‘Trueno del temporal: oigo en tus quejas
crujir los esqueletos en parejas;
oigo lo que se fue, lo que aún no toco,
y la hora actual con su vientre de coco.
Y oigo en el brinco de tu ida y venida
oh trueno, la ruleta de mi vida.’
R. López Velarde
Existen distintas investigaciones sobre el origen de nuestro escudo nacional. En un examen de las descripciones iconográficas, Guillermo Correa siembra la duda sobre si es realmente prehispánico.
La construcción de la identidad nacional, a partir de mitos que se reproducen en un ritual. El símbolo posibilita la representación de un hecho que cuando es organizado en ceremonia se presenta como credo.
Enrique Florescano explica la identidad concentrada en el mito de Aztlán y el peregrinaje hasta la fundación de Tenochtitlán en 1325.
A la ciudad conquistada dos siglos después se le dotó escudo por parte de Carlos V; en él, sólo prevalecen la laguna y las pencas de nopal y ahí inició una lucha entre imágenes indígenas y españolas. Y fue hasta el siglo XVIII, cuando volvió como emblema de la academia de San Carlos y se produjo luego en edificios públicos como la casa de la moneda y la aduana.
En la novela homónima Martín Luis Guzman retrata desde el temor de un intelectual dogmático hacia la figura de Francisco Villa, en un encuentro con el general, el escritor afirma sentir ante su presencia el mismo miedo que ante un jaguar.
En la dialéctica entre águila y serpiente siempre se ha dotado a la primera la grandeza de la representante del sol y a la segunda gracias a la visión patriarcal como signo del mal.
Y en esa desventaja de buscarnos a nosotras mismas, mirando hacia atrás, sin medir el tiempo del recorrido, desechamos la sugerencia de Goethe: no es contemplándonos, sino actuando como podemos llegar a hacerlo.
Titán Santander, una morra, compositora, cantante y maestra quien interpreta “Yo serpiente”, donde canta su vida ante todas las adversidades que una mujer sufre en este país nuestro, junto con muchos mexicanos, que desconfían de las instituciones, la condición de vida y las dificultades que nos van construyendo una identidad diaria de lucha, de sororidad y empoderamiento.
Porque la clave nunca estuvo en ser águila, sino en ser la serpiente, y es que las plumas sólo hacen del águila, un águila mientras que a una serpiente ponle plumas y se convierte en Dios. Yo también estoy de acuerdo con ella porque hoy, día de la patria: todas somos Titán.
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