Arte
Por Agencia Reforma
Publicado el sábado, 18 de enero del 2025 a las 12:58
Ciudad de México.- Cada vez con más insistencia, con un llamado que le llegaba de lejos, la poesía de Julio Trujillo tendía vertiginosamente hacia el mar.
Así ocurría ya desde el 2018, cuando cambió el concreto de la Ciudad de México por las playas de Chacala, en Nayarit, y escribió Jueves, un poema de largo aliento sobre un momento oscuro de su vida.
Así, ante el “horizonte circular” que veía desde la arena, se interrogó a sí mismo:
“si a todos basta una fracción de cielo / unos puños de arena / una cerveza bajo el sol / ¿por qué deseabas todo el mar / todo el azul de un solo trago?”.
Este 16 de enero, Trujillo fue hallado sin vida en el poblado marino de Sennen, condado de Cornwall, en Inglaterra, tras seis días desaparecido y con una ficha de búsqueda activa publicada por la Policía local.
Las circunstancias de su fallecimiento aún se desconocen de manera oficial, pero la publicación de las autoridades para localizarlo advertía desde el inicio que el poeta era conocido por frecuentar zonas costeras.
Desde hace tres años, Trujillo (1969-2025) vivía con su segunda esposa y su último hijo en Cornwall, cerca del mar que había sido fabulado por los poetas ingleses de su predilección.
Desde ahí dejó indicaciones para la publicación de La isla, un nuevo poemario que puso en manos de la editorial Trilce, donde ya había publicado los libros Una sangre (1998), El perro de Koudelka (2003) y Jueves (2020).
“Jueves es una cosa desgarradora y que, sin embargo, toma aliento para eso que constituye el tránsito entre Jueves y La isla”, explica Déborah Holtz, fundadora del sello.
El poema que abre ese nuevo libro, llamado “Embocar”, denota un cierto alivio que duró, al menos, el tiempo de su escritura:
“Desembocando nuevamente en una playa / no como un náufrago arrojado por el mar”.
Este febrero, Trilce publicará La isla y reeditará Una sangre, libro de juventud que abre, nada menos, que con un poema titulado “Mar adentro”.
Con ello queda clausurada la fecunda colaboración de Trujillo con la editorial, cuya colección de poesía, Tristán Lecoq, tenía como hilo conductor los versos del autor recién fallecido.
“Esta colección ha sido una batalla contra el todo, y si a alguien hemos tenido orgullo de publicar es a Julio Trujillo”, declara Holtz.
“Nunca pensé que la colección fuera a llegar a los 30 años con otro libro de un poeta nuestro publicado de manera póstuma, de un libro inédito póstumo, cómo es posible”.
La fascinación de Trujillo con el mar viene de lejos, según recuerda el poeta y ensayista Luigi Amara, su amigo desde que ambos estudiaban en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
“Él, desde joven, se fue a Europa en barco, le atraía ese mundo marino, pero no dejaba de ser alguien que vivía en las urbes, entonces creo que era una atracción muy de la imaginación”, pondera.
“Y ahora que se fue a vivir a la costa, en la costa inglesa o las temporadas en Nayarit, yo creo que de algún modo su propia naturaleza lo llevó a ese tipo de lugares”.
La poesía de su colega, reflexiona, transitó de la tradición española clásica hacia algo más experimental, donde cualquier tema que tocaba tenía siempre un trasfondo muy personal, de su vida existencial y su temperatura anímica.
Una transformación patente en obras como Proa (2000), Sobrenoche (2005), Bipolar (2008), Pitecántropo (2009), Ex profeso (2010), La burbuja (2013) y El acelerador de partículas (2017).
Todavía desconcertado por la noticia del fallecimiento, Amara piensa que el motivo de la mudanza de Trujillo hacia las costas tuvo que ver con los cambios de la vida cultural del País, que lo dejaron sin un sitio, y por situaciones personales.
“Todo se dispersó, todo se atomizó, y entre los problemas naturales de la vida, los problemas personales, el #MeToo (donde fue señalado), la pandemia, yo creo que él atravesó una época difícil, y yo creo que su decisión de irse a Inglaterra, un poco como una especie de autoexilio, tenía que ver con eso”, reflexiona.
“Sí notaba en sus comentarios, en su tono de voz, que había un poco de melancolía y un poco también de enojo, de alguien que estuvo en los medios culturales más importantes del País y de repente se queda fuera de lugar”.
Además de su carrera como escritor, Trujillo llegó a tener importantes cargos editoriales en suplementos y ediciones culturales, como la Revista de la Universidad de México y Letras Libres, además de haber sido director literario del sello Alfaguara y director editorial de la Dirección General de Publicaciones del extinto Conaculta.
“Hay que subrayar que Julio fue un editor sagaz, minucioso, y que tuvo en sus manos la palabra ajena, el cuidado de la palabra ajena en la UNAM, en Conaculta, en Letras Libres, aquilata el escritor Jorge F. Hernández.
Autor de la columna “El mar es un verso” en el diario Milenio, una de las primeras muestras de afecto y preocupación ante la desaparición de Trujillo, Hernández estima que su amigo dejó una obra absolutamente meritoria.
“Trujillo ya se había ganado la mayúscula en ‘Poeta’. Él es heredero de una savia poética de sabios, como David Huerta, Gilberto Owen y yo diría también que de poetas en inglés, como Tennyson, como T.S. Eliot, como Yeats y Keats”, celebró.
