Por: León Krauze
Después de la elección de Donald Trump y el triunfo del partido republicano en el Congreso, un número considerable de usuarios ha decidido dejar Twitter, la red social que pertenece a Elon Musk, el millonario que fue fundamental durante la campaña y está jugando un papel polémico en la conformación del nuevo gobierno.
Algunos medios de comunicación, como el diario inglés The Guardian, también han decidido dejar Twitter. The Guardian explicó su decisión por tres factores: la “toxicidad” de la plataforma, la influencia de Elon Musk a quien acusó de usar la plataforma para “moldear el discurso político” y una preocupación general por el contenido.
En Estados Unidos varios líderes de opinión han hecho eco de esas razones y han anunciado que abrirán cuentas en otras redes sociales similares, como Bluesky, y migrarán su actividad en redes hacia allá.
Otros más han dicho que ya no interactuarán en Twitter, o reducirán al mínimo sus publicaciones. Me parece un error. Si la intención es castigar a Musk, parece casi un berrinche.
Twitter no tiene mayor peso en las finanzas de Musk. Sus negocios más importantes están en otro lado, como Tesla, Starlink, SpaceX y otras iniciativas en las que Musk ha sido innovador y disruptivo, avanzando en el desarrollo de infraestructura donde los gobiernos lo han dejado. Para Musk, Twitter es una herramienta de influencia, como ha quedado claro en esta elección.
Un éxodo sólo tendría un efecto si fuera auténticamente masivo. Eso no va a ocurrir.
Si el éxodo masivo no ocurre, entonces la pregunta es qué se gana dejando Twitter.
La respuesta es que se gana muy poco y se puede perder mucho.
Los medios tradicionales han ido perdiendo peso e influencia, en algunos casos de manera justa y merecida y en la mayoría, lo contrario. El periodismo ha sido víctima de una brutal guerra de desprestigio que cuestiona sus motivos y sus métodos.
Esta campaña ha aprovechado la ignorancia generalizada sobre cómo funciona el periodismo, su rigor y método. Habrá que reconstruir esa confianza.
Pero esa confianza no se reconstruye abandonando las plataformas donde las nuevas generaciones obtienen algún tipo de información. O, mejor dicho: mucha desinformación. Todo lo contrario. Hay que estar presente ahí, para defender conquistas esenciales: la democracia, la libertad y la verdad misma.
En cierto sentido, Musk y otros aliados suyos en la Guerra Fría de propaganda, conspiración y desinformación que vivimos cuentan con la claudicación de quienes defendemos los valores de la libertad y el conocimiento objetivo. Dejarles Twitter, como dejarles cualquier otro espacio, parece una estrategia equivocada. Yo no dejaré Twitter.
He abierto, eso sí, una cuenta en Bluesky. Como también abrí, en su momento, una cuenta en la red social de Donald Trump. Cualquiera que se dedique al periodismo, o que crea en la importancia del debate, debe estar presente. Debe aprender a escuchar, aclarar, participar.
Es ahí donde se librará la batalla de las ideas que va a definir el rumbo de nuestro mundo en lo que resta del siglo. Muy pronto habrá que contrarrestar también, o aprovechar de manera virtuosa, la inteligencia artificial. Hay que estar ahí.
Eso sí: no le llamemos “X”. Eso sí es hacerle el juego a Musk.
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