Por: Horacio Marchand
“El humano no puede rehacerse a sí mismo sin dolor porque es a la vez el mármol y el escultor”.
Alexis Carrel
Yo soy mi historia en acción. Y tú también. La de tu empresa también. Para el caso, la de un país también. Es que la vida que está ocurriendo, la que ha ocurrido y la que va a ocurrir es producto de una narrativa ya asumida, introyectada, dada por hecho en el subconsciente y que cotidianamente se desdobla como un programa ejecutado. Si aceptas la historia, aceptas el destino.
En la disciplina de la estrategia, lo anterior podría asemejarse a lo que Henry Mintzberg llama la estrategia espontánea, típicamente inconsciente; la que se hace todos los días. Esto representa la asignación de recursos y la atención organizacional. Esta fuerza inercial es tal, que resulta intrigante ver cómo una compañía anuncia con pompa una determinada estrategia (intencionada) para luego apreciar la eficacia con la que se ejecuta otra completamente diferente (espontánea).
La historia que nos contamos y el guión fundacional de cada quién, conforme lo describen W. Calvin, E. Berne, C. Steiner, S. Freud, C. Jung y J. Hollis, opera más o menos así: se forma en la niñez por una amalgama de condicionamiento genético, contexto social, vida en familia (en particular la influencia de los padres) y, más controversialmente, por el impacto transgeneracional, conforme lo describe B. Hellinger.
Ante la abrumadora vulnerabilidad que experimenta el niño, la sique opta por adueñarse de ciertas conductas y actitudes que le permitan lidiar con la amenaza del entorno y asegurarse de no ser abandonado. En este proceso, se forma lo equivalente a una impronta de guion o autonarrativa.
Estas narrativas funcionan para dar coherencia y definir cuestiones trascendentales, como el explicarnos a nosotros mismos, delinearnos el camino, definir valores y clarificar metas.
Las personas con salud mental, reconocen intuitivamente que las historias de la niñez sirvieron a objetivos propios de esa etapa y que ya de adultos, es necesario reformular la historia porque no sirve ya al propósito original.
Los guiones ganadores persisten, se adaptan y se reinventan frente a la adversidad y siguen insertando sistemáticamente una cultura ganadora.
El caso es que el destino de una empresa es una proyección del guion de la persona que la dirige y el verdadero ganador no se casa con su guion original, sino que va transformando su narrativa en coherencia con su presente. Tiene la capacidad de imaginar y recrear una nueva historia personal.
Las personas sin salud mental, con patologías, al crecer responden igual que siempre; con fijación funcional. Desde la escasez y la falta de poder, este tipo de personas buscan agradar para ser rescatadas o victimizarse; no se hacen responsables, culpan al entorno y su conducta es infantil. Los guiones aquí son mediocres o perdedores.
¿Podemos cambiar nuestra autonarrativa? Este es el punto medular. La evidencia publicada en The Principles and Practice of Narrative Medicine parece apuntar que cuando un guion inconsciente se hace consciente y la persona se atreve, puede transformar un guion de víctima a uno de héroe.
James Hillman, el célebre autor de sicología arquetípica, propone un bello ejercicio. Hazlo: en una hoja escribe tu historia de vida con data, lo que pasó, hechos. Luego, en otra hoja, escribe tu historia como víctima: me hicieron, me pasó, me provocó, abusaron, etc. Y finalmente, en otra escribe tu historia como héroe o heroína: a pesar de todo, le di la vuelta.
Si estás crónicamente incómodo, te sientes atrapado, te repites y te ensimismas constantemente, si vas perdiendo más de lo que vas ganando, llegó la hora. Sacúdete tu vieja vida; morir lo suficiente y renacer en una nueva historia está a tu alcance. Te lo agradecerá tu gente cercana, tu empresa y tú mismo. Se puede. Créate una nueva historia y sigue su camino.
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