Espectáculos
Publicado el domingo, 6 de marzo del 2011 a las 16:15
Saltillo, Coah.- Dicen que el canto cardenche murió con la radio. Su aura triste no le permitió incluirse en los festejos y disolverse en el desuso. Murió con la forma de vida que representaba la talla del ixtle, la lechuguilla y la recolección de candelilla en el desierto de Durango y Coahuila. Murió porque los más jóvenes prefirieron irse a la ciudad, aunque ésta fuera ajena, monstruosa. Las tragedias y desamores que se grababan de boca en boca, alumbrados por la fogata del sotol en el vientre se van perdiendo en el aire.
¿QUÉ ES EL CANTO CARDENCHE?
El cardenche es otro nombre de nuestro xoconostle, una cactácea que da un pequeño fruto de color verde, parecido a la tuna, usado en salsa y con fines terapéuticos contra la diabetes, comenta el reconocido paleógrafo Rufino Rodríguez.
El cardo es una planta espinosa que una vez clavada provoca dolor al sacarla, debido a sus filamentos encontrados que desgarran la carne. De esta condición proviene el mote del género, que aunque abarca la crónica y el sentimiento, concentra su ser en los desgarramientos fruto del desamor.
El canto cardenche es un género vocal de música popular mexicana que tiene la peculiaridad de no contar con instrumentos musicales de apoyo, un rasgo inusual que tiene que ver con el entorno donde surgió. Existen varias versiones del por qué de su desnudez: la primera, plantea que las condiciones de vida de los campesinos del desierto lagunero eran tan difíciles que no contaban siquiera con los medios para hacerse de un instrumento. La segunda, lo explica en el origen trasterrado de muchas de las piezas que originaron el género. Es decir, una tradición oral en su sentido más puro: canciones improvisadas provenientes de Aguascalientes y Zacatecas, trabajadores temporales atraídos por la promesa de trabajo en la región.
LA HOGUERA Y EL VIENTO
Recuerdos, amores y cantos que duelen como un cardo atravesado en la voz. Esas plantas espinosas abundan en la región de La Laguna, entre Coahuila y Durango. Gracias al apoyo de algunas instituciones culturales de Durango y Torreón, y del INAH, quien incluso llegó a grabar el trabajo de un colectivo de la región, esta manifestación popular aún perdura fundamentalmente en dos poblados: los ejidos Sapioriz, unos kilómetros al este de Ciudad Lerdo, Durango, y el ejido La Flor de Jimulco, a pocos kilómetros de Torreón Coahuila.
Según algunos testimonios, sus orígenes se remontan a finales del siglo 19, cuando trabajadores del sur del país se acercaron a trabajar a la Flor de Jimulco, donde estaba la Hacienda de Amador Cárdenas, compadre de Porfirio Díaz. Uno de los cantos más antiguos se titula “Tragedia de Jacinto de la Cruz” fechado en 1893.
Gran parte del legado musical ha sido transmitido oralmente de generación en generación, ya que no existían grabaciones. Las voces principales se organizan de la siguiente manera: 1.- Primera: es la líder, encargada de llevar la melodía. 2.- Arrastre o marrana: tiene un registro grave, apoya a la primera arrastrándose o alargando los versos. 3.- Contralto, segunda o arrequinte: es la que con su tono agudo aporta “color” a la pieza, siendo la voz con mayor carga dramática del conjunto.
UN ECO GRABADO
Actualmente, sobreviven dos grupos que interpretan la canción cardenche. Uno es el grupo de Sapioriz, Durango, cuyo repertorio se basa más en temas de amor y despecho. El grupo —que recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes, en la categoría de Artes y Tradiciones Populares— sobrevive con cuatro integrantes de origen campesino, guardianes de una tradición cuasi moribunda: Antonio Valles, Guadalupe Salazar, Genaro Chavarría y Fidel Elizalde. Este grupo, junto con el de La Flor de Jimulco, realizaron durante años presentaciones en diversos foros, lo que les valió ser considerados por el INAH para grabar el disco titulado “Tradiciones Musicales de La Laguna”.
A diferencia del Grupo de Sapioriz, quienes abrevaron en piezas traídas y adaptadas de otras regiones, el Grupo de La Flor de Jimulco se ha enfocado en un repertorio centrado en hechos y tradiciones de la región, hecho por autores anónimos que a lo largo de generaciones describieron personajes y gestas que de otra forma se hubieran perdido.
Una de las piezas más conocidas del cancionero cardenche es “Yo ya me Voy a Morir a los Desiertos”, adaptación de “El Álamo de Parras”. Esta pieza ha sido grabada por cantantes de la talla de Lila Downs, en el disco “La Cantina”. Otra de las piezas conocidas es “Estrellita Marinera”, que grabara en clave ranchera hace algunas décadas el cantante vernáculo Antonio Aguilar. Y como si se tratase de un epílogo a su propio existir, las resonancias del eco cardenche han alcanzado dimensiones insospechadas: En su éxito “Y por esa Calle Vive”, la agrupación de Los Barón de Apodaca retomaron la estrofa de la pieza lagunera “A las Dos de la Mañana”.
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