Ciudad de México.-  El personaje de Ellen Hutter en Nosferatu y el propio director del filme de terror gótico, Robert Eggers, comparten desde niños una conexión con lo oscuro, un pacto con lo sobrenatural que los trastoca.

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Mi vida ha sido genial”, dice el realizador de culto (El Faro, La Bruja) en entrevista. “Pero puedo decir que ha habido una especie de soledad, por mis tipos de intereses y por cómo observo el mundo”, agrega.

En su caso, el vampiro lo mordió a los 9 años cuando, en una cinta VHS, vio Nosferatu, título silente pionero de 1922, donde F.W. Murnau adaptó sin autorización la novela “Drácula”, de Bram Stoker, modificando personajes y tramas.

Eggers se rindió ante Orlok, y ha luchado por devolverle la vida a la criatura, la primera vez a los 17 años, en una adaptación teatral que dirigió y protagonizó en la preparatoria.

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Todo sobre el escenario era en blanco y negro y teníamos letreros donde el público veía los diálogos”, evoca el artista, que hoy tiene 41. “Algo muy distinto a esto”.

Nosferatu, que se estrena en cines mexicanos el 1 de enero, es la culminación de su obsesión de vida, donde rinde tributo a uno de los monstruos sobre los que más ha investigado, que más ha amado.

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Hace unos 20 años hubo un caso de vampirismo en el sur de Rumania”, dice, con su conocimiento enciclopédico. “De un alcohólico abusivo que murió y presuntamente volvió de la muerte para atormentar a su familia, particularmente a su nuera”.

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Cuando el ‘cazador de vampiros’ acudió, destruyó el cuerpo en un ritual y ella ya estaba en paz. Pero los vampiros del cine han cambiado mucho. Ya pasamos por Blade y por Edward Cullen (de Crepúsculo)”, bromea.

Ubicado en 1838, entre la ciudad ficticia Wisburg y Transilvania, su largometraje despoja de glamour al monstruo y le devuelve el terror: su Orlok (Bill Skarsgard) es un hechicero cuyo cuerpo, putrefacto, fue preservado por el diablo.

Encarnación de la peste, establecerá una comunión sexual con Ellen (Lily-Rose Depp), frágil joven con afinidad por lo oculto y lo místico, y no cesará hasta que ella, su musa oscura más allá del mar, sea suya por completo.

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Ellen no funciona muy bien en el mundo en el que nació, y es una tragedia, porque tiene un cariñoso esposo que la ama (el agente inmobiliario Thomas, interpretado por Nicholas Hoult), pero él no ve lo que ella.

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Y todo es aún más trágico, pues el único ser con quien ella es capaz de conectar esta parte sobrenatural suya es un jodido demonio”.

Eggers, quien en su obra mezcla terror con mitología y folclor, invita en su película a desaprender ideas y estereotipos que sobre el vampiro ha inculcado el cine, como la manera en que se alimenta.

La tradición dicta que muerde el cuello, lo que, apunta el realizador, tiene sentido por el paso de la arteria carótida, pero su Orlok es más brutal y ataca el pecho de sus víctimas.

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En el folclore, si es que el vampiro se alimenta y no sólo te viola o te sofoca, beben sangre del corazón. Esta idea viene de las parálisis de sueño, esas pesadillas que tienes, despiertas y sientes una presión en el pecho. El vampiro te estaba bebiendo”.

Para su producción, el realizador se regodeó en los detalles: hizo, por ejemplo, que su Orlok hablara dacio, una lengua muerta, y filmó en el castillo checo Pernstejn, locación del Nosferatu (1979) de Werner Herzog.

Utilizó en secuencias a 5 mil ratas reales, diseñó escenas iluminadas sólo por velas y hasta creó un emblema para su brutal vampiro, mezclando tradición rumana, ideas de la magia salomónica y su propia sensibilidad.

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Tuve que construir mi mitología y que tuviera algo de consistencia”, dice con orgullo. “Fue un desafío. Me asesoró un ocultista practicante para asegurarse que todo tuviera sentido”.

A través de Nosferatu, su sinfonía de terror, pudo conectar su soledad e intereses oscuros con los de almas similares en el set, a quienes exigió un compromiso y precisiones sin condescendencias.