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Coahuila

Así concluyeron los López

Por Rodolfo Villarreal Ríos

Hace 1 mes

Durante los doscientos tres años que México tiene de haberse declarado independiente, sus habitantes hemos estado gobernados por cuatro presidentes apellidados López.  Estos son: Antonio de Padua María Severino López De Santa Anna y Pérez De Lebrón, Don Adolfo López Mateos, José López Portillo y Pacheco y Manuel Andrés López Obrador. En esta ocasión abordaremos acerca del entorno que el país vivió durante los últimos días en que estuvieron al frente del Poder Ejecutivo.

Iniciemos con López de Santa Anna quien ocupara la presidencia durante once ocasiones entre 1833 y 1855. A saber, fueron:  1. 17 mayo – 3 junio, 1833; 2. 18 junio – 5 julio, 1833; 3. 27 octubre – 15 diciembre, 1833; 4. 24 abril, 1834 – 27 enero, 1835; 5. 20 marzo – 10 julio, 1839; 6. 10 octubre 1841 – 26 octubre 1842; 7.14 mayo – 6 septiembre, 1843; 8. 4 junio – 12 septiembre 1844; 9. 21 marzo – 2 abril, 1847; 10. 20 mayo–16 septiembre,1847; y, 11. 20 abril 1853 – 5 agosto,1855. En total, sumó cinco años, diez meses y veintiún días de presidencia efectiva.   De todas sus salidas, nos ocuparemos únicamente de las dos últimas.

La penúltima salida de aquel López se suscitó, en 1847, tras de una actuación, muy dudosa, que contribuyó a la victoria final del ejército estadounidense gracias a la cual pudo apoderarse de la Ciudad de México. En plena retirada, López De Santa Anna se encontraba en la villa de Guadalupe Hidalgo, situada al norte de la Ciudad de México, desde donde emitió su renuncia a la presidencia. Tras de sí, dejaba un país dividido, en la ruina, invadido y camino a perder la mitad de su territorio con un futuro más oscuro que una noche sin luna. Nada de eso le importó, salió huyendo temeroso de que los estadounidenses fueran a apresarlo como ya lo habían hecho, en 1836, las fuerzas texanas. En su renuncia, argüía que “en una guerra nacional y con el enemigo en el seno de la república debe evitarse a todo trance suceda el mayor de los males que pudiera suceder, cual sería disolverse el gobierno de la Unión y dar lugar a las diversas pretensiones de los partidos fuera el camino señalado por la ley fundamental del país”. En plena huida, renunciaba al cargo y nombraba sustituto a José Joaquín Herrera. Y a galope tendido hasta llegar al puerto de Veracruz para embarcarse rumbo al exilio caribeño.

Un año y medio más tarde, ante la orfandad política que se vivía, fueron por él para traerlo en calidad de salvador de la patria. En esa ocasión, le colocaban a su servicio el cerebro del líder de los conservadores mexicanos, Lucas Ignacio Alamán y Escalada. Pero esta persona poco duró con vida y la última presidencia de López de Santa Anna fue un desastre inmerso en sus acciones dictatoriales que dieron pie a que, en marzo de 1854, los Liberales encabezados por Juan Nepomuceno Álvarez Hurtado, firmaran el Plan De Ayutla con lo cual se iniciaba la revolución que llevaría a la huida de Santa Anna en la mitad de la noche, el 5 de agosto de 1855, algo muy propio para su condición de facineroso. El 9 de agosto de 1855 abandonó el país rumbo a su refugio caribeño. Ahí, permanecería añorando volver, inclusive escribió una carta a Maximiliano ofreciéndole sus servicios misma que ni siquiera le contestaron. No sería sino hasta 1874 cuando el presidente Sebastián Lerdo De Tejada y Corral, le permite regresar a México. Sus últimos días los pasaría en situación precaria, aun cuando a su esposa, María de los Dolores Diega Ignacia Tosta Gómez, le sobraban monedas para repartir entre los mendigos a quienes hacía pasar como solicitantes de favores al salvador de la patria del ayer. Finalmente, López De Santa Anna fallece, el 21 de junio de 1876, en su domicilio ubicado en Bolívar 14 de la Ciudad de México, sitio en el cual ahora se encuentra una sucursal del restaurant El Bajío.

