Es decepcionante -a la vez inaceptable- lo que está ocurriendo en nuestro querido México, cada vez más herido, lastimado, humillado y lo peor, traicionado por quienes han prometido actuar con honestidad, respetando la Constitución y sus leyes.
Más que una promesa, es un juramento donde va implícito el honor de quien lo hace; de la persona que se compromete a velar siempre por el bien de la Nación, defenderla de toda intromisión, y si fuera necesario, también de la traición.
Defender a la Patria representa un honor y se está dispuesto a dar la vida misma de ser necesario. Por eso quienes pertenecen a las Fuerzas Armadas llevan grabado en lo más profundo de su corazón, los colores de nuestros Símbolos Patrios y el nombre de México, nuestro hermoso y maravilloso país que tanto nos ha dado.
En ellos, en esos hombres y mujeres formados con fervor, patriotismo, lealtad y grandes valores, hemos confiado siempre y admirado su entrega y amor a México.
Estamos conscientes también del trabajo y esfuerzos que realizan todos los cuerpos de seguridad. Reconocemos, aunque quizás no lo suficiente, a todos los que arriesgan la vida ante el peligro que hoy existe por el avance de las bandas criminales.
Algo que los políticos han olvidado: que le deben lealtad a la patria no obediencia plena a un individuo, no a un grupo político. Menos aún cuando está más claro que el agua, que nuestro México está siendo agredido de una manera infame y ruin.
Que defender al país y velar por la seguridad y tranquilidad de los ciudadanos no es nada más tarea de las fuerzas del orden, sino hacerlo desde la posición privilegiada en el Congreso, Senado e instituciones competentes, lo que beneficie realmente al país; de ninguna manera impulsar la destrucción.
Nadie debe prestarse al propósito por demás infame de destruir instituciones. Quien se preste a ello debe ser señalado y evitar que permanezca en el cargo. Nada de fuero, el traidor debe ser expulsado. Esos individuos deben voltear al muro del recinto oficial, cuyas letras brillan con fuerza aún: “LA PATRIA ES PRIMERO”.
México ayer, hoy y siempre debe estar en primer término, no un individuo ignorante y ambicioso, como tampoco un grupo político que con artimañas pretenda perpetuarse en el poder cometiendo fraudes que no se deben aceptar.
Quienes no tienen sus convicciones firmes y muestran su desprecio a la legalidad, cambian de partido por beneficios e intereses personales, deberían ser exhibidos para que nunca más ocupen cargos de elección.
Al cambiar de partido están mostrando su verdadero rostro: el de la ambición personal; por lo tanto, no les importa ser sumisos ni arrodillarse para convertirse en lacayos, sirvientes de una persona soberbia, resentida y malvada.
La gente falsa e hipócrita siempre ha existido, pero quizás hoy más que nunca se observa la facilidad con que se practica la mentira y se esconden las verdaderas intenciones ante los demás.
Quizás en su ignorancia y soberbia, crea que está engañando a la mayoría, pero no es así. Afortunadamente aún existe gente preparada, valiosa, que piensa, analiza, pero, sobre todo, gente que ama realmente a México y lo defiende porque somos millones de ciudadanos -no se les olvide- que no votamos por la destrucción de nuestro país.
¿Quién con un poco de sentido común se atrevería a dañar las instituciones? Un resentido, un individuo que guarda rencor, un verdadero ignorante que odia el progreso por eso destruye lo que toca.
¿Quién sería capaz de destruir instituciones educativas, hospitales de salud? Solo alguien que se siente un dios y en su delirio cree que solo él puede ser capaz de hacer obras grandiosas.
¿Quién se atrevería a pactar con el crimen organizado para llegar al poder? Definitivamente aquel individuo que no siente amor por su patria y la traiciona de una manera infame entregando territorio.
No pueden faltar los individuos que son una verdadera vergüenza para el país. Los que prostituyen la política al practicar el chapulineo, es decir, que cambian de partido según su conveniencia. “Estoy cansado de los políticos chapulines” así se expresó José Sabino Herrera quien pertenecía al PRD; saltó como vil chapulín a Morena, lo mismo que su compañera Araceli Saucedo.
Dos senadores que dejan las filas del partido que los cobijó; no ganaron, pero por “congruencia” se pasan a las filas del partido ganador -para que no seamos mal pensados y los tachemos de lo que realmente son: traidores-.
¡Vaya congruencia! la de ese par de cínicos. Políticos de cuarta que son una verdadera vergüenza para el país. Ni duda hay que “más pronto cae un hablador, que un cojo”.
Por cierto, muy bien la definición que hizo Pascal Beltrán del Río, de los vividores de la política: “un político que hace campaña por un partido y obtiene votos representando a ese partido y después de la elección se va a otro partido no es un chapulín sino una cucaracha. Y quien lo recoge es un recolector de desperdicios”.
Lamentable que recintos como el Congreso y el Senado se vayan a llenar de cucarachas, ratas y vaya usted a saber de cuántas alimañas más.
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