Saltillo|Monclova|Piedras Negras|Acuña|Carbonífera|TorreónEdición Impresa
Hallan en Monterrey altos niveles tóxicos; detectan plomo y arsénico en casas y escuelas Indagan en Puebla muerte de un hombre vinculada a metapneumovirus humano Frena Pemex obras y mantenimientos; ‘ahogan’ los adeudos Despega con Chuchuy / 14 de enero de 2025 Tele Zócalo Matutino / 14 de enero de 2025

Zócalo

|

     

Opinión

|

Información

< Opinión

 

Coahuila

Buscar la verdad

Por Mons. Alfonso G. Miranda Guardiola

Hace 3 meses

Mons. Afonso G. Miranda Guardiola obispo de la Diócesis de Piedras Negras

[email protected]

Que nadie se sienta solo, que nadie se quede fuera

La verdad puede encontrarse en el lugar menos pensado, incluso en el bote de la basura, y habremos de ir, incluso hasta ahí, para encontrarla.

Blanca, era una niña que vivía con extrema escasez, pocas veces pudo saber lo que era sentarse a la mesa y comer un platillo caliente con carne, sopa y verduras, pasaba incluso varios días sin tomar bocado. Vivía con su pobre abuela, que hacía lo que podía para sobrevivir, sus papás se habían ido. Por supuesto que no fue enviada a la escuela, por lo que no aprendió a leer ni a escribir. Un buen día, hurgando como siempre entre la basura buscando algo para comer, descubrió un libro con hojas muy blancas que le llamó la atención, estaba muy bonito, aunque no tenía pastas, y estaba un poco manchado, pero como quiera lo agarró y lo llevó consigo. Más adelante, a algunas personas conocidas les pedía que le leyeran un poco de aquel libro que había encontrado. Le agradaban las historias que ahí se contaban, hasta que se enamoró de él, y quiso arreglarlo.

Con el dinero que un día le dieron al pedir limosna afuera de una iglesia, compró unas paletas de chocolate que se puso ahí mismo a vender, y con lo que ganó a la salida de las misas, pudo comprar cartón, papel blanco y un poco de hule, con lo que forró su libro.

Su abuelita solo pudo enseñarle a leer algunas letras, por lo que ella tuvo que esforzarse mucho en aprender, todas las noches lo intentaba. Tardó mucho, pero creció rodeada de la belleza de sus textos y respirando la fragancia que ellos desprendían. Así fue abriéndose, con muchas fatigas y desvelos, paso por la vida.

Se casó, tuvo hijos. Construyó un hogar, sencillo pero bello. Las lecturas de aquel libro encontrado en la basura, fueron guiando sus pasos, y le ayudaron a no errar, y cuando por fragilidad se equivocaba, le iluminaba para corregir y rectificar su camino.

Pasó el tiempo, y un buen día, en una comunidad humilde y muy alejada de la ciudad, encontré a esa niña, ya convertida en señora, afuera de una iglesita pobre, sin piso y sin paredes. Solo un poste sostenía un crucifijo. Ahí estaba sentada junto a otras señoras, en sillitas plegables, al lado de un alto mezquite que les tapaba apenas el sol.

Blanca era ahora, catequista y encargada de esa incipiente capilla, y daba pláticas de formación a muchas señoras, que no se cansaban de escucharla. Las deleitaba con su hermosa manera de contar historias cargadas de mensaje, sacadas de un viejo libro forrado en color blanco escarlata.

¿Por qué traes siempre el mismo libro? – Muchas veces le habían preguntado. – Salvó mi vida, era su respuesta.

¡Cuéntanos otra historia de tu libro, Blanquita! Le pedían entusiasmadas las señoras más jóvenes.

Ahora les contaré – les anunciaba mientras abría su libro en el Evangelio de San Lucas – la luminosa historia de María, cuando visitó llena de júbilo a su prima Isabel, y de cómo el niño, todavía en el vientre de ésta última, saltaba, lleno de gozo en su seno.

Notas Relacionadas

Atención a la salud mental es permanente para las y los coahuilenses

Hace 3 horas

Afinando inversiones

Hace 3 horas

PAN de muerto en enero

Hace 3 horas

Más sobre esta sección Más en Coahuila

Hace 3 horas

Afinando inversiones

Hace 3 horas

PAN de muerto en enero

Hace 4 horas

El Plan Nacional de Desarrollo 2025-2030