Habrían de trascurrir 103 años antes de que otro López ocupara la presidencia de México, ello ocurrió en la persona de Don Adolfo López Mateos. Desempeñó el cargo entre el 1 de diciembre de 1958 y el 30 de noviembre de 1964. Muy lejos estuvo de realizar un gobierno perfecto, pero sus logros superaron por muchísimo sus negativos. Durante aquellos años, el país marchó muy bien. La economía creció, la educación pública se consolidó, los servicios de salud eran de alta calidad y se ofrecían en un paquete integral al promoverse a la par la cultura y las actividades deportivas. La imagen de México en el exterior fue dada a conocer más allá de presentarnos como charros y chinas poblanas, la diplomacia mexicana alcanzó niveles de excelencia y se ganó el respeto de todos al ser conducida por profesionales. La inflación era baja, la seguridad prevalecía en al país y sus habitantes estaban convencidos de que mediante el trabajo y la instrucción podían acceder a mejores niveles de vida. Nadie estaba en espera de la dadiva para sobrevivir.

Don Adolfo, a pesar de sus males físicos, proyectaba la imagen de alguien quien estaba al mando del país. Su presencia era grata para la mayoría de la población. Acompañando a la imagen iba una voz que le permitía lucir como un gran orador. En síntesis, lucía y se escuchaba como presidente de México. Los infantes lo admiraban como un ejemplo a imitar en su labor como presidente. Los hombres lo respetaban y las mujeres lo admiraban al grado de que algunas de ellas materializaron sus sueños. En ese contexto, López Mateos podía asistir a cualquier sitio publico sin ser molestado. Pero no solamente eso, al acudir a las corridas de toros, peleas de box, partidos de beisbol o cualquier otro evento, al identificarlo, a concurrencia lo ovacionaba. Después de él, ningún presidente ha sido capaz de generar tal simpatía.

Eso y sencillez era lo que don Adolfo emanaba a raudales tanto en público como en privado. No hace mucho tiempo, nuestro amigo, Guillermo Robles Martínez Guizar, nos narraba una anécdota de sus días infantiles cuando tuvo oportunidad de conocer al presidente López Mateos en reuniones sabatinas. Nos decía que acompañaba a su padre, don Roberto, a la casa de su tío, don Jesús, en donde de cuando en cuando se hacía presente don Adolfo, vestido de manera casual, quien se comportaba pleno de sencillez y camaradería sin falsas pretensiones de grandeza.

Al momento de concluir su mandato, López Mateos gozaba del máximo de popularidad. Entonces no había necesidad de levantar encuestas, de calidad muy dudosa, la actitud de la población hacia quien se iba era evidente. El futuro del país lucía resplandeciente, nada de temores. Los habitantes estábamos convencidos, infantes incluidos, de que teníamos un futuro promisorio. La confianza se palpaba y la admiración era plena ante los resultados entregados.

Este escribidor provinciano recuerda una noche de verano de 1966 allá en el pueblo. Acudíamos, en compañía de nuestros padres, al Cine Terraza Villarreal (nada que ver con la familia). Como era costumbre entonces, previo a la exhibición de las películas, se presentaba el Noticiero Continental narrado por don Fernando Marcos González. En una de las notas se informaba sobre las obras que se realizaban para los Juegos Olímpicos a realizarse en 1968. De pronto, en la pantalla, aparece la imagen del presidente del Comité Organizador de dichos juegos, era don Adolfo. Espontáneamente surgió un aplauso, luego otro hasta que aquello se transformó en una ovación con todos los asistentes puestos de pie.

Los días últimos del presidente López Mateos fueron muy difíciles, los aneurismas cerebrales terminarían con su vida, lo cual ocurrió en su casa ubicada por la avenida San Jerónimo 217, ahí en donde ahora se localiza la embajada de la República Popular de China en México, el 22 de septiembre de 1969.

El tercero de los presidentes López llegaría en la persona de José López Portillo y Pacheco quien actuaría al frente del Poder Ejecutivo mexicano entre el 1 de diciembre de 1976 y el 30 de noviembre de 1982. Arribó al cargo en medio de un país con la economía en mal estado, sembrado de rumores y con el orgullo nacional lastimado porque el peso había sido devaluado.

En ese contexto, poseedor de una personalidad bien plantada, oratoria potente y cultura vasta, el día de su toma de posesión hizo gala de todas ellas y muchísimos fueron quienes le compraron el discurso. Nosotros, entonces y ahora, creemos que no era el indicado para resolver los problemas del país, y  nos mostramos escépticos, lo cual expresamos entonces, aun cuando ello no nos salvó de tener que escuchar las voces plenas de la miel que se desperdigaban en favor del recién ungido.

