabezas y colorear mandalas? Las personas que me conocen saben que desde hace más de 20 años amo el personaje de Stitch y que mi casa está literalmente invadida por peluches de todos los tamaños y colores, tazas, pijamas, playeras, pantuflas y demás accesorios de este pequeño extraterrestre azul.
Ustedes podrán pensar lo que quieran (están en su derecho de hacerlo), pero todo esto no quita absolutamente nada a mi calidad personal y profesional. Y es más, quizás le da un toque especial. De hecho, unos de los colegas más geniales y responsables que conozco son tan apasionados de los cómics que hasta los han podido integrar a su vida profesional.
Porque en el fondo, se trata de eso. Aunque crezcamos desde el punto de vista físico y del registro civil, siempre tenemos que cuidar, amar y apapachar a nuestra niña y niño interior.
Tenemos la creencia limitante de que al entrar en la adultez ya no podemos jugar y divertirnos, y que sólo tenemos que aguantar y sufrir. Pero no es así, la vida no es para ser aguantada. La vida hay que vivirla. Y la alegría nunca debería terminar, aun cuando se trata de afrontar compromisos y responsabilidades.
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