¿Qué está pasando en el mundo? Me he preguntado infinidad de veces al ver tanta pobreza en algunos países; pero también tanta miseria humana que es lo más preocupante.
Cuando nos confinaron al encierro en nuestros hogares por motivos de salud, al principio se veía gente cantando en los balcones, echando porras a médicos, policías y a todo servidor público que se encontraba cumpliendo con su deber.
De la alegría o aceptación, pronto se pasó a vivir la realidad de una pandemia que nadie imaginó la dimensión que alcanzaría. Los hospitales se empezaron a llenar de gente contagiada y la preocupación empezó a manifestarse entre los ciudadanos.
Empezaba a aparecer la preocupación, acompañada de inquietud por saber si había suficientes vacunas para todos, hospitalización, medicamentos. Todo lo que se requiere en una emergencia como la que se empezaba a vivir.
Todo eso es historia y cada país vivió y construyó la propia.
Queramos o no, vivimos momentos muy intensos y la verdad, cuando consideramos que el peligro había desaparecido, nos encontramos con un panorama muy diferente a lo que quizás hubiéramos deseado.
No era mucho pedir ¿o sí? Un mundo más amigable, menos hostil, más empático. Por supuesto que no son las ciudades sino las personas cuyo comportamiento hace más difícil la convivencia.
Siempre creí que cuando una persona padece en carne propia una enfermedad, una tragedia, una pérdida en su vida, el dolor que causa una experiencia no esperada, menos deseada, la asimila y tiende a volverse más sensible, más humana.
Sin embargo, con tristeza observo y lo he comentado con personas cercanas y de mi confianza, que veo una realidad diferente a la que esperaba. Creí que mi percepción era equivocada; sin embargo, he comprobado que no lo es tanto ya que existen coincidencias en nuestras apreciaciones.
¿Qué nos pasó como seres humanos? Vuelvo a preguntar. ¿Qué estamos sembrando para nuestros niños y jóvenes? ¿Acaso odio, maldad, resentimiento? Esos sentimientos adversos y dañinos que se están multiplicando sin que nadie se atreva a poner un alto.
Vivimos en una burbuja de mentiras, de falsedades, que crece de manera alarmante. Se le está dando más importancia al dinero y a todo lo material, que a lo relevante; los valores y principios morales se han ido relegando en grupos sociales y con tristeza, hasta en algunas familias.
¿Los políticos? Brincan como chapulines de un partido a otro porque tratan de defender lo que han logrado acumular. Defienden lo que consideran les pertenece, lo que han obtenido en los cargos o representaciones, sin importar que esté en duda la honorabilidad.
Casualmente ¿creemos en las casualidades? Cambian de partido porque ya no les satisface donde han estado. La deshonestidad e hipocresía a todo lo que da.
Pretendiendo engañarnos se engañan a sí mismos porque no se atreven a decir que lo hacen por conveniencia, por cuidar de sus propios intereses; en una palabra, por ambición. Sí, ambición; por eso lo que antes señalaban y criticaban, hoy lo aplauden.
Hablan de “Democracia” pero pisotean la Constitución con sus pretensiones para adecuarla a los propósitos de sus nuevos amos. No les importa poner en riesgo a México y a los mexicanos habiendo tantos problemas que enfrentar.
Problemas graves como es la inseguridad que azota al país. El pueblo que se fastidie al fin y al cabo los políticos traen sus escoltas, camionetas blindadas, todo pagado con el dinero de nuestros impuestos.
Y van en el mismo “paquete”, en el grupo de traidores a la democracia, hombres y mujeres unidos en la destrucción de las instituciones y del país.
No es cuestión de género ¡claro que no! Porque ante una traición a lo establecido en nuestra Carta Magna, saldrán a la luz los valores y principios de la persona. ¿De verdad algún político -el o ella- daría la vida por la Patria? La verdad, no lo creo.
Y no lo harían porque nunca han sentido amor y respeto por ella, por la Patria. Por el contrario, han ayudado a la destrucción de este maravilloso país llamado MEXICO, con sus alianzas nefastas.
La sobre representación irá -según aquellos que pretenden imponer un criterio absurdo que contradice la voz de los expertos-. Lo que sí quedará claro es la compra de la dignidad y la traición a México.
Nunca tuvieron, menos mostraron verdadera vocación de servicio. Un verdadero político, representante, gobernante, se gana la confianza de los ciudadanos cuando muestra empatía ante el dolor de la gente y ayuda a resolver los problemas que aquejan a un sector vulnerable.
La verdadera vocación se demuestra en los momentos difíciles en personas que requieren ayuda. Sin protagonismos, extendiendo la mano para ayudar a otros a levantarse. Servir significa amar al prójimo.
Servir es un hermoso ejercicio que nace desde el corazón. Hay que tener presente que no se puede dar lo que nunca se ha tenido.
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