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Coahuila

¿Vacío, obscuridad, dolor interior, ideas suicidas?

Por María José César

Hace 1 mes

“No me entiendo. Estoy bien, me río y me divierto, pero en el fondo, siento un vacío que no desaparece aunque esté riendo a carcajadas”.
La depresión, la ansiedad y los ataques de pánico, no son signos de debilidad. Son signos de haber tratado de permanecer fuerte, por mucho tiempo.

Ya hemos tratado en mi columna el tema de la depresión, pero hoy quisiera compartirte el testimonio de una hermosa mujer que conocí hace unas semanas y me llenó de su luz. Le pedí me compartiera su historia, pues estoy segura que Dios quiere iluminarte a ti a través de su testimonio, si has pasado por esto o conoces a alguien que lo está viviendo.

“‘Todo va a mejorar’ ‘Podrías estar peor’ ‘No es para tanto’, son unas de las pocas cosas que escucha una persona que padece depresión, en este caso les contare mi historia lidiando con depresión y un trastorno de ansiedad. Mi historia comenzó hace 27 años, de pequeña padecí muchas enfermedades que me hicieron vivir mucho tiempo en hospitales. Tengo unos padres excelentes que me enseñaron a ver la vida de la mejor manera posible, todo el tiempo me decían que yo era el mejor regalo que les pudo dar la vida; pero aun así, yo me preguntaba: ‘¿Por qué a mí?’, y lloraba desde que tengo memoria.

“Mis padres nunca se dieron cuenta, porque por no verme débil, no contaba nada. Siempre estuve cerca de la Iglesia y eso me mantuvo a flote durante muchos años. Logré terminar mis estudios y decidí estudiar Medicina; terminé mi carrera de manera satisfactoria. Sin embargo, llegó el punto en el que mi salud empeoró, y me dijeron que no podía continuar con la especialidad porque mi salud no era estable y no iba a poder con la carga de trabajo, en ese momento pasé por mucho dolor. Lo único que me mantenía a flote eran las ganas de ser excelente en lo que siempre había planeado. Llegué al punto donde me volví antisocial, perdí amigos, conexiones, me alejé de todos, estaba cansada del mundo y sentía que mi mente se había dado por vencida conmigo.

Pasaba horas acostada deseando estar muerta, ya no quería vivir, iba en el uber y pensaba en saltar del carro, fueron meses de ideas suicidas.

“Acudía al hospital de manera normal, sonreía, mis amigas me preguntaban que si estaba bien y yo les decía que sí, mientras a las que me atrevía a contarles me tachaban de dramática, de que ‘no era para tanto’, o de que ‘estaba loca’.  ¿Sabes lo que le hace a una persona con enfermedad mental, que le llames loca? Se odia más a sí misma, entonces lejos de ayudar, empeoras la situación. Un día tomé la decisión de acabar con mi vida porque sentía que ya no era persona, que estaba completamente vacía. Hice una carta explicando que durante toda mi vida había batallado con mi salud y estaba exhausta. El día se llegó, tuve una sobredosis, desperté en el hospital, todo era muy confuso, creo que todos quieren saber qué pasa por la cabeza de un suicida en el momento de tomar esa decisión, en mi caso fue acabar con el dolor, mas una vez que lo hice, me tacharon de egoísta.

“Tomé la decisión de ir a un retiro espiritual que me ayudó a darme cuenta que a pesar de que la vida nos hace pasar por momentos muy oscuros, siempre al final del camino hay luz. Aprendí a verme con otros ojos, a empezar a ver mi realidad, que en ciertas cosas me estaba victimizando y que en efecto mi vida había sido muy difícil, pero que nadie escoge lo que le toca vivir.  Escuchando otros testimonios entendí que cada quien sufre a su manera, y que mi sufrimiento no era más grande que el de la persona que tenía al lado, sólo era diferente, porque todos somos seres de luz, pero no somos iguales. Y desde ahí empecé a cambiar mi entorno, porque como paciente con enfermedad mental es fundamental el entorno, porque claro que habrá días que te vas a caer, pero necesitas un sistema de soporte: padres, amigos, terapeuta, alguien que crea que puedes ser mejor, porque siempre se puede ser mejor.

“Empecé ir a cursos donde trabajé la introspección y me entró el amor por la psiquiatría. Ahí entendí que falta mucha cultura, pero el hecho de que falte no quiere decir que no existan la depresión, la ansiedad, la esquizofrenia, etcétera. Todas son enfermedades y deben de ser tratadas como tal, con respeto.

No todos pasamos por lo mismo, no todos tomamos pastillas, no todos tenemos la capacidad de abrirnos, no todos tenemos ideas suicidas; y creo que en la sociedad en la que vivimos, se nos tacha de ser dramáticos y demás cosas, pero es como decirle a una persona con cualquier otra enfermedad, ‘equis, al rato se te pasa’. No se pasa y si acaso empeora, es fundamental pedir ayuda y, si te toca del otro lado, ayuda, escucha, entiende que el otro es diferente, que todos sufrimos.

“Doy mi testimonio para que sepas desde una persona que sabe lo que es estar en la oscuridad, que sí se puede salir adelante, no importa por lo que estés pasando. Es importante acabar con el estigma social de que si vamos con un terapeuta, sicólogo o siquiatra estamos locos, todos necesitamos alguna vez que nos escuchen y nos guíen, en lo personal agradezco a Dios por todo lo que pasé, porque gracias a eso puedo apreciar la luz y darme cuenta que mi vida es hermosa y que merezco todo lo que me ha enviado.

“Todos buscamos que nos vean por lo que realmente somos y que no nos cataloguen por una enfermedad. Por eso, si quieres ayudar empieza por tu familia, amigos, vecinos… Es importante que sepan que no están solos, que muchas personas lidiamos con la enfermedad de diferentes maneras, y es válido. No eres menos por tener depresión, ansiedad u alguna otra.

“Eres fuerte, aunque no lo creas, no te des por vencido, sé amable contigo, no te juzgues, estás pasando por un mal momento, pero la tormenta se acaba y el arcoíris es la mejor parte. Entrar en depresión no es opcional, pero quedarte ahí en muchas ocasiones sí lo es. Busca ayuda y verás cómo todo en tu vida empieza a cambiar. El suicidio no acaba con el dolor, lo hace más grande, eres un guerrero y saldrás de esto”. NT  [email protected]

Gracias N, por enseñarnos, que quien tiene un porqué para vivir, puede afrontar cualquier cómo. Gracias por tu lucha, tu valentía, tu fuerza, que nos llena para seguir adelante y nos da una perspectiva de que sí podemos pedir ayuda y ser ayudados y acompañados.

 

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