Fue precisamente Huerta quien realizó el prólogo para el volumen de la colección Material de Lectura de la UNAM con la poesía de Trujillo, un gesto que convirtió al joven poeta en uno más de los autores que gozaron del entusiasmo y la camaradería del autor de Incurable.
“David tenía un entusiasmo tan desbordante cuando le gustaba un poeta que lo recomendaba, buscaba dónde lo publicaran, lo daba a leer, y cuando conoció a Julio quedó muy deslumbrado”, cuenta la escritora Verónica Murguía, viuda de Huerta.
En un despliegue propio de amistad, Trujillo escribió en Inglaterra el poema Invitación a David Huerta, una evocación de su cómplice literario, fallecido en el 2022, que dedicó a Murguía.
Por su parte, la novelista lo recuerda no sólo como un excelente poeta, sino como un gran lector de poesía, que tuvo aciertos tan geniales como empezar su texto Proa únicamente con el monosílabo “Va”, una palabra cuya forma recuerda a la parte del barco referida en el título.
“Externamente parecía muy risueño, pero de repente se le cachaban ciertas melancolías, que yo pensaba dentro del rango de lo normal, pero sí su sensibilidad era extraordinaria y su inteligencia también”, recuerda Murguía.
Hombre de risas y melancolías, Trujillo logró cautivar a nuevos amigos en los últimos años de su vida, como ocurrió con el pintor Roberto Gil de Montes, a quien conoció en La Peñita de Jaltemba, Nayarit.
Amigo de la escritora y académica Lucy Foster, esposa del poeta, Gil de Montes lo recibió con brazos abiertos y lo invitó a colaborar en diversos proyectos, como en la galería Salón Xaltemba.
“Yo estaba esperando que el mes que entra regresara a La Peñita con Lucy. Se iban a quedar aquí en mi casa e íbamos a retomar proyectos que estábamos planeando hacer”, lamenta el pintor.
Entre ellos está una ilustración que Gil de Montes todavía planea realizar para La isla, como una forma de corresponder a un poema que Trujillo escribió para el catálogo de su exposición Temporada de lluvias.
“Yo le decía a él que los pintores y los poetas son hermanos, y él me decía que por supuesto”, añora.
Sobre lo ocurrido, el pintor estima que Trujillo probablemente necesitaba una buena posibilidad para reencauzar su trayectoria en la vida cultural mexicana, oportunidad que jamás le llegó y que lo mantuvo lejos de su país natal.
Al momento, la Policía de los condados de Devon y Cornwall ha declarado que el fallecimiento de Trujillo no está siendo tratado como un hecho sospechoso, que ya se está preparando un archivo para la autoridad forense y que su familia ha sido avisada.
Ante esta incertidumbre, acentuada por las últimas publicaciones de Trujillo en redes sociales, referentes a la muerte y el suicido, su obra ha sido celebrada y multiplicada por colegas y amigos en redes sociales con tristeza y desconcierto.
Además del libro inédito Detrás de la ciudad y antes del cielo, que lo hizo acreedor al Premio Internacional de Poesía Margarita Hierro el pasado noviembre, hay otro título en camino.
En el 2016, con la generosidad que lo caracterizaba, Trujillo apadrinó a una joven editorial naciente, Dharma Books + Publishing, cuando sus fundadores, Nicolás Cuéllar y Raúl Aguayo, se atrevieron a pedirle que participara en su evento inaugural.
“Nosotros estábamos completamente rayados y completamente felices. Hasta extrañados de que hubiera aceptado, porque en ese entonces nadie conocía la editorial, que estaba empezando”, relata Cuéllar.
Acercándose a su primera década de vida, el sello ahora está por publicar un nuevo libro de Trujillo, ahora tristemente póstumo, que el autor aprobó para su impresión apenas dos días antes de su desaparición en Inglaterra.
Un volumen que, en franca oposición a la muerte, lleva el título de Todavía.
“El libro anterior, Jueves, tiene una relación con Todavía porque, según él me contó, se escribieron más o menos a la par”, explica el editor.
“Me dijo que era un camino que seguía trazándose, quizás de ahí el nombre, Todavía, que a mí me parece muy poético que su último libro se llame así”.
A decir de Cuéllar, es un libro que dialoga con la oscuridad de Jueves, pero que presenta una solución distinta.
“Conversa con esa oscuridad, pero ya con una luz, con una luz de por medio, como ya sacando la cabeza del agua”, reflexiona.
Proyectado para ser presentado en febrero, con un homenaje a toda la obra de Julio Trujillo, este nuevo poemario ofrece algún consuelo ante el fallecimiento de su autor.
Un poeta cuya obra tendió siempre, decididamente, hacia el mar, y cuyos versos persisten a pesar de todo, todavía.
Con la editorial Dharma el escritor preparaba el lanzamiento de Todavía, poemario que está por publicarse y del que se desprenden estos versos:
Festina lente
Me dicen que esté solo,
que aprenda a ser conmigo,
que cómo voy a amar a nadie más
si apenas me conozco.
Me dicen tantas cosas, me aseguran
que en mí hay un vacío
de grandes dimensiones que me traga,
una oquedad
voraz,
una insaciable nada.
Yo no sé cómo responder desde estas ganas
de querer,
desde esta nada plena y rebosante.
Entonces hablo a solas,
me acompaño
por ver si en la quietud de la vorágine
voy deduciendo
algo,
tal vez una facción,
de ti o de mí,
tal vez la indicación de una salida
o de una vuelta al centro,
¡a la neuralgia!
Yo qué sé
Me dicen que no corra,
que camine,
que goce la pausada expedición
que emprendo con cada uno de mis pies.
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