Hacía mucho tiempo no hablaba con Sofía. Habíamos tenido un ligero desencuentro debido a cuestiones económicas, me tardé más tiempo de lo acordado en pagarle un préstamo que a duras penas pude por fin pagarle.
“Ya compré las uvas para Año Nuevo. No, no te rías, las voy a congelar porque seguramente van a estar carísimas desde mediados de diciembre. Ya le hablé a meseros para la comida familiar de Navidad y desempolvé toda la parafernalia para decorar el árbol.
“En esta ocasión no pienso gastar un centavo en una decoración diferente que la del año pasado. Que ¿por qué me estoy adelantando tanto? Porque lo único que quiero en estos momentos es evadirme de la realidad de mi país y hasta del mundo.
“¿Me entiendes, fugarme, escapar y ya no cuestionarme por qué razón perdió mi candidata, Kamala? ¿Tú no estás deprimida? Tú que me convenciste a mí de apoyarla, confiésame que cuando conociste los resultados de la contienda electoral para Presidente o Presidenta de los Estados Unidos, te dio un soponcio. “El martes no dormí, me quedé toda la noche viendo la tele, esperando los resultados más recientes. Al otro día, el miércoles negro, cuando finalmente se confirmó que había arrasado Trump, y por mucho, me quería morir.
“Estaba convencida de que Kamala iba a ganar, gracias al voto de las mujeres, del voto latino, a los jóvenes y a los negros… Por eso al otro día opté ponerme de luto por un mundo que se acababa y por no saber aún lo que vendría…
“Todavía no puedo creer que ese tipo tan misógino, racista, mentiroso, criminal, machista, tramposo, violador de mujeres, falsificador de documentos, enemigo de los migrantes, grosero, corriente, viejo, feo, gordo, de pelo oxigenado cuyo copete está hecho con puras extensiones, que se hizo la liposucción, antidemocrático y que en ningún momento respeta la Constitución de su país, sea ahora, ooooooootra vez el Presidente.
“¿No te parece suficiente razón como para estar deprimida? Me voy a convertir al budismo, tal vez allí encuentre una respuesta. Ya no sé lo que es democracia, ni República, y en qué consiste ley”.
Sofía se escuchaba realmente afectada, triste, melancólica y muy negativa. No sabía qué decirle, porque yo me sentía igual. No obstante, no le manifesté mi estado de ánimo, para no deprimirla aún más. La entendía perfectamente. También yo estaba pasando por el mismo trance y no me sentía capaz de consolarla y decirle palabras de aliento.
¿Y qué tal México? ¿No estaremos peor que Estados Unidos? Allá por lo menos, la ley sí es la ley. Son ricos y con Trump y Musk, se van a volver más ricos aún. Yo ya no creo en mi país, no creo en la Presidenta, no me representa, me da flojera.
Cuando asegura que quiere hablar con “el pueblo”, me da la impresión que al pueblo también le da pereza lo que dice. Ella, como el expresidente ha traicionado la Constitución, con la brutal reforma constitucional al Poder Judicial. Creo que ni Trump, se atrevería a hacer algo semejante. Para acabarla de amolar, cada día hay más violencia en México, más crímenes, más injusticia.
No sucede nada más en dos o tres estados, todo el país está a punto de convertirse en una narconación. ¿Qué va a ser la Presidenta, cuando Trump, expulse a todos los migrantes que están del otro lado, ya no habrá más remesas para mandarles a sus familias, en su país, no encontrarán trabajo, muchos de ellos jóvenes, tal vez, se convertirán en sicarios, para sobrevivir.
Los problemas ecológicos, están cada vez más presentes. ¿Quién querrá arriesgarse a venir a un país donde no existe la ley, ni garantías, ni seguridad, ni mucho menos confianza en nuestra economía?
Ahora, entiendes por qué estoy tan deprimida. Por mí, yo adelantaría la Navidad, así como lo ha hecho Maduro, por decreto, con tal de enajenarme en la fiesta navideña. A pesar de que ya no creo, ni en el niño Jesús, ni en los Reyes Magos, y menos en Santa Clos, porque seguramente votó por Trump…”
Ya no quería seguir escuchando el monólogo de Sofía. Resultaba demasiado deprimente. Por más que quería cambiar la conversación con otro tema, por ejemplo… nada… no encontraba ninguno. Por otro lado, me daba pena colgarle, o bien suplicarle, que cambiara de estado de ánimo.
“Sofía, me tengo que ir corriendo para cobrar los 500 pesos que me quedan en mi cuenta del Bienestar. Veámonos pronto para…”. De pronto, escuché “click”, y fue ella, la que me colgó…
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