Todo indicaba que estábamos equivocados, la bonanza petrolera hizo que lo negro se transformara en blanco y las cosas mejoraran en el país. La economía revirtió su tendencia y hasta se nos dijo que deberíamos de aprender a administrar la abundancia. Debemos de reconocer que durante el sexenio lopezportillista hubo tiempos buenos hasta el grado de que era posible ahorrar.

En medio de toda aquella vorágine, hubo algo positivo que este escribidor no puede dejar de mencionar. Ello fue la instrumentación de un programa para que profesionales mexicanos pudiéramos salir a estudiar al extranjero. Esto, en nuestro caso personal, fue algo que nos cambió la perspectiva de vida a corto, mediano y largo plazo. Gracias a ello, pudimos percibir a nuestro país desde una perspectiva objetiva alejada de nacionalismos chabacanos, a más de incrementar nuestros conocimientos en economía.

Aquella bonanza, sin embargo, llevó a la embriaguez y López Portillo, pleno de europeísmo, se aprovechó de la superioridad cultural que tenía sobre el presidente James Earl Carter y, olvidando las formas, llegó a burlarse de él.

En el contexto de lo anterior, llegamos a creer que los precios altos del petróleo serian eternos y con dólares en mano podríamos comprar cuanto se nos antojara en el extranjero, así que ni preocuparnos por producirlos en México.  Pero, cuando el petróleo se derrumbó, en lugar de atender los consejos de Jorge Díaz Serrano quien conocía el mercado petrolero, don José actuó de manera arrogante y todo se vino abajo como castillo de naipes.  La fuga de capitales se hizo masiva, el gobierno mexicano cometió un atraco con los cuentahabientes crédulos que mantenían sus ahorros en nuestro país en dólares al convertírselos en mexdolares, la banca fue nacionalizada, la escasez de los productos básicos era brutal, el gobierno mexicano dejó de ser sujeto de crédito en el exterior. Respecto a esto último, las autoridades hacendarias de México se fueron a los Estados Unidos a tratar de renegociar la deuda y sus tarjetas de crédito no eran válidas, teniendo que atenerse a lo que trajeran en efectivo. Esta versión se la escuchamos, mesa de por medio, a José Ángel Gurria Treviño allá por 1987. Posteriormente, a principios del Siglo XXI, Jesús Silva Herzog Flores se la platicaría de manera idéntica a nuestro hermano, José Gerardo.

Al final del sexenio, López Portillo terminaría ofreciendo solicitudes de perdón y con su imagen destrozada. Todo lo positivo que realizó se fue por el caño y entregó un país a punto de deshacerse. Su imagen personal quedó por los suelos, las acusaciones de corrupción en contra de sus familiares surgían una tras otra, le era imposible presentarse en un sitio publico sin que lo empezaran a agredir verbalmente. Lejos quedaban los días en que las damas suspiraban al verlo. Ante ello, optó por irse a navegar por aguas europeas en donde se reencontró con el amor hasta que un infarto cerebral lo dejó disminuido físicamente. Su merma de facultades lo llevó a no poder apaciguar las diferencias familiares que se suscitaron durante los últimos días de su vida que concluyó, en la casa de su hermana Margarita, el 17 de febrero de 2004.

Treinta y seis años trascurrirían antes de que otro López fuera electo para gobernar a Mexico. Manuel Andrés López. Tras de dos intentos fallidos, en 2006 y 2012, en 2018 actuó como encantador de serpientes o ¿sería como el flautista de Hamelin?  y, en ese último año, fue capaz de convencer a muchísimos de que bajo su liderazgo vendrían tiempos grandiosos para el país. Quienes osábamos advertir que aquello era humo puro nos expusimos a ser objeto de burlas y sarcasmos. López Obrador ocuparía el cargo entre el 1 de diciembre de 2018 y el 30 de septiembre de 2024. Esto significa que gobernó durante cinco años y diez meses, le faltaron veintiún días para igualar los que, en el siglo XIX, ejerció su tocayo de apellido

No obstante, las expectativas que generó, como dirían en el pueblo, la realidad es canija y terminó por mostrar que no estábamos equivocados. Al terminar el sexenio lopezobradorista, la situación económica del país linda los vértices de una crisis severa,

