Al conocer el resultado de la votación del pasado mes de junio, llamó mi atención el gran número de participantes a favor del partido oficial.

En realidad, no fue mucha mi sorpresa porque si de algo estoy convencida es de que, ante ese pluralismo que existe, cada persona lleva su propia mochilita de valores y antivalores los cuales va desarrollando y poniendo en práctica en el momento que más le acomode.

No se puede esperar nada bueno de quien utiliza los recursos que pertenecen a los ciudadanos, para comprar conciencias.  No se puede esperar algo mejor de quien un día sí y otro también ha utilizado una tribuna, que construyó supuestamente para dirigirse al pueblo, pero la realidad mostró desde el inicio de su mandato, cual era el objetivo principal:  insultar a quienes no estuvieran de acuerdo con sus decisiones y convertirlos en blanco frecuente para destruirlos.

Opinar diferente en cuