“La mujer es un ser de cabellos largos e ideas cortas”.
A. Schopenhauer, filósofo del siglo 19.
Este artículo describe en forma sucinta algunos estereotipos que la sociedad le ha endilgado a la mujer, y también algunas asimetrías que, históricamente, se han presentado en el mercado laboral femenino.
Contraer matrimonio con un hombre adinerado
Se recuerda bien la asignatura de Derecho que impartía un abogado y juez en una de las aulas del laureado Ateneo Fuente. El auditorio que atentamente lo escuchaba estaba conformado por muchachos y muchachas de la generación de los Baby Boomers (nacidos en la posguerra). Es más asequible que la mano inexorable del tiempo haga olvidar las leyes y normas del derecho romano expuestas en la materia, que los aforismos, frases pintorescas y sabios regionalismos que mencionaba el profesor durante su clase, que se convirtieron en remembranzas indelebles entre el alumnado. Viendo de frente a sus alumnas, les decía “muchas de ustedes acuden a esta escuela para relacionarse con jóvenes, que les ofrezcan un porvenir sin quebrantos financieros”. En aquel entonces la muchachada no consideraba ese tipo de comentarios como misóginos u ofensivos. Muchos años después, y aunque parezca sorpresivo, la aseveración que hacía el togado sigue prevaleciendo en la tercera economía más grande del planeta: Japón. Es la periodista japonesa Mariko Oi (1981), quien desde 2006 trabaja para una cadena transnacional de noticias, quien afirma que entre las jóvenes del “imperio del sol naciente” está todavía muy arraigada la idea de contraer matrimonio con un hombre rico. Que lo pueden conseguir mientras estudian en la universidad, o mediante un empleo en donde tengan comunicación con hombres con profesiones bien pagadas. Al parecer la premisa de lo que hace y debe hacer la mujer es aceptada globalmente, trasciende clases sociales, fronteras y desarrollo económico. De ninguna manera es exclusiva de México.
El mercado de trabajo femenino
Womenomics es un término que acuñó una analista financiera desde hace varios años, con el que quiso referirse a las mujeres que ingresan al mercado laboral remunerado. Con el paso del tiempo adquirió otra acepción un poco más refinada, dirigida a aquellas que ocupan puestos de liderazgo en el sector industrial y político. Una forma simple de cuantificarlo, es a través de la información que proporcionan los centros de investigación y desarrollo empresarial de la mujer. Por ejemplo, ¿cuántas mujeres están al frente de empresas que cotizan en las bolsas de valores, en relación con los varones que ocupan ese liderazgo?, o en el sector gubernamental: ¿cuántas candidatas a la primera magistratura de un país, o aspirantes a cualquier otro cargo público de primer nivel, han llegado al poder? Respondiendo a la primera interrogante, sólo cuatro empresas estaban capitaneadas por féminas, de las 182 que cotizan en las bolsas de México, que en 2022 representaron 2.7% del total de las compañías públicas. Aunque la participación femenina en los consejos de administración de las empresas ha ido creciendo paulatinamente. En 2021 fue de 11% con respecto al total de sus integrantes (fuente IMCO y Cimad). La inclusión de la mujer en la política también ha sido escasa y tardada. Llevó décadas diluir los estereotipos y prejuicios hacia la mujer. Después de más de 200 años de liderazgo masculino, en 2024 llega a la Presidencia de la República una mujer, acompañada de 13 gobernadoras, cifra que se aproxima a la equidad de género en la gobernanza de las entidades federativas. Ocupan el 40.1% del total.
Asimetrías en el mercado
Una de las características del mercado femenino es la sobrerrepresentación de las damas en los servicios de salud y educación del sector público. Del total del personal de enfermería 75% es femenino, mientras que en los niveles preescolar, primaria y secundaria laboran 1.2 millones de profesores y profesoras, pero estas cubren 70% del total de las plazas. A nivel de educación primaria, por cada 100 personas que imparten clase, 80 son féminas. La concentración de mercado y reproducción del mismo se puede explicar por factores culturales, socioeconómicos y condiciones inmanentes a la mujer, que la hacen más diestra que el hombre en el cuidado y atención de la población infantil y senil. Es probable que la jovencita que opta por ciencias de la salud o magisterio encuentra un equilibrio, o al menos un acercamiento a él, entre trabajo-vida. Los sindicatos de personal de la salud y de maestros han jugado un papel clave en el desarrollo laboral femenino. En cambio, la mujer que decide incursionar en áreas gerenciales, aunque mejor pagada, tiene ante sí desafíos que le demandan, para decirlo en lenguaje metafórico, romper los techos de cristal, que se materializan en estereotipos, prejuicios, escasas redes de asesoría, brecha de género y desequilibrios entre las áreas personal y laboral. Paradójicamente, “a pesar de tener las mismas cualificaciones y méritos que sus compañeros, las mujeres a menudo encuentran obstáculos que les impiden avanzar a niveles superiores de liderazgo y gestión”.
Equidad económica
Quizá por su formación política y académica la futura presidenta de México (2024-2030) ha incorporado a su narrativa la forma en que concibe la economía del país, que se advierte por traer a la mesa de la discusión premisas que habían estado ausentes, o por lo menos, muy agazapadas en el discurso oficial de antaño. Por ejemplo, la de la equidad económica y social. Parafraseando algunas frases que ha dicho: ¿Qué beneficio trae para la calidad de vida del trabajador y su familia, la llegada masiva de Inversión Extranjera Directa al país, incentivada por precarias condiciones de trabajo y bajos salarios? Centros comerciales con anaqueles repletos de productos nacionales e importados gracias a la apertura comercial, pero un poder adquisitivo del salario insuficiente para consumirlos. Ha reiterado en varias ocasiones y distintos foros que uno de los problemas más urgentes de atender en la economía mexicana, es la asimetría en el ingreso de los hogares.
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