Coahuila
Hace 8 horas
Hace unos días, el presidente de facto de los EUA, Donald J. Trump, declaró que su país otorgaba una gran cantidad de subsidios a México y Canadá. Ante eso, recomendaba agregarlos como las entidades cincuenta y uno y cincuenta y dos de la Unión Americana. Dada la oferta tan “generosa”, algunos corrieron a ensabanarse con el lábaro patrio y buscar a “másiosare” para fusilarlo. Otros, salivaron al percibir que un rayo de luz aparecía para alumbrar sus sueños húmedos en donde se ven como integrantes de aquel país. La gran mayoría, simplemente, pensamos en dar las gracias por su magnanimidad, y decirnos que es preferible quedarnos con nuestros problemas, ver como los resolvemos y mantener la esperanza de encontrar, algún día, gobernantes que sepan cómo manejar las relaciones con los EUA. En esas cavilaciones andábamos cuando recordamos que después de la venta de garaje que hizo el López del Siglo XIX, hubo otros quienes quisieron arrancarle otro cacho al territorio nacional. Acerca de eso comentaremos en esta ocasión.
Eran los inicios de los 1850s, México buscaba un camino por donde transitar para no terminar con el territorio hecho añicos. Sin embargo, los esfuerzos realizados en el entorno doméstico no trascendían las fronteras y en los EUA prevalecía la impresión de que al sur del Bravo sus gobernantes eran una partida de agentes de bienes raíces dispuestos a ofrecer a los extranjeros pedazos de la patria a precios razonables.
Bajo esa premisa, varios en los EUA, veían una “ventana de oportunidad” y actuaban en consecuencia. Uno de ellos era un sujeto avecindado en San Francisco, California, William Walker. Este, abogado de profesión, era un firme creyente de incorporar nuevos territorios a su país y en ellos implantar el sistema esclavista. Como en la parte norte de los EUA la idea de eliminar el esclavismo iba ganando adeptos cada día y los estados del sur veían venir la pérdida en el control político, sujetos como éste les eran útiles. Un obstáculo para ello era la presencia de filibusteros franceses en la costa de la Baja California.
Animado por lo que consideraba una empresa viable y rentable, en el verano de 1853, Walker se dirigió a Guaymas en donde requirió, como pretexto para cumplir sus objetivos, una concesión para establecer una colonia militar que impidiera las incursiones de tribus de indígenas, la cual le fue negada por el gobierno mexicano presidido, para variar, por el mencionado López de Santa Anna a quien seguramente no le llegó al precio, ya que para entonces había incrementado el precio de los lotes como lo veremos más adelante.
El filibustero Walker, sin embargo, no se dio por vencido y convencido de que el territorio mexicano debería de ser su residencia, al regresar a San Francisco, abrió una oficina de reclutamiento para formar un grupo que lo acompañara a Sonora. A quienes se incorporarán les vendía certificados redimibles para hacerlos válidos por porciones de terreno en Sonora una vez que llegarán allá. De acuerdo con los registros, sus seguidores provenían, principalmente de los estados sureños de Kentucky y Tennessee. Cuando estaba listo para zarpar, fue detenido por las fuerzas del gobierno estadounidense pero el apoyo de sus simpatizantes le permitió escapar en otra nave, acompañado de cuarenta y ocho personas, e iniciar su aventura el 16 de octubre de 1853.
Durante tres semanas, el bergantín navegó por aguas del Pacifico hasta arribar al Golfo de California en donde se dirigió a La Paz. Ahí, fue reforzado por doscientos hombres. Como acción primera, declaró el nacimiento de la República de la Baja California y su inmediata independencia de México. Como no hay república sin autoridades, se auto proclamó presidente de esta. Las leyes que regirían esa ínsula serían similares a las prevalecientes en el estado de Louisiana.
Poco tiempo duraría en La Paz. Tras de un enfrentamiento con el ejército mexicano, decidió mover su centro de operaciones a Ensenada. Desde ahí, lanzó un manifiesto dando a conocer que su poder se extendía al territorio que hoy comprenden los estados de Baja California y Baja California Sur, además del perteneciente a Sonora. Se abolía la República de Baja California y nacía la República de Sonora.
Lo anterior provocó euforia en San Francisco en donde la bandera de la República de Sonora fue izada afuera de las oficinas de la empresa creada por Walker antes de su partida. En dicho lábaro, aparecían tres barras horizontales, la superior e inferior en color rojo y la de en medio en blanco adornada con dos estrellas de siete picos cada una, también, en color rojo. Nuevos adherentes llegaron para adquirir acciones que, teóricamente, cambiarían por tierras en Sonora.
Sin embargo, no todo eran éxitos para el filibustero, sin que se conozcan las causas, una de sus embarcaciones fue robada conteniendo la mayor parte de sus provisiones. Al momento del arribo de nuevos seguidores, procedentes de San Francisco, la escasez de víveres se hizo patente. Ante ello, Walter, no tuvo otra opción sino enviar un grupo a tratar de obtener de manera gratuita alimentos en posesión de los grupos indígenas habitantes de la región. Los aborígenes se mostraron reacios a cooperar y cerca de Santo Tomás les infringieron una derrota sonora.
