Torreón.- Son los lugareños de estas zonas arqueológicas de Coahuila pero también turistas y profesionistas aficionados a la lectura de mapas y a la arqueología; en la lista igual aparecen los hombres que asumen roles de guías. 

En las cuevas donde quedó impresa la huella de los primeros habitantes, ubicadas en un sistema de cañones en las regiones Centro y Laguna, en Coahuila, se acelera el proceso de extinción de la cultura del desierto a mano de los saqueadores que se autodenominan cazadores de tesoros.

Agentes del ministerio público y el arqueólogo Yuri De la Rosa Gutiérrez en representación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), realizan aún averiguaciones así como dictámenes sobre lo que consideran un crimen y una ofensa contra el patrimonio nacional. En el pasado fueron objeto de robo las puntas de proyectiles, textiles, huaraches o incluso bultos mortuorios. El saqueo se dirige ahora a las pinturas rupestres.

Si bien el sábado 4 de enero se difundió en redes sociales que una pintura milenaria en la Cueva Pinta, en la sierra Los Alamitos en Cuatro Ciénegas, había sido destruida con el objetivo de arrancar el fragmento de roca, en realidad fueron dos abrigos rocosos los atacados por hombres que tuvieron toda una jornada con luz de día para intentar robar varias figuras antropomorfas entre las que destacan una mano y un chamán, así como líneas incisas en uno de los sitios.

El daño, de acuerdo al arqueólogo, es incalculable puesto que al utilizar herramientas mecánicas con baterías para cometer el delito, dejaron severas lesiones en las rocas junto con una sensación de absoluta impunidad.

“ La realidad es que fueron dos abrigos rocosos los alterados. Después del primer reporte de robo en la Cueva Pinta en Cuatro Ciénegas y el primer dictámen que se hizo, había consternación respecto a los demás sitios arqueológicos que se encuentran en la zona, porque esa región o paraje de Coahuila tiene varios vestigios arqueológicos alrededor y relativamente cerca”.

“Teníamos una preocupación fundada respecto a los otros sitios arqueológicos y en esta ocasión hemos hecho una inspección específica en la zona. Se han inspeccionado entre 30 y 40 abrigos rocosos con vestigios arqueológicos y es lamentable constatar que hay otro en la misma área con afectación similar al de la Cueva Pinta”, precisó De la Rosa quien detalló, entre ambos abrigos rocosos hay distancia pero se trata de la misma Unidad Arqueológica en el cañón Los Alamitos.

Saqueo constante

Asimismo, explicó que la Cueva Pinta, que originalmente se reportó como saqueada al iniciar el año, se denomina Unidad Arqueológica 1 porque a lo largo de todo el cañón existen más de una docena de cuevas que son las unidades subsecuentes.

“ Además de que intentaron llevarse tres figuras y esmerilaron alrededor de la figura y quedó un horroroso marco en la Cueva Pinta, en la base o roca madre se tienen otro tipo de expresiones culturales que llamamos líneas incisas; los saqueadores también intentaron llevarse un bloque de roca y rompieron un pedazo. Los daños son enormes”.

De la Rosa Gutiérrez aseguró que en el otro abrigo rocoso también hubo daños al utilizar una sierra eléctrica por lo que se ampliará el peritaje y la denuncia. También se mantendrán   las inspecciones, aunque se considera que el delito lo cometieron las mismas personas en ambas unidades o cuevas.

“ En el otro abrigo rocoso observamos que hubo daños con sierra, no pudieron extraer el bloque completo; se ve claramente que se fragmentó y dejaron un pedazo y hay fragmentos en el suelo de ese lugar, sí quedó una huella como el cuadro, similar a la anterior cueva, pero no pudieron extraer nada, fue destrucción. Por las características del daño en ambas cuevas la hipótesis es que fueron las mismas personas dirigidas por un individuo”.

Custodia sobre la huella de los cazadores 

Tras el saqueo las autoridades locales han expresado indignación, pero la realidad es que al momento no hay quien se haya acercado a la delegación del INAH Coahuila para informarse sobre la gravedad de la situación y sobre todo, para intentar aplicar alguna estrategia de protección emergente, al menos sobre los contextos arqueológicos alterados.

Héctor Javier Díaz de León Arévalo, dueño del sitio asaltado, dijo que no se debe pensar en privatizar lo que ya es privado, y menos aún expresar esas ideas sobre lo que es patrimonio nacional.

Pero pidió que las autoridades lo ayuden a cuidar las pinturas rupestres en 2 mil 500 hectáreas que son de su propiedad, en el rancho El Papalote, constantemente invadido también por cazadores que violan las vedas y matan a los venados y a otros animales nativos.

“ La tierra abarca un sistema de sierras donde viven venados y la verdad deberían ayudarme a impedir los saqueos porque las denuncias que no acaban con un responsable en la cárcel son ejemplo para otros ladrones. Mi rancho es muy grande (más de 26 mil hectáreas) pero aquí serán unas 2 mil 500 hectáreas. Es mucho terreno y es difícil cuidarlo y protegerlo, la verdad no tengo recursos para hacerlo solo y los bienes no son míos, son nacionales. Ojalá abrieran un sitio turístico para que de aquí mismo saliera para cuidarlo”.

