Donald Trump, expresidente de los Estados Unidos y actual candidato republicano a la Presidencia de ese país, no ha de poder conciliar el sueño al pensar que una mujer afroamericana de ascendencia india sea capaz de ganarle. Todo el mundo sabe que su talón de Aquiles es su profunda misoginia. Así lo educaron, despreciando a las mujeres. Para él nada más son objetos sexuales. Cómo entonces podría asumir a su contrincante como una abogada, exfiscal, exsenadora y, por si fuera poco, la primera mujer vicepresidenta de los Estados Unidos: “mujer histérica, incompetente, de izquierda, desagradable y poco inteligente”. No, no le cabe en la cabeza que en algunas estadísticas Kamala Harris esté arriba de él. En el Washington Post, la candidata demócrata aventajaba a Trump por dos puntos porcentuales. Hasta hoy, Harris ha recaudado más dinero que él; 540 millones de dólares, un récord en la recaudación. Después del discurso de la exvicepresidenta durante la convención de su partido recaudó 82 millones de dólares. Por añadidura, la demócrata lo aventaja en tres estados bisagra: Michigan, Pensilvania y Wisconsin. Esto sí que lo ha de tener muy pero muy enojado; más que molesto, lo que le ha de frustrar es que no alcanza a entender el por qué del éxito de Harris. Tampoco lo entienden en su propio equipo, entonces aseguran que: “los repuntes posteriores a la convención son un fenómeno que ocurre después de la mayoría de las convenciones de partidos… Así que no se sorprendan de ver a Harris obtener un repunte temporal de dos a tres puntos”.
A Trump no se le da la empatía; no se le dan las palabras como: “esperanza, alegría y porvenir”. No las entiende. No le son familiares. Le parecen infantiles porque él es un hombre fuerte, macho y no se deja llevar por esas “ridiculeces”. Como dice Charles M. Blow en el New York Times: “Las tendencias autoritarias y la misoginia aumentan juntas, ilustradas, en el caso de Trump, no sólo por las cosas que dice a las mujeres y sobre ellas, sino también por la forma en que su visión del mundo parece retratar algunas de sus posiciones políticas. Esperaba, en parte, aprovechar la desigualdad de género -sus esfuerzos por desmantelar los derechos reproductivos y su apoyo a la histeria antitrans- para conseguir un segundo mandato”. Precisamente lo mencionado líneas arriba es una de las razones por las que la candidata demócrata ha confundido a Trump. No concibe que una mujer afroamericana, segura de sí misma sea la antítesis de él. No concibe que ella haya reunido tantos donadores para su campaña; no puede creer que una mujer esté a punto de despojarlo de un triunfo que él daba por hecho. ¿Por qué será que el expresidente perciba a las mujeres, “tramposas, histéricas e incompetentes”? Como habrá visto a su madre, y ahora a su esposa e hijas. Recuerdo que cuando Trump tomó posesión como Presidente de los Estados Unidos, al principio Melania tenía una sonrisa, la cual inmediatamente después se transformó en un rictus de tristeza y desagrado. Al día siguiente del juramento, el 21 de enero del 2017, miles de mujeres marchamos y gritábamos contra la discriminación de género, en Washington, una de las pancartas que más me llamó la atención, fue en la que se leía: “Free Melania”. No había duda, la percepción de la opinión pública de la flamante primera dama de Estados Unidos, entonces de 46 años y tercera esposa del Presidente, era que vivía dentro de una jaula de oro pendiente del porche de la Casa Blanca y que no era libre. “Si sufriera un terrible accidente de coche, su marido no la abandonaría, siempre y cuando sus pechos resultaran intactos”, escribió Julia Loffe, de la revista Vanity Fair. Pobre Melania Knauss, exmodelo de Eslovenia, cuántos secretos no ha de guardar acerca del misógino de su marido.
Finalmente, citaremos una entrevista que le hiciera el showman Howard Stern a Trump, a propósito de su esposa Melania: “Nunca le ha oído echarse un pedo, ni hacer caca, de allí que la clave para el matrimonio Trump, sea tener baños separados”. Más adelante en esta misma entrevista describió físicamente a su esposa: “tiene proporciones perfectas (mide 1.80 y pesa 56 kilos) y unas tetas estupendas, lo cual no es asunto insignificante”.
Esto es en lo que se fija Donald Trump de una mujer, por eso está tan confundido con la personalidad y el éxito como candidata de Kamala Harris.
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