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Coahuila

Lectura y calidad de vida

Por María del Carmen Maqueo Garza

Hace 3 meses

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Leer nos hace mejores personas.

Dentro de las actividades del círculo de lectura de la UNAM al que pertenezco, comencé la lectura del libro “Persona normal” de Benito Taibo (ed. Destino, 2021).  Obra escrita a manera de un diario en primera voz, que relata las vivencias de un joven a punto de cumplir trece años, al lado de su tío Paco. El autor aprovecha para hacer digresiones sobre diversos temas; hay una que me agradó en particular: Acerca de los libros como formadores de lo que él llama “educación sentimental”, que en términos educativos correspondería a la inteligencia emocional, ese núcleo de fondo sobre el cual se sostienen las decisiones que vamos tomando en el día a día. Transcribo: “El libro es jardín que se puede llevar en el bolsillo, nave espacial que viaja en la mochila, arma para enfrentar las mejores batallas […] semilla de libertad, pañuelo para las lágrimas”.

Me gusta ver televisión cuando encuentro un programa con un contenido que aporte algo en términos de conocimiento o de sensibilidad social. Pertenezco al pequeño grupo de espectadores que, por lo visto en redes sociales, no encontramos razones para seguir el programa denominado “La casa de los famosos”. Algún periodista podrá juzgarme, y con razón, porque critico algo que no conozco de primera mano, y está en lo cierto. Nunca he visto dicho programa ni lo veré; con conocer los contenidos que se filtran a través de la red, sé que para mí representaría una franca pérdida de tiempo, y la vida es muy corta como para desperdiciarla así. 

La logística: Un grupo de “famosos” del medio del espectáculo son encerrados en una residencia y monitoreados las 24 horas del día. Semanalmente se va expulsando uno de los residentes, hasta que al final queda un único ganador que se lleva cuatro millones de pesos. Revisando los elementos que contiene el programa, se trata de seguir muy de cerca la convivencia de diversos personajes con una buena dosis de rivalidad entre ellos, un voyerismo muy tecnificado para penetrar a la intimidad de las relaciones humanas y atestiguar las rispideces de primera mano. Se apela a la empatía a favor de alguno de los personajes y se apoyan sus acciones mediante el voto personal, lo que da al espectador la sensación de participar activamente en la decisión semanal de quién será expulsado. Me recuerda esos pleitos que ocurrían en las famosas vecindades de los años cincuenta y sesenta, estilo Oscar Lewis, donde lo reducido de los espacios habitacionales y la porosidad de los materiales de construcción, volvían lo íntimo del hogar en asunto común para todos, de manera que cada habitante tomaba partido por uno u otro de los contendientes. ¡Qué manera de perder el tiempo! Mi opinión muy personal, pensando en el desperdicio de tiempo, como si la cuenta de ese material que la vida nos concede en préstamo, no se fuera consumiendo.

Un experimento que he llevado a cabo por mero accidente y hallo muy revelador, de modo que les invito a replicarlo: Cuando aparece en la pantalla una secuencia de comerciales de novelas, coloquen en “mudo” el sonido y observen: La gran mayoría repiten la violencia a modo de gritos o golpes, y las manifestaciones de pasión desmedida, ¡Y es todo! De tales contenidos buscan alimentar nuestro espíritu las grandes productoras.

Cierto, es cada vez más dificultoso exaltar y promover los hábitos de lectura. Los jóvenes conciben esta actividad como una aburrición, y sucede porque, quienes seguimos creyendo en el poder de los libros, no estamos haciendo bien la tarea. Tal vez los animamos a emprender una lectura plana, sin los matices que el autor quiso dar a cada uno de sus personajes, esos rasgos que los vuelven humanos a ojos del lector y que, de este modo le permiten identificarse con ellos. En el caso de la obra que menciono, el tío Paco es la oveja negra de la familia que se ve obligado a asumir un papel como tutor del protagonista, luego de que este queda huérfano. A través de la narración podemos ver los niveles de profundidad de quienes van apareciendo en escena, para quedarnos con el mensaje de que, independientemente del origen, del modo habitual de comportamiento y los desaciertos, cada personaje tendrá algo que aportar a la historia. Es algo que igual se desarrolla en una pieza teatral o una producción fílmica, aunque a través de la palabra escrita es más accesible: podemos revisar lo narrado, tomarlo y aplicarlo a nuestro diario vivir.

Una de las grandes falacias del tercer milenio, es que perdemos de vista que el tiempo pasa y no regresa.  Actuamos como si la vida se pudiera rebobinar mañana, para volver a vivirla de una mejor manera.

Frente al tiempo la inteligencia para aprovechar cada hora, cada día. Con un libro bajo el brazo, mejor aún.

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