A partir de ese momento, la desbandada se apoderó de las huestes de Walker. Cuando decidió invadir Sonora con cien hombres atravesó las montañas y al arribar al Río Colorado, la escasez de pertrechos militares y alimentos ocasionó que solamente treinta y cinco de ellos permanecieran a su lado, frustrándose de esta manera su intención de consolidar su ficticia República de Sonora, acerca de la cual los sonorenses no fueron cuestionados sobre si deseaban o no pertenecer a ella.
La aventura terminó, el 8 de mayo de 1854, cuando un grupo de sujetos andrajosos cruzó la frontera en el área cercana a lo que hoy conocemos como Tijuana y se entregó a las autoridades estadounidenses en San Diego. Acusado de violar las leyes de neutralidad Walter fue sometido a juicio en San Francisco y declarado inocente de toda culpa, su historia posterior requeriría otro análisis.
Mientras todo lo relatado acontecía, James Gadsden ya había negociado con el López del Siglo XIX la venta de los terrenos ubicados al sur del Río Gila en el territorio perteneciente a Sonora y Chihuahua, ocupado hoy por una porción de los estados de Arizona y Nuevo México. Esta superficie era requerida para que, por ella, transitara el ferrocarril. Finalmente, se acordó la venta de casi 77 mil kilómetros cuadrados (29,670 millas cuadradas) por 10 millones de dólares, el agente de bienes raíces había aprendido los secretos del negocio. Así, se firmó, entre junio de 1853 y abril de 1854, lo que conocemos como el Tratado de La Mesilla o “The Gadsden Purchase”. Hemos de indicar que el paquete inicial incluía la adquisición de los estados de Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Chihuahua y Sonora. Sin embargo, las tres primeras entidades no estaban salvadas.
Años más tarde, por los rumbos del noreste mexicano, el hombre fuerte era Santiago Vidaurri Valdés quien, al igual que Walker, soñaba con tener una república propia. Sin querer presumir de ser especialistas en el tema de este personaje, eso reconocemos que lo son Mario Italo Cerutti Pignat y nuestro estimado Hugo Valdés Manríquez, daremos un breve repaso a las acciones realizadas por el ancestro del hombre de negocios, Emilio Azcárraga Jean.
En “Benito Juárez: Documentos, Discursos y Correspondencia”, obra grandiosa recopilada por Jorge L. Tamayo, se da cuenta como, el 23 de enero de 1861, en el Southern Intelligencer aparece una carta atribuida al gobernador neolonés, Santiago Vidaurri Valdés. Antes de continuar debemos de precisar que dicho diario se publicaba en Austin, Texas y su línea editorial era anti secesionista. En ese documento, se afirmaba que Vidaurri aspiraba a crear la Republica de la Sierra Madre, misma que estaría integrada por los estados de Nuevo León, Coahuila, Tamaulipas y Texas. Ante eso, el aludido arguyó en misiva, del 24 de febrero, dirigida a Juárez que dicho documento era apócrifo y generado por sus enemigos
Es conveniente recordar que, desde 1856, Vidaurri ya había hecho parte de Nuevo León a Coahuila, pero, el llamado Cíbolo Blanco, ambicionaba extender sus dominios hasta las tierras tamaulipecas y después cruzar el Bravo. Sin embargo, no iba a permitir que otros lo mostraran como un ambicioso e indignado envío una protesta al editor de la publicación arriba mencionada.
En ella, refería que, en el periódico, el Noticioso de Ambas Fronteras, editado en Matamoros, Tamaulipas, también, apareció publicada la propuesta de una nueva república atribuida a él. Envuelto en el ropaje de la dignidad afrentada, Vidaurri escribía: “No descender hasta el nivel de tan inicua y despreciable imputación para refutar aserciones en las cuales todo hombre sensato o medianamente inteligente reconocerá desde luego una de las dos cosas: 1º, la mala fe de algún utopista sin seso ni principios de delicadeza o de honor, ansioso de extraviar la opinión pública infundiendo en Texas esperanzas ilusorias y en México sospechas y temores imaginarios; 2º, el odio de algún enemigo personal deseoso de dañar mi reputación por medios tan reprobados”. Posteriormente, recurrió al recurso de envolverse en el lábaro patrio y declararse patriota de tiempo completo.
Para los 1860s, la perspectiva de Vidaurri se hizo más concreta, su prioridad ya no era nacional sino regional. Bajo esa premisa argumentaba: ¿Porque habrían de enviarse los recursos generados en su territorio para mantener un poder que él sentía extraño? Como muestra de que tamaño era el amor por sentirse libre, debemos de apuntar que entre 1862 y 1864, la aduana de Piedras Negras, Coahuila, se convirtió en la principal fuente de ingresos para el gobierno Vidaurrista, aportándole un promedio de entre 50 y 60 mil dólares mensuales, mismos que se negaba entregar al gobierno federal encabezado por el Estadista Juárez García. Para Vidaurri, sus intereses estaban más cerca del vecino del norte que de la Ciudad de México.
