“Cualquier persona que argumenta apelando a su autoridad no está usando su inteligencia; sino su memoria.”
L. Da Vinci
La falacia del falso dilema consiste en presentar un número limitado de opciones como si fueran las únicas disponibles, reduce el debate a una postura maniquea. Es de uso habitual en el discurso político.
El reciente pronunciamiento del embajador de los Estados Unidos, Ken Salazar, en contra de la elección de ministros, jueces y magistrados; a través del voto popular. Provocó una nota diplomática de extrañamiento donde se señala que nuestro país no acepta injerencias de ningún representante de Gobierno extranjero.
Con la ventaja de ser Presidenta electa y no en funciones, desde la plataforma X Claudia Sheinbaum le recuerda al embajador que en 43 de las 50 demarcaciones en su país, se elige a los jueces por voto popular.
Llama a la atención que la postura del embajador Salazar se publica un día antes que el Consejo General del INE, declarara la asignación de diputados y senadores por el principio de representación proporcional, como dijo su presidenta en aplicación de la ley y en contra de cualquier intromisión que impida el cumplimiento de las funciones de los órganos del Estado.
La Presidenta de la Corte ha venido desarrollando una serie de hechos contrarios al diálogo y el paro de labores de los miembros del Poder Judicial, de quienes comprendo su preocupación, por el contenido y aplicación de la reforma, constituyen obstáculos a la construcción de una ruta de diálogo.
La estridencia de la oposición crispa el ambiente y también es un óbice.
Pero nada de eso justificaría adoptar una postura autoritaria de la mayoría calificada en la Cámara de diputados.
El falso dilema es una herramienta de la demagogia, que para Aristóteles era una forma de gobierno derivada de la corrupción, una forma impura de democracia donde la mayoría sólo representa y beneficia a la mayoría.
La democracia es el gobierno de la mayoría, en este caso; calificada, en beneficio de todos y obliga hoy más que nunca a nuestros legisladores a abandonar los discursos radicales y a escuchar a todos los interesados a través del ejercicio moderado y responsable, donde el diálogo basado en principios y valores, y apegado a la verdad logre consensos dentro de una racionalidad comunicativa que permita construir más allá de los carteles, de estoy a favor o en contra. Una reforma judicial que lleve por fin justicia para todos.
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