“No llego sola” “llegamos todas” ha dicho Claudia Sheinbaum, al asumir el muy honroso cargo de Presidenta de nuestro país. Palabras que quizás lograron que un buen número de mujeres se hayan emocionado o crean.
Una cosa es el discurso, otra la realidad.
Y la realidad nos ofrece un abanico muy interesante de ejemplos donde la participación de la mujer ha estado presente en las diferentes etapas de nuestro México.
Las páginas de nuestra historia guardan los nombres de algunas de ellas, de su participación tranquila pero decidida fortaleciendo la actuación de los hombres en el campo de batalla, ayudando de diversas maneras con un gran amor por nuestra tierra.
Sin buscar el protagonismo se hicieron presentes por su aportación a una causa o porque las circunstancias fueron propicias. Otras, quizás mayoría quedaron en el anonimato; pero estamos conscientes de que ahí estuvieron.
Lo cierto es que de alguna manera la participación de la mujer siempre ha sido importante como necesaria, no solo en nuestro país sino en el mundo.
Considero que todos -hombres y mujeres- tenemos derecho a crecer y trascender y ocupar cargos si es nuestro deseo; pero hay que prepararse para ello.
No se trata de buscar privilegios por cuestión de género.
Nuestro México, hoy más que nunca, nos necesita a todos y qué mejor que estando preparados.
Con tristeza observo un país dividido y ¡de qué manera! Dividido por la polarización, por el coraje, por el odio. Y si le agregamos a todo esto la falta de preparación, de estudios, de capacidad para analizar y evaluar el daño tan grande que le estamos haciendo todos a nuestro México ¿a dónde iremos a parar?
¿Acaso no nos hemos dado cuenta de la destrucción de instituciones? ¿Cuál “cuarta transformación”? ¡Por favor!
La realidad es que nos negamos a ver el origen de la destrucción y las verdaderas intenciones para transformar este país y no precisamente en una potencia como estaba predestinado a ser nuestro México.
¿Qué nos pasó? ¿Por qué hubo quien creyó la sarta de mentiras que se nos decía cada mañana?
Aquel que culpa de todo a los antecesores y permite que la criminalidad avance, ni es un buen gobernante ni ama a su país. Y quienes le siguieron fielmente en su andar destructivo, se convirtieron en cómplices de una infamia.
Porque destruir instituciones no fue culpa del pasado, sino del odio exacerbado anidado en una mente enferma.
En esa destrucción lo mismo estuvieron hombres que mujeres, por lo tanto, ellas no tienen justificación alguna. Traicionaron a su Nación por un cargo.
La traición no es cuestión de género, sino de convicciones, de poner en una balanza lo que es bueno para todos y no que perjudique a un pueblo. Hombres y mujeres que se dicen representar a los ciudadanos ¿de verdad lo están haciendo?
¿De verdad sienten que son representantes de los electores que les dieron el voto? Porque lo que han hecho y como se han comportado en el Congreso y el Senado, es para dar vergüenza.
Claro que vergüenza ni tienen ni la conocen, por eso nada les preocupa. Por eso hombres y mujeres se unieron en la traición. Sobrerrepresentación para lograr un objetivo y al precio que haya sido. No importaba si se trataba de pisotear las leyes o a la misma Constitución.
La misma a la que juraron defender, servir, ser leales.
Que nadie venga a decir que es tiempo de las mujeres. Y si realmente sienten que lo es, defiendan los intereses del pueblo, los verdaderos, los reales, no los que les indiquen desde Palacio Nacional.
Analicen, no nada más se dispongan a levantar la mano para aprobar lo que se les ordene. Hombres y mujeres no olviden que representan a los ciudadanos no a un grupo político.
Hay que ir recuperando nuestras instituciones, ir reconstruyendo la confianza en nosotros mismos, de recuperar la dignidad, esa que algunos perdieron al traicionar a su país. El país que es de todos, no de un gobernante en turno, menos, de un movimiento político que bastante daño le ha causado al México de nuestros hijos y nietos.
México nos necesita a todos. No es cuestión de género sino de voluntades. Es la hora de unir esfuerzos por el bien de todos.
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