Propiedad heredada 

Díaz de León Arévalo es un hombre sencillo que forma parte de la cuarta generación de una dinastía de ganaderos que, bajo el liderazgo de su padre y con el cambio climático, poco a poco se fue desgastando.

En Delicias, que hoy es un ejido, se ubica la tumba de su bisabuelo, Candelario Díaz de León, migrante que hizo riqueza en Coahuila, en tanto que las tierras que heredó Héctor Javier fueron compradas en el año de 1929. Así lo establece la escritura de la propiedad a nombre de Salvador Díaz de León, su abuelo.

“ Mis abuelos eran de San Pedro de las Colonias y mi papá se vino de muchacho a Cuatro Ciénegas y él siguió la tradición. En 1970 comenzó la repartición de la tierra; este rancho tenía 70 mil hectáreas pero con el reparto agrario a mi papá le quitaron bastante tierra; del rancho quedan 26 mil hectáreas. Mi papá se quedó al final como con 12 mil pero el gobierno, en agradecimiento por aceptar el reparto, le reconoció otras 14 mil hectáreas, es decir, del rancho de mi abuelito quedaron sólo 12 mil porque todo se repartió a los ejidos”.

Si en este punto el lector piensa que se trata de un rico con intención de obtener recursos públicos, nada más alejado de la realidad. Se trata de un hombre que le abre las puertas a sus vecinos, a los que dice querer pese a ser desordenados, desunidos y hasta perezosos, para que establezcan pailas o campamentos para el aprovechamiento y extracción de cera de candelilla.

Tampoco tiene el perfil del típico ganadero que se moviliza en su camioneta todo terreno mientras usa botas de vaquero. Héctor Javier Díaz de León es un hombre que vive en la cabecera municipal de Cuatro Ciénegas, quien debe esperar a que abran la ferretería para comprar un candado y conducir su sedán cuatro puertas al rancho y colocarlo.

Con tenis y con prisa, luego se da a la tarea de levantar la alambrada que cualquiera le destruye para internarse en la sierra pues no cuenta con empleados. Él no cultiva ni tiene ganado.

“ Entre todos los vecinos no hay ninguna propiedad privada más que ésta porque de aquí hasta San Pedro son puros ejidos. Con el tiempo mi papá se fue para abajo con la ganadería; ahora llueve menos. Mi abuelito tenía muchos ranchos y mi familia es de trabajo. Tuve un tío que en la época de los ochenta cometió el error de rentar el rancho San Fernando, en El Bajío, a Caro Quintero”.

“El gobierno se lo quitó, eran 10 mil hectáreas para un rancho agrícola, supieron que tenía marihuana, pero yo aquí tengo pura sierra y poco llano. Yo quiero explorar la minería porque ahora soy un ganadero fregado, mi rancho es grande pero con serranía, sitios arqueológicos, esa es una riqueza que no es mía pero tengo qué cuidarla; se podría abrir al público pero con mucho cuidado porque ya vio lo que ocurrió en La Pinta y en la Cueva de la Lagartija”.

La codicia de los habitantes de la zona lo mantienen ocupado y agotado y no sólo debe espantar a los guías y turistas que quieren ir a los sitios arqueológicos, sino también a los saqueadores y cazadores furtivos. Entre ambos grupos coincide el robo con violencia y el desprecio por la naturaleza que se traduce en suciedad tras su paso invasivo.

Héctor Javier lucha para mitigar este escenario, pero dice que ya no denuncia porque no tiene dinero para darle a los agentes y que vayan a inspeccionar porque no tienen camionetas. En suma, aseguró que la impotencia es grande pero no se puede hacer nada.

“Hay guías de turistas pero yo les cerré ya definitivamente el año pasado porque robaron en otro lado que se llama El Cañón de la Lagartija en el 2023 y no se hizo nada. Sigue la investigación pendiente y ahora le pegan a la Cueva Pinta. Los guías me dicen que les abra pero van a seguir haciendo lo mismo. Dicen que cuidaron el predio, pero no me cuidaron porque lo robaron.

“Yo dejo que los campesinos vivan en mi predio y aprovechen la candelilla. Hasta le hice una carta a Obrador para que hagan algo con los coyotes porque los tienen con los pies en el pescuezo. No se la pude dar y quiero que la presidenta Claudia Sheinbaum se entere.

“También de lo que pasa con las pinturas rupestres y me ayuden a cuidar porque aquí ni hay señal de internet; dicen que pronto y hasta dejé que pusieran una antena aquí pero todo mundo habla: dicen que están indignados pero nadie pone un guardia o unas cámaras que puedan monitorear desde las policías. Yo no puedo venir seguido por mi situación económica y hasta me gustaría que me ayudará el gobierno de perdida con la gasolina, soy un ganadero fregado, no traigo un cinco y lo que hay es para que estudien mis hijas”.

Sobre los saqueadores, Héctor Javier Díaz de León acotó que hace diez años comenzaron a llegar a su tierra cuando aparecieron los guías que movilizan a turistas desde Cuatro Ciénegas hasta las sierras Los Alamitos y Australia, y por el valle El Hundido. Pero nunca con una sierra eléctrica para destruir una pintura rupestre.