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Coahuila

Nicolás Cuevas Sánchez, expresión musical de nuestro tiempo

Por Carlos Gaytán Dávila

Hace 1 semana

Uno de sus grandes logros fue la creación de la Orquesta Sinfónica de Coahuila, de la que fue director hasta 1977. Con anterioridad fue violín concertino de la Orquesta Sinfónica de Nuevo León.

Los saltillenses de nuestro tiempo recordamos la figura inconfundible de don Nicolás Cuevas Sánchez, siempre esbelto, bien vestido y auténtico virtuoso de la música clásica.

Fue sin duda uno de los personajes de mayor valía artística dentro de la cultura musical de nuestra patria chica.

Su nombre de batalla era Nicolás Cuevas Jr., heredado del homónimo de su padre, ambos poseedores de una notable aptitud para la música clásica. Nicolás cubrió un tiempo muy importante en este aspecto en aquel Saltillo tan provinciano, tan culto y pletórico de romanticismo.

Su orquesta de profesionales dejó recuerdos en nuestro cerebro y en nuestros corazones, cuando actuaba en los bailes de la Sociedad Manuel Acuña, el otrora salón de lujo, que a la par que el casino fueron escenarios de aquellos suntuosos bailes.

Recordar los saraos de fin de año, que nos transportan a un tiempo no muy lejano, cuando al sonar de la orquesta de Nicolás Cuevas los asistentes a esta velada nocturna de personas que sin distinción solían reunirse para divertirse no son sólo con baile, sino con la música de la gran orquesta de violines.

Los concurrentes chocaban las copas y se estrechaban los cuerpos al sonar las campanas de la medianoche, para dar la bienvenida al nuevo año.

Y aquellos fabulosos bailes rancheros de la Sociedad Manuel Acuña, amenizados por la orquesta de Nicolás Cuevas Jr., que alternaba triunfante con las grandes bandas venidas de la Ciudad de México, Pablo Beltrán Ruiz, Luis Alcaraz, Agustín Lara y Venus Rey. En los bailes de graduación y las inolvidables tertulias dominicales de la Acuña, compartían unidas en una especie de hermandad las orquestas de los Cuevas, Tapia, Yeverino y Lorenzo Hernández.

El maestro Cuevas, como muchos buenos músicos llegados a Saltillo por azares del destino nace el 28 de abril de 1914, en el mineral de Real de Catorce, San Luis Potosí; desde niño se traslada con su familia a nuestra ciudad, donde desarrolla su temperamento musical heredado de su abuelo Romualdo Sánchez Bustamante y de su padre Nicolás Cuevas. Estudiaba la primaria cuando toca por primera vez en un festival de la Escuela Normal, y de joven se adueña del dominio del violín y de otros instrumentos musicales bajo la conducción de los ameritados maestros Ismael Fuentes y Cipriano Maldonado, así como la de su propio padre. En 1930 actuó con su hermano Antonio en el teatro principal de la Ciudad de México, en la compañía de Roberto Soto, luego hacen juntos una exitosa gira por varias ciudades de Estados Unidos al servicio de una compañía de teatro y de la famosa RKO Radio.

La orquesta de los hermanos Cuevas se integró originalmente en 1936; Antonio fue su primer director. Años más tarde, Nicolás queda al frente de ella, que es con la que vive sus mejores tiempos. Su cuarteto de cuerdas llenó momentos inolvidables de la bohemia saltillense. Uno de sus grandes logros fue la creación de la Orquesta Sinfónica de Coahuila, de la que fue director hasta 1977. Con anterioridad fue violín concertino de la Orquesta Sinfónica de Nuevo León, su actuación le valió el reconocimiento del Gobierno neoleonés que dio su nombre en Apodaca a la Escuela Secundaria Nicolás Cuevas.

La vena musical del maestro Cuevas hizo eco en sus hijos criados al lado de su esposa María Flores Treviño: Nicolás, Gloria Thelma, Ariel, Julio, Aída Guadalupe, Griselda, Diana y Roxana, quienes de una u otra manera hacen gala de las aptitudes artísticas heredadas de su padre. Don Nicolás Cuevas Sánchez dejó de existir el 9 de mayo de 1977 en la Ciudad de Monterrey, aquejado de vieja dolencia.

 

La anécdota

Una ocasión un grupo de buenos violinistas encabezados por el maestro Cuevas, fue a dar serenata a un conocido maestro, director de la Benemérita Normal del Estado. Al término de cada actuación los invitaba a desayunar y los gratificaba, pero esa ves les dijo: “Muchachos no tenga con qué pagarles, más que compartirles a cada uno un cachito de la Lotería Nacional que juega esta noche”. Y el número resultó ser el agraciado con el premio mayor de la LN.

 

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