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No tuve vida social porque no tenía dinero: AMLO

  Por Agencia Reforma

Publicado el martes, 22 de mayo del 2012 a las 14:00


El candidato de Movimiento Ciudadano luchó muy duro para completar su carrera universitaria

México.- Andrés Manuel López Obrador: Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública.

¿Dónde estudió?

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

Promedio final:

7.8

¿En cuánto tiempo terminó la Carrera?

En tres años, de 1973 a 1976, terminé la mayoría de las materias y como pasante me fui a Tabasco, a trabajar como director del Instituto Nacional Indigenista (1977 a 1982). Posteriormente, regresé a la ciudad de México y, en 1984 cursé las asignaturas pendientes, acredité la traducción de idiomas que se exige para la titulación y presenté mi tesis con el título “La Formación del Estado Nacional en México”.

¿Qué otros estudios tiene?

Aunque no tengo otros estudios académicos, he escrito 10 libros, con más de 400 mil ejemplares vendidos. Mi trabajo durante 35 años como dirigente social y servidor público me ha exigido tener conocimiento teórico y práctico en distintas disciplinas y sobre diversos campos.

¿Por qué decidió estudiar esa carrera?

En Villahermosa tuve la fortuna de recibir clases de un maestro nada convencional: Rodolfo Lara Laguna. En su clase se apoyaba en el libro El buen ciudadano. Sin embargo, con frecuencia se salía del texto y nos platicaba de otros temas relacionados con los problemas sociales y políticos de esos tiempos. De él recibí una buena influencia y me abrió la inquietud hacia lo social, porque había sido dirigente estudiantil. Hoy sigue siendo juarista, íntegro, progresista.

¿Cómo pagó sus estudios?

Mis padres eran comerciantes en Tabasco y el negocio quebró. Sucedió al final de la preparatoria. Entonces decidí venir a la Ciudad de México a estudiar la universidad. Tomé la iniciativa en circunstancias muy difíciles porque no tenía dinero. Pero me liberé, me eché a andar y llegué a vivir a la Casa del Estudiante Tabasqueño, en la calle Violeta de la Guerrero.

Presenté el examen para ingresar a la Facultad de Ciencias Políticas en la UNAM, esperanzado por el apoyo del gobierno federal que nos daba alojamiento y comida en la Casa del Estudiante. Éramos 80 jóvenes de escasos recursos que estudiábamos en diferentes carreras de la UNAM y del Instituto Politécnico Nacional (IPN). De modo que cuando hablo de otorgar becas y evitar que nadie se quede sin la oportunidad de estudiar, sé bien lo que ello implica y sirve.

Anécdotas de su época universitaria:

Durante el primer semestre, el maestro de “Ciencia Política”, Raúl Olmedo, nos propuso un análisis del proceso democrático chileno y vislumbramos la posibilidad de un golpe de Estado, que se consumó el 11 de septiembre de 1973. Esto me impactó mucho. El presidente chileno Salvador Allende es el personaje extranjero que más admiro, que más sentimientos me genera. Fue un humanista, un hombre bueno, víctima de canallas. Un hermano gemelo de Francisco I Madero, nuestro apóstol de la democracia.

En aquel tiempo, el presidente Allende habló a los jóvenes en Guadalajara y les dijo que ser joven y no ser revolucionario era una contradicción. Pero ser revolucionario no implica necesariamente tomar las armas. El propio presidente Allende nunca aceptó ese camino aun cuando muchos opinaban que sólo así podía mantenerse en la Presidencia. Él era un pacifista. Por eso, todo aquello fue un crimen horrendo. Quien opta por la lucha armada, sabe que se trata de vencer o morir. Pero quien no acepta la violencia para su pueblo ni para nadie y ve con respeto, incluso con profundo amor, al adversario, no merece ser tratado de esa manera. La traición de Augusto Pinochet fue abominable, es una mancha indeleble en la historia del mundo.

Opinión de sus maestros:

En mis tiempos universitarios, en América Latina, además del de Chile, hubo otros golpes de Estado. Entonces, México acogió a muchos exiliados latinoamericanos, muchos de ellos se incorporaron a la UNAM y a otras universidades. Tuve profesores de Chile, Bolivia, Haití, Uruguay y Argentina.
Me llena de orgullo decir que maestros de la Facultad como Arnaldo Córdova, Octavio Rodríguez Araujo, Enrique González Pedrero, Víctor Flores Olea y el siempre bien recordado Luis Javier Garrido, con la independencia y sabiduría que los caracteriza, nos estén acompañando en Morena para hacer posible la transformación del País.

Opinión de compañeros universitarios:

No tuve una vida universitaria de muchos amigos. Me aislaba. Mi círculo era el grupo de paisanos con los que vivía. No podía tener un círculo de relaciones más amplio porque, la verdad, no tenía dinero. Vivía de milagro, de la solidaridad, de la comida y del hospedaje de la Casa del Estudiante Tabasqueño.
En una ocasión le escribí a mi madre para contarle cómo me iba en la Universidad pero dudó, no me creyó que estuviese estudiando… ‘¿Cómo, si no tienes dinero?’ Y para mi sorpresa, un día que tomaba clases por la ventana miré que allí estaba ella, observando… Me dio mucho gusto y un poco de pena porque era extraño que una mamá llegara a un salón de clases. Salí y platicamos, le conté cómo era la escuela —la anterior Facultad de Ciencias Políticas—, porque ahora hay instalaciones nuevas, allí estudian mis hijos, Andrés y Gonzalo, uno ciencia política y el otro sociología. En fin, fue una época muy formativa que consolidó mis convicciones.

Clase favorita:

Varias, desde ciencia política a la que hice referencia, hasta economía. En esta materia tuve de maestro a Samuel del Villar, en el primero y segundo semestre.

Lo que menos le gustaba:

En ese tiempo eran pocas las cosas que no me gustaban. Era más joven y la ciudad de México era, y sigue siendo, un lugar solidario, de encuentros con gente de distintas culturas, una ciudad inspiradora de sueños y de grandes transformaciones.

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