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Por Miguel García
Publicado el viernes, 25 de marzo del 2011 a las 15:00
“Tuve mucha fortuna con el público”, agradeció. “Mis novilladas eran exitosas, cortaba orejas, triunfaba. Tuve algunas cornadas hasta que llegó una muy grave que me puso al borde de la muerte en Tlaxcala, Tlaxcala, el 7 de noviembrede 1987”.
—¿Qué tipo de cornada fue?
—“Es de la que mueren la mayoría de los toreros, (fue) en la arteria femoral, en la pierna (derecha). Pero la mía fue más grave todavía porque me entró hasta el estómago. Fue una cornada mortal. No me morí, milagrosamente, pero fue tan grave que me la iban a amputar.
“Me fui a Monterrey. Literalmente me escapé, le hablé al Dr. Romeo García Benavides, quien me salvó la pierna y la vida. Él era el médico de plaza en Monterrey”.
—¿En qué consistió tu tratamiento?
—“Lo que era aconsejable médicamente era cortarme la pierna, pero él se aventó a salvármela. Debía tener curaciones tres veces al día y cortarme todo el tejido que estaba podrido. Me dijo: ‘No te puedo dar nada para el dolor porque te vas a volver adicto a las drogas’”.
—¿Cuál fue tu reacción cuando parecía que el mundo se venía encima?
—“Caí en una grave depresión, era un torero exitoso y ahora casi era un inválido. Los médicos pronosticaron que no volvería a caminar. La pierna estaba muerta, los músculos no jalaban. Jamás iba a torear, según ellos. Pero aprendí unas técnicas de meditación que me ayudaron”.
—¿Cómo las aprendiste?
—“Por teléfono, me habló un gurú. Una amiga mía le pidió que me hablara y me enseñó una manera de penetrar mi mente, comunicarme con mi yo interior y con Dios. Me sacó adelante.
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