Saltillo, Coah.- Cada estudiante cuenta con habilidades y capacidades diferentes, mismas que deberían ser identificadas por el docente, a fin de que el proceso de enseñanza-aprendizaje sea más eficiente. Teorías que sin ser nuevas, se retoman en cada proyecto educativo, sin embargo, “el chiste no es decirlos, sino hacerlos”, reconoció la maestra Nora Lagarda Murrieta.

En la sección Maestros que Dejan Huella de Despega Con Chuchuy de Tele Saltillo, la maestra Nora compartió anécdotas y conceptos adquiridos a lo largo de más de 54 años de trayectoria. Recordó sus inicios en Sonora, su tierra natal en donde se preparó tanto en Letras como en la Normal Superior.

Siendo la más pequeña de una familia muy unida, su forma de ser la llevó a meterse en muchos problemas en la escuela de monjas en la que desarrolló su educación inicial. Aunque tenía calificaciones de excelencia, siempre decía lo que pensaba y de pronto no es muy bien visto por todas las personas.

Aquí fue donde encontró su vocación. La maestra Nora es un gran ejemplo de resiliencia y de amor por la vida, herramientas que han sido fundamentales para su desempeño profesional. “Para mí lo más bonito es querer ser la maestra que yo no tuve”, dijo.

“ Era la desordenada de la escuela… llamaban a mis papás para que me cambiara de escuela… la base de enseñar sigue siendo la misma, su tu no le pones el arte de enseñar, te pierdes. Hay que estar motivando a los niños… Cualquier niño que tiene problemas en la escuela es porque quiere atención”, externó.

Tras ejercer algunos años en la Ciudad de México y en la Normal Superior del Angloespañol, llegó a Saltillo acompañando a su esposo, maestro, cuyos servicios fueron requeridos para la realización del plan de estudios de preparatoria para la Universidad en 1977, cuando ella llegó al IDEA.

“ El IDEA fue una escuela, casi que, particular que hizo mi marido. Éramos muy poquitos, en aquel entonces sólo éramos 13”, dijo.

Su grande pasión siempre fue enseñar a los más pequeños desde kínder y primaria, por lo que se sumó al Colegio Americano que se empezaba a formar, de la mano de la educación personalizada.

Más tarde se integró al Liceo Alberto del Canto. Junto a su esposo, abrió su propia escuela, lo que se ha convertido en su máxima satisfacción dentro de su trayectoria docente.

“ Es en primaria y kínder donde te haces maestro. Si tú no tienes la chispa para llamarles la atención a los niños, te pierdes. Es un momento en donde los niños no conocen la hipocresía social”, recalcó.

Recuerda con cariño a los cientos de estudiantes que han pasado por sus aulas. Como el caso de un pequeño que de tercer grado que se entristeció porque estaban cerca las vacaciones y eso lo distanciaría de su querida maestra.

Habló también cuando un estudiante de sexto de primaria que solía tener malas calificaciones, pero con una gran habilidad para los dibujo. Le pidió caricaturas sobre los temas que se abordaban en clase y entonces todo cambió para él.

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