“A todos nos gustaría votar por el mejor candidato, pero nadie lo postula”.
Kin Hubbard
Kamala Harris no es la candidata perfecta. Muchas de sus propuestas son inviables o tendrían costos muy importantes. No parece entender cómo funciona la economía.
Esto lo exhibe en su propuesta de combatir lo que considera “aumentos injustificados de precios” a través de controles gubernamentales. No comprende que los controles generan escasez y mercados negros, y aumentan los precios porque desvían la inversión a otros campos. La inflación en Estados Unidos de los últimos años ha sido consecuencia del aumento exagerado del gasto público durante la pandemia y después. No sirve de nada combatir el síntoma, los precios, y no la enfermedad, el gasto.
Otras propuestas suyas revelan también ignorancia económica. Para resolver una supuesta crisis de vivienda, por ejemplo, propone entregar 25 mil dólares de apoyo a quienes compren casa por primera vez. Sería un nuevo y costoso subsidio a las clases medias, pero no toca las razones reales del encarecimiento de la vivienda, que son principalmente las restricciones regulatorias locales a la construcción de nuevas unidades. Un programa de desregularización sería mucho menos costoso, pero generaría una mayor oferta de vivienda.
La vicepresidenta, en cambio, mantiene posiciones en otros temas que a mí me parecen positivas. Propone, por ejemplo, “restablecer y proteger las libertades reproductivas”, lo cual es una respuesta indispensable a las medidas de los gobiernos republicanos para penalizar el aborto y meterse en la vida íntima de los gobernados.
Donald Trump puede argumentar que su Gobierno promovió, hasta que llegó la pandemia, un razonable crecimiento económico. La razón principal fue su decisión de 2017 de bajar el impuesto corporativo de 35%, uno de los más altos del mundo, a 21%, en línea con el promedio de los países desarrollados. Ahora quiere reducirlo a 15%, que sería uno de los más bajos del planeta. Esto generará crecimiento sin necesidad de estímulos fiscales.
Sin embargo, muchas de las medidas que Trump propone en campaña son también de una profunda ignorancia económica. Subir los aranceles a las importaciones, por ejemplo, generaría inflación sin crear nuevos empleos en la Unión Americana, ya que las empresas locales se volverían menos competitivas al pagar más por insumos importados. Cerrar la frontera a los inmigrantes, más de lo que ya está, y expulsar a 11 millones de indocumentados que residen en el país desde hace años o décadas, agravaría de manera brutal la actual escasez de mano de obra y llevaría al colapso de muchas actividades productivos.
La principal razón para rechazar un nuevo gobierno de Trump, sin embargo, es que ya ha demostrado no ser un demócrata. Su rechazo a reconocer su derrota en las urnas en 2020 es vergonzoso. Ejerció además presiones sobre funcionarios como el secretario de Estado de Georgia, Brad Raffensperger, y el vicepresidente Mike Pence para que lo apoyaran a realizar un fraude electoral. El 6 de enero de 2021 trató de impedir la calificación de la elección al incitar a una turba a lanzarse al Capitolio para impedir violentamente la votación del Colegio Electoral. Las posibilidades de que asuma poderes de dictador si gana la elección se han incrementado con el fallo del 1 de julio de la Suprema Corte que le reconoció “inmunidad absoluta” por “actos oficiales” como presidente.
Las encuestas de opinión muestran un empate técnico en el voto popular, aunque las apuestas favorecen a Trump. Los dos candidatos tienen muchos problemas, sobre todo en política económica, pero el peor es Trump, porque es realmente un peligro para la democracia.
Amenaza
AMLO criticó a Trump antes de ser presidente, incluso con un libro, Oye, Trump. Ya en el poder se hicieron amigos: los unía ser populistas y autoritarios. Ayer, Trump amenazó a Sheinbaum con imponer aranceles de 25% a México si no frena “la avalancha de criminales y drogas que entran” a Estados Unidos. No es una declaración amistosa.
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