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Coahuila

El Obradorato: un ejercicio permanente de gaslighting

Por Luis Carlos Plata

Hace 3 meses

Mañana termina el sexenio presidencial de Obrador. Al fin. La potestad de mandar y la hegemonía sobre su sucesora, en cambio, aún están por verse. Se acabó el tiempo para repartir atole. La pregunta es, ¿y se acabó el atole también?

El Presidente será recordado por sus mil 440 conferencias matutinas, según el conteo hasta el viernes. La única actividad oficial en el día durante la mayor parte del calendario, de acuerdo con la propia agenda presidencial.

Que nadie se confunda: exponerse tanto no significa transparentar. Al contrario, es una estrategia que sirvió como barrera para desalentar y bloquear a terceros, para que no hurgasen en su basura. ¿Para qué querrían revisitarlo, si ya lo tenían de lunes a viernes de 2 a 3 horas hablando de frente de temas públicos?

No obstante la trampa radica en el espacio controlado e intervenido de antemano con los youtubers del Bienestar, subespecie creada en el sexenio de la propaganda y desinformación para contrarrestar al periodismo serio, pues fuera de ‘La Mañanera’ no hubo entrevistas (salvo que fuesen para prensa amiga) ni mucho menos debates.

Fue entonces un ejercicio de alienación de la agenda pública para maniatar a medios convencionales. No darles tregua ni descanso mencionando todo y nada en 120 a 180 minutos a fin de dejarles la engorrosa tarea de ser intérpretes diarios. Un trabajo interminable que nunca se cumplió a cabalidad. De Sísifo. Y consumirles energía y tiempo para que no se dedicasen a otras cosas por separado. Efectivo para sus intereses, no así para la generalidad.

Todavía se vanaglorió el viernes: “nos hicieron lo que el viento a Juárez”.

A manera de compendio, sin ser exhaustivo, va un resumen de la manipulación que, a base de negaciones o presentar información falsa, provocó cuestionásemos nuestra percepción de la realidad durante seis años:

No es militarización que los militares tengan a su cargo y mando la seguridad entre otras decenas de atribuciones que les fueron conferidas en el sexenio.

No es autocracia desmontar la estructura del Poder Judicial para cooptarla entre Legislativo y Ejecutivo, a favor de éste último.

No es opacidad que desmantelen al Instituto Nacional de Acceso a la Información, sino austeridad.

No es acaparamiento quitar autonomía a los órganos públicos prioritarios, como el IFT o la Cofece, para pasar a la estructura administrativa de Presidencia de la República.

No hay deuda pública, y en términos brutos aumentó 6.6 billones de pesos en el sexenio, la cual representará 52.5% del PIB para 2025. Sin los fondos de estabilización, que también fueron consumidos, no habrá respaldo para enfrentar una eventual devaluación.

No hay crisis económica, aunque la economía del país creció menos que durante los últimos cinco sexenios (al nivel de Miguel de la Madrid, 1982-1988), equivalentes a 36 años.

No hay inflación de precios, y a diferencia de otros países en el mundo que la han reducido, en México no cede sustancialmente desde la pandemia.

No hay gasolinazos, y sin embargo el combustible pasó de los 17 pesos que costaba en 2018, cuando inició el sexenio, a casi 26 pesos en días recientes.

No hay masacres, pues la política de “abrazos, no balazos”, funciona y “vamos requetebién”.

No hay violencia, pese a que los homicidios dolosos en cifras oficiales casi supera al doble la cantidad en el sexenio del entonces panista Felipe Calderón. Hubo más muertos en la paz de Obrador que en la guerra de Calderón.

No hay desapariciones, y el número total -pese a que fue rasurado en su día deliberadamente- ha crecido más en el Obradorato que en cualquier otro sexenio precedente de la historia.

No hay una crisis sanitaria, es más, “ya somos Dinamarca” (lo que sea que eso signifique al compararnos con un país socialdemócrata de 6 millones de habitantes), pese a que 30.3 millones de mexicanos dejaron de recibir atención médica gracias a la conversión del Seguro Popular en INSABI (fallido y desaparecido). La carencia de acceso a los servicios de salud pasó de 16.2% en 2018 a 39.1% en 2022 (Coneval).

No existe la corrupción, y nuevos programas como La escuela es nuestra, Crédito a la palabra, Sembrando vida, Tandas del Bienestar o Universidades ídem por citar algunos, fueron un desvío permanente de recursos.

No hay censura, y decenas de comunicadores perdieron sus espacios en medios de comunicación de alcance nacional, al no someter su línea editorial a los nuevos tiempos. Indirectamente ha sido el sexenio más mortal para los periodistas.

No se reprimió a nadie, y fueron habituales los desalojos con el uso de la fuerza pública de manifestaciones en el zócalo de la CDMX, como las marchas feministas.

No somos iguales. Si en su mandato Vicente Fox pavimentó el camino a su rancho, en Guanajuato, convertido posteriormente en Centro Fox, en Palenque, Chiapas, se desarrollan obras públicas por dos mil millones de pesos alrededor de la finca “La Chingada”, que pertenece a Obrador. Si en ese mismo periodo los hijos de su consorte, Martha Sahagún, se valieron del tráfico de influencias, los hijos de Obrador hicieron lo propio en el periodo de su padre.

Resulta que estamos equivocados. Todos los conceptos que un día aprendimos y la experiencia acumulada de años, de nada sirven, pues en el Obradorato la comunicación se reinventa y su significado también.
Hasta el lenguaje de las ideas ha corrompido. Eso, o que, como se ha dicho, el mandato fue un ejercicio permanente de gaslighting (luz de gas).

Cortita y al pie

El Obradorato (con disfraz de Movimiento, llámese Morena o 4T) no fue causa sino consecuencia de un fenómeno que no es nacional, sino mundial. Las circunstancias favorecieron a su líder en 2018 como no lo hicieron en 2006 y 2012 porque la sociedad cambió en ese lapso y no precisamente para bien (suponiendo que todo se puede reducir al maniqueísmo). Él, mientras tanto, fue el mismo siempre; con la perseverancia (o terquedad, según se vea) como valor y más grande mérito.

Vivimos en tiempos de locura colectiva, ha escrito el periodista y escritor británico Douglas Murray en la introducción de su libro “La masa enfurecida: cómo la políticas de identidad llevaron al mundo a la locura” (2019).

“Tanto en público como en privado, tanto en el mundo digital como en el análogo, las personas se comportan de un modo cada vez más irracional, frenético, rebañego y, en definitiva, desagradable”.
En esa ola se montó el Obradorato, por lo demás.

La última y nos vamos

Es física: la luz de gas confunde mientras se expande pero acaba por disiparse, pues es temporal y finita. Posteriormente todo se ve con claridad.

¿Cuándo sucederá eso en nuestro contexto? Fácil: cuando se acaben el dinero del presupuesto para repartir (y no falta mucho para dicho escenario). Entonces sí, habrá disidencia y rebelión.
Mientras, a disfrutar (por no decir padecer) lo votado.

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