En ese contexto, estimó que, si ya gobernaba dos entidades, Nuevo León y Coahuila, podría anexarse una tercera, Tamaulipas, y como paso siguiente crear la República de la Sierra Madre, en donde él sería amo absoluto. Los tamaulipecos, sin embargo, no se deslumbraron y rechazaron la propuesta. Ante ello, Vidaurri ideó una alternativa.
Cuando estalló la Guerra Civil en los EUA, decidió jugar su carta extra fronteas y ofertar, como si fueran de su propiedad, las tres entidades del noreste a los Confederados para que se las anexaran. A eso se refería la nota, mencionada alineas arriba, del Southern Intelligencer. Dado que el “presidente” de los Confederados, Jefferson Davis, y compañía conocían de las características del nativo de Lampazos, Nuevo León, lo consideraban demasiado rebelde y poco dado a ser dirigido por lo que ignoraron su propuesta. Seguramente estimaron que, si le abrían la puerta, dentro de poco tiempo Vidaurri iba a andar peleándole el mando a Robert Edward Lee, Thomas Jonathan “Stonewall” Jackson o a William Tecumseh Sherman.
Mientras allá lo rechazaban, acá, el estadista Juárez decidió que ya era suficiente de aguantarle sus rebeldías y, ante la negativa del neoleonés de entregar los recursos generados por la aduana de Piedras Negras, el 26 de febrero de 1864, restaura el carácter de estado libre y soberano a Coahuila. Al mismo tiempo, ordena que Vidaurri sea depuesto del gobierno y declara a Nuevo León una entidad en abierta hostilidad en contra de la nación. Como Hugo Valdés lo escribiera, Vidaurri “había perdido el norte para siempre” y, en abril de 1865, se adhiere a Maximiliano para convertirse en tesorero del “imperio” hasta el 8 de julio de 1867 cuando, de espaldas e hincado sobre las losetas de la Plaza de Santo Domingo enfrente del edificio que en un tiempo albergara el Tribunal del Santo Oficio, fue fusilado por órdenes del general Díaz Mori. Para entonces, de la República de la Sierra Madre ni quien se acordará. Pero, ese no sería el final de los esfuerzos por seguir loteando al país.
En el Senado Estadunidense, en la sesión del 7 de enero de 1919, el Senador Demócrata por Arizona, Henry Fountain Ashurst, propuso: “Requerir respetuosamente al presidente de los Estados Unidos que inicie negociaciones con la República de México para adquirir la península de la Baja California y una extensión aproximada de 10,000 millas cuadradas en el estado de Sonora, México, ubicadas al norte del paralelo 31 grados 20 minutos”. Con ello, convertiría a Arizona en estado costero. Las razones aducidas eran similares a las utilizadas por los separatistas del estado de Texas en 1834. Pero usted amable lector se preguntará: ¿Qué sucedió con la propuesta de Henry Fountain Ashurst? La respuesta es muy simple, continuó “descansando” en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado Estadounidense, sitio al que fue enviada para su estudio el mismo día en que fue presentada. No todos los miembros del legislativo estadounidense estaban dispuestos a embarcar a su país en una nueva aventura que tarde que temprano implicaría enviar tropas para resolver la adquisición. Aparte, al sur del Bravo gobernaba un estadista, Venustiano Carranza Garza, y no un lotero como el López del Siglo XIX. Si usted, lector amable, está interesado en leer la historia completa del episodio relatado en este párrafo, nos permitimos proporcionarle la liga electrónica en la que puede encontrar el libro de nuestra autoría, El Senado estadunidense enjuicia a México y al presidente Carranza (INHERM, 2017). https://inehrm.gob.mx/recursos/Libros/El_senado_estadounindense.pdf
Como se puede percibir eso de anexar el territorio nacional a los EUA, todo o en pedazos, no es nada nuevo y continua vigente. Allá, el espíritu de Andrew Jackson y James K. Polk sigue latente. Aquí, hay quienes proponen una versión alternativa, Son aquellos que no verían con malos ojos al México de hoy convertido en varios países. ¿Cinco? ¿Entre ellos, se encontrará quien sueña con tener una ínsula tropical propia? Lo anterior, no anula la presencia de quienes, embozados, son fieles seguidores del López del Siglo XIX. Su anhelo es ver culminada la “obra” que este sujeto inició en 1836 y ver al país representado como la estrella 51 o 52, lo mismo les da. [email protected]
Añadido (24.49.146) Aceptó que lo trataran como caporal de hacienda sinarquista y ahora da consejos, no pedidos, sobre cómo manejar las relaciones México-EUA.
Añadido (24.49.147) Ya renunció el subalterno que cometió la falta. ¿Cómo para cuando esperamos una actitud similar por parte de su superiora quien con su presencia convalidó el acto? O ¿Acaso, como lo alega, ella acudió sin saber de que se trataba? Si esto último es cierto, ahora entendemos por qué la política exterior mexicana terminó dando pena ajena.
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