La deuda pública de 6.6 billones de pesos es apenas una muestra. PEMEX está en bancarrota y se mantiene a flote solamente porqué sus débitos fueron convertidos en deuda pública. Las obras faraónicas no se sostendrán a menos de que se le subsidien.  La educación pública es un desastre en medio de lo cual las matemáticas ya no se enseñarán con lo cual los educandos no tendrán oportunidad de ejercer la capacidad de razonar. El sistema de salud enfrenta graves problemas que hacen aparecer a los médicos como los malvados de la película cuando son, también, victimas, al no contar con los recursos para cumplir con sus funciones. La inflación real, no la cuchareada por las otrora respetables instituciones que eran el BANXICO y el INEGI, es altísima. Se vanaglorian de haber elevado el salario mínimo, pero eso no va acorde con el incremento de la productividad. Presumen de que la pobreza disminuyó, porque así lo dicen las cifras del CONEVAL, pero los problemas estructurales ahí siguen. El pobretismo y la dadiva se convirtieron en políticas de gobierno y eso nunca será la vía para sacar a nadie de la miseria. Al terminar su gobierno, López Obrador deja el país encendido, los chiapanecos huyen hacía Guatemala, Sinaloa arde, Guerrero paga las consecuencias de la nula acción ante la tragedia de hace un año que ahora se repitió, y así podíamos seguir enumerando situaciones en todas las entidades federativas restantes. Nuestra imagen en el exterior es la más pobre que hayamos tenido, una muestra de ello son los asistentes a la toma de transmisión de poderes. Y ni para que hablemos del divisionismo interno que vivimos los habitantes de México agudizado por las ultimas medidas que implican destruir el Poder Judicial, generar la militarización del país y destruir la democracia incipiente que vivíamos.

Por su parte, los seguidores de López Obrador arguyen que tiene una popularidad altísima, que el peso no se devaluó tanto, presumen de haberle regalado su Reforma Judicial. Asimismo, lo presentan como un gobernante impoluto que no permitió la corrupción, el amiguismo y basó su gobernanza en las necesidades del pueblo las cuales para remediarlas les otorgó todo tipo de ayudas.

Ante ese panorama, López Obrador dice retirarse satisfecho y se prepara para dirigirse a descansar al sitio que lleva por nombre el lugar a donde enviamos a aquellos a quienes no les guardamos precisamente aprecio.  Desconocemos como habrá de terminar sus días. Sin embargo, a pesar de lo que digan sus detractores y seguidores, lo que más temprano que tarde lo alcanzará será el juicio sereno de la historia, eso ni quien lo dude.

Si habláramos en términos futboleros diríamos que, en su relación con los López en la presidencia, México va perdiendo por un marcador de tres por uno. El único que ha marcado a favor de nuestro país, con un nivel excelso, ha sido Don Adolfo López Mateos. [email protected]

Añadido (24.38.119) Justo hoy, hace 101 años. Siempre presente doña Estela. Un recuerdo hasta donde el Gran Arquitecto haya decidido ubicarte.

Añadido (24. 38.120) De no haberse descongelado los fondos monetarios de Irán y haber continuado con la política de aprovechamiento del subsuelo petrolero en los EUA, nada de lo que hemos visto desde hace un año estaría sucediendo en Medio Oriente y el mundo no se encontraría al borde de una Tercera Guerra Mundial. Las medidas mencionadas fueron ordenadas por la administración del presidente Biden-la vicepresidente Harris.

Añadido (24. 38.121) En lugar de ofrecer disculpas, el ciudadano Bergoglio Sívori “pide perdón a Dios y a las personas afectadas» por pecados como los abusos, silenciar a la mujer o el colonialismo”. ¿Qué culpa tiene el Gran Arquitecto de que, en el Concilio de Trento, efectuado entre 1545 y 1563, se haya impuesto esa aberración contra natura del celibato? ¿Acaso el Gran arquitecto los detiene para que dejen los atavismos a un lado y reconozcan a la mujer como un ente pensante? ¿Hasta donde sabemos el Gran Arquitecto no les ordenó ir a enriquecerse a costillas de los pueblos y porqué, en lugar de palabras, no empiezan por regresar la riqueza mal habida de la cual se apropiaron? Y todavía demandan al Gran Arquitecto que pida perdón en lugar de ofrecérselo. El subconsciente pleno de arrogancia que les gana.

Añadido (24.38.122) ¿Por qué abusan de esa manera con las personas mayores y enfermas?

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