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Amor en tinieblas: lucha pareja de ciegos por subsistir

  Por Aníbal Díaz

Publicado el domingo, 16 de marzo del 2025 a las 04:00


Salen a diario de su hogar en Colinas para ganarse el sustento; él, cantando y ella, ofreciendo los dulces que elabora.

Monclova, Coah.- Apoyándose y protegiéndose el uno al otro, la pareja de José Eduardo López Barrón y Yolanda Daniela González Garza, sale todos los días de su hogar en Colinas de Santiago hacia el Centro de Monclova, a ganarse el pan de cada día.

Él llega ‘armado’ con un reproductor de música portátil y su ‘tambor’ -una lata de chiles jalapeños vacía- e interpreta canciones afuera de una tienda de conveniencia en la calle Hidalgo.

Yolanda, por su parte, vende dulces que ella misma elabora, apostándose afuera de una conocida mueblería, frente a la Plaza Principal, sobre la misma calle.

Además de compartir un hogar, sentimientos y responsabilidades, tienen algo más en común: Ambos son ciegos -ella de nacimiento y él por causas inciertas, al haber perdido la vista a los 33 años.

Y desde su mundo en penumbras, emprenden juntos esta aventura por subsistir, confiados en que habrá sustento gracias a la caridad de los desconocidos.

Un ‘flechazo’ por WhatsApp

Extrovertido, José Eduardo relata que es oriundo de San Luis Potosí.

Viudo, hace aproximadamente tres años conoció a Yolanda en un grupo de WhatsApp para socializar. Congeniaron con todo y la diferencia de edades: Ella cumplirá 42 años el próximo 18 de marzo; y él ya tiene 53 años.

“Empecé a platicar con ella, agarré su contacto y ‘la guasapié’… y le dije que me iba a venir para acá, vine como en el 2022, en noviembre. Me gustó Monclova, le dije, ‘me voy a venir aquí a vivir a Monclova’. Ella no creía, y aquí estoy con ella”, dice el cantante urbano, mientras ambos comparten una sonrisa cómplice.

“Somos pareja desde hace tres años, vivimos en Colinas de Santiago”, añade José Eduardo.

Juntos, no tienen hijos; no obstante, Yolanda tiene un vástago de una relación anterior, un jovencito de 16 años, que vive con su abuela -la madre de Yolanda.

“Ahorita él está en ‘la prepa’, en el CBTis, vive con mi mamá, porque así le queda más cerca la escuela… le queda muy lejos de donde yo vivo, el camión hace una hora de Colinas al Centro”, explicó la mujer.

Emprendedores y activos

“Yo vendo dulces… hoy traigo solamente tamarindos, pero a veces traigo palanquetas o chocolates”, comenta Yolanda, quien está sentada afuera de la mueblería, con una caja de sus golosinas en el regazo, mientras el viento ‘juega’ con su cabello.

Orgullosa, la emprendedora mujer reitera que ella misma elabora los dulces que vende.

Por su parte, José Eduardo afirma que “yo me dedico a cantar, apenas tengo como unos 5 años, pero yo no me memorizo las canciones. Me pongo un audífono y saco la voz, traigo un tamborcito”, añade, antes de sacar de su mochila la lata de chiles vacía.

Talento aprendido

Sobre los orígenes de su oficio como cantante callejero, José Eduardo recuerda que su esposa, ya fallecida, se dedicaba, precisamente, a cantar en el primer cuadro de San Luis Potosí.

Y mientras que reconoce que después de haber perdido la vista se dedicó a pedir limosna un tiempo, el entrevistado reitera que un día decidió que algo tenía que hacer para ganarse la vida.

“Yo dije, ‘tengo que enseñarme, no a pedir’, porque yo ya había pedido un tiempo. (Dije), ‘yo tengo que enseñarme a cantar’. Y un compañero de allá de San Luis Potosí me dijo, ‘¿tú quieres cantar? Ponte un audífono en el oído, y canta la pista, con todo y la voz, y saca la voz, la gente lo que va a querer es escucharte, no que la estés tarareando’”, relató.

“(Mi esposa) sí memorizaba las canciones. De ahí me enseñé, dije yo, ‘yo también debo de enseñarme, yo tengo ganas de cantar’. No me puedo memorizar, porque tengo aprendizaje lento, no me puedo guardar información, entonces, tengo que ver la manera, no quiero estar pidiendo”.

Así, comenzó este viaje junto a Yolanda ayudándole a vender sus dulces y cantando, afuera de un conocido restaurante en el Centro de Monclova.

‘Sí sale para comer’

“¿Y ‘sí sale’ para subsistir?”, se le inquiere a José Eduardo.

“Sí, sí sale para comer”, responde, seguro.

“Es como todo… días hay y días no hay, ¿verdad? no es que todos los días te vaya bien”, interviene Yolanda, con un tono más realista.

A pregunta expresa, la entrevistada dice que vender dulces siempre ha sido su forma de subsistencia -es decir, nunca se ha limitado a pedir apoyo económico, sino que siempre ha trabajado vendiendo sus golosinas.

Para despedirse, ambos reiteran que todos los días salen a laborar al Centro de Monclova, a la calle Hidalgo: Ella, afuera de la mueblería frente a la plaza; él, afuera de una tienda de conveniencia, junto a las zapaterías.

Oscuridad compartida

“Yo a los 33 años me quedé ciego, ella es (ciega) de nacimiento”, rememora el intérprete.

“Tuve un desprendimiento de retina. El doctor nunca me comentó nada… dicen que fue un golpe, que fue la presión de los ojos, porque yo usaba lentes de aro, de aumento grueso”, añade.

“Entonces no sé si fue por un golpe… aunque nunca me golpee la cabeza, o fue por los lentes de aumento. Has de cuenta que los médicos nunca me dijeron”, agrega.

“Nomás de repente, en el ojo izquierdo, me pasó una mancha gelatinosa verde, que fue la que me tapó (la visión) y me hice la operación, pero no funcionó; y esa misma enfermedad me pasó al ojo derecho. Ahorita traigo cataratas con sangrado, la catarata es una mancha verde con la que no ves nada”, explica.

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