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Coahuila

Las figuras de la música norteña y los acontecimientos funestos

Por Carlos Gaytán Dávila

Hace 2 semanas

La reciente muerte del compositor de más de 200 canciones, Catarino Leos Rodríguez, uno de los precursores de la música norteña que, con su conjunto Los Rancheritos del Topo Chico, me lleva a recordar que casi a la par, en la década de los años sesenta de la pasada centuria, Los Huracanes de Saltillo, se convierten en el primer conjunto de música norteña de la era contemporánea de nuestra ciudad y dispuesto a competir con los pioneros de la música grupera de la ciudad de Monterrey.

El grupo local ensayaban con mucho ahínco y lo hacía en forma profesional, a pesar de que cada uno de sus integrantes trabajaba durante la semana y por las noches se daba habilidades para asistir a los ensayos en casa de Juan Manuel Saucedo, (el cantante y contrabajista del grupo), ahí en la acera poniente de la Plaza Félix U. Gómez (en el mero corazón del barrio cuna de Saltillo El Ojo de Agua).

El director del grupo era Ricardo Romero, de oficio plomero, quien tocaba el bajo sexto, así como los hermanos Isidoro y Antonio Celestino saxofonistas, en el acordeón un famoso albañil Ramón Hernández y las percusiones o sea los bongos los tocaban Jesús “El Zurdo” Covarrubias y Juan “La Pini” Hernández.

Los Huracanes de Saltillo, pronto comenzaron a tener contratos importantes y alternaban con los grupos norteños más famosos venidos de Monterrey, de Tamaulipas o del Valle de Texas.

Pronto grabarían su primer disco sencillo, de 45 revoluciones por minuto, para la marca regiomontana DLV, propiedad de Basilio Villarreal, un promotor de la música norteña. Juan Manuel Saucedo era dueño de un original y potente voz y escogió para llevar al acetato una canción del compositor de Piedras Negras, Mario Rodríguez de Hoyos: Ayúdame a Vivir, que tal vez fue el sello o la marca de su destino. La canción con los Huracanes del Norte, pegó a nivel regional. El grupo se desintegró pronto.

Enrique “El Pipo” Linares se separó de “Las Siluetas”, para emprender el camino como solista. El conjunto buscaba un cantante y ahí quedó como anillo al dedo Juan Manuel. La fama de “Las Siluetas” trascendió las fronteras del estado y llegó un contrato para actuar en un centro nocturno de Ciudad Juárez, “El Bolerama”. Buena paga, buena comida, buen hotel, que más querían, además contrato por tiempo indefinido y alguien de Estados Unidos los había escuchado y ya tenían el propósito de hacer una gira por la Unión Americana.

Habían transcurrido algunos tres meses y una mañana avisaron a la estación radiodifusora XESJ que Juan Manuel Saucedo y su joven familia habían sufrido un accidente. Él fue el peor librado. Su esposa Josefina Cavazos Bonilla y sus tres niñas tenían lesiones leves. Juan Manuel invitó a su compañera y a las niñas a comer en un restaurante del centro de Juárez.

Viajaban en la vagoneta propiedad del conjunto; al llegar a un crucero no hizo alto y se estrelló contra un camión de pasajeros. El golpe fue brutal y de dramáticas consecuencias, él con estallamiento de vísceras. Las niñas y la señora levemente golpeadas. De Saltillo viajaron sus padres doña Josefina Solís y don Magdaleno Saucedo. El pidió que no lo operaran de inmediato, que esperaran a que llegaran ellos y, de no haber sido porque se tardaron en desayunar, lo hubieran alcanzado vivo. Dicen que no daba signos de gravedad pues, pese a las lesiones, les cantó a las enfermeras, pero lamentablemente un infarto acabó con su vida mientras era intervenido. Tenía apenas 23 años de edad.

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