En el terremoto de Haití, la prensa internacional exhibió los pingües negocios que realizan principalmente los contadores de las organizaciones de ayuda humanitaria, incluidas la Cruz Roja y Unicef con el manejo de las ayudas.
Miles de millones de dólares se perdieron en el éter, no llegando más que porcentajes mínimos a la población de ese escuálido país.
Y el patrón existió y se repite en cada desgracia o tragedia de esta decadente sociedad contemporánea, la ayuda no llega a los afectados.
En el antiguo PRI, con el terremoto del 85, fue escandaloso el saqueo de camiones con ayuda de estados unidos que eran interceptados y veíamos a funcionarios y sus familias vendiendo quesos, lonas etc a título personal.
En el terremoto del 2017, el grupo de lo que ahora es la 4T, hicieron una colecta, misma que repartieron entre la gavilla, al inicio de la destructiva gestión de López Obrador.
Lo que ahora ocupa las mentes de quienes se conmueven, es el ataque de las fuerzas israelitas contra sus antagonistas.
Ese conflicto tiene 70 años y fue consecuencias de la guerra mundial, el mundo árabe pasó de ser dominio del imperio otomano a inglés y de ahí a ser repartido entre naciones árabes y la comunidad judía, palestina fue soslayada por las otras naciones árabes que dejaron crecer el problema.
Con muchos cambios, convivían palestinos con israelitas en una calma chicha, esa calma la rompieron palestinos armados y entrenados que cobardemente, hicieron una masacre de inocentes israelitas y de otros países en la franja de Gaza.
La represalia israelí fue contra efectivos palestinos, claro, incluyendo víctimas inocentes. Y no piensan parar.
Pero queda claro, que el detonador fue el acto terrorista ordenado por quienes cobardemente se ocultan tras inocentes. Como en todo conflicto, muchas veces es más valioso pensar en las consecuencias, que definir de quién es la culpa.
Toda ayuda prestada engordará las billeteras de los recaudadores y no servirá para solución alguna, desgraciadamente.
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