Washington, D.C.- El mensaje lo escribió en una servilleta uno de los hombres más cercanos a Donald Trump. Dibujó un mapa de México y Estados Unidos, y dijo: Si ustedes resuelven el flujo de migrantes, nosotros los apoyamos en todo lo que quieran, y que quede claro, en todo.
Era el año 2017. Donald Trump había irrumpido en la política americana y había conquistado la Presidencia de Estados Unidos con un discurso marcadamente antimexicano. Se armó una reunión de altísimo nivel en la Casa Blanca con la élite del gabinete de México, en ese entonces gobernado por Enrique Peña Nieto. México entendió el mensaje de la servilleta.
Los dos presidentes mexicanos que tuvieron que lidiar con Trump utilizaron la misma estrategia: bajar la cabeza y frenar la migración. Aguantaron los insultos, no contestaron ninguno, detuvieron en la frontera sur de nuestro país las oleadas migratorias centroamericanas y con eso lograron sortear la personalidad irascible, ególatra y destrampada del Mandatario americano. A cambio de eso, Trump no les reclamó nada más. Los dejó ser y hacer.
Peña Nieto pagó el altísimo costo de haber invitado a Trump cuando era apenas candidato. Ese fue su seguro de vida cuando, contra todo pronóstico, llegó a la Casa Blanca. López Obrador sigue pagando el costo de que una vez a la semana Trump lo identifique como el que quiso ponérsele al tú por tú y terminó achicado: “Nunca he visto a nadie doblarse así” es la frase que repite el republicano para relatar cómo el Gobierno mexicano no aguantó la amenaza de aranceles y optó por frenar la migración prácticamente donando 26 mil soldados mexicanos a la causa estadunidense.
Hace ocho años, el tema era uno solo: migración. Pero en los últimos dos años, ha surgido el tema del narcotráfico como central en la discusión política estadunidense. En este tema, el discurso de campaña es sencillo: los cárteles mexicanos mandan fentanilo, este mata a 100 mil jóvenes al año y el Gobierno de México no hace nada. El “abrazos no balazos” animó esta narrativa. También el rompimiento de López Obrador con las agencias de inteligencia americanas.
Gane quien gane, la próxima Presidencia de Estados Unidos no va a ser sencilla para México:
En migración, los dos candidatos van a endurecer la posición oficial. Están política y electoralmente obligados. Trump ha dicho varias veces que cerrará la frontera en su primer día de Gobierno. Va a tener que cumplir de alguna manera. México tendrá que trabajar para que sea sólo un día, o sea un medio-cierre. Las duras posiciones migratorias trumpianas han obligado a Kamala a recorrerse a la geografía dura.
En seguridad, los dos también van por más. Si la presidenta Sheinbaum quiere mantener rota la cooperación en seguridad de su antecesor, que se prepare para que sucedan más cosas como la del Mayo Zambada. Trump ha hablado de usar al Ejército estadunidense para hacer operaciones antinarco en México, así que puede prepararse para que drones americanos ataquen laboratorios en la sierra mexicana.
En economía, viene la renegociación del T-MEC. ¿Piensan que Kamala es más suave porque no habla de aranceles como Trump? Ella misma ha recordado que nunca estuvo a favor del T-MEC y votó en contra cuando era legisladora. Y él usa lo de los aranceles casi como muletilla.
¿Qué quiero decir con todo esto? Que dos huracanes amenazan con tocar suelo mexicano. Trump ya es huracán categoría 5. Su potencial destructivo está probado y a la vista. Kamala es 3, con potencial de crecer. Y no por ser 3 no es riesgoso. De cómo se prepare el Gobierno de México para vientos y lluvia, dependerá el tamaño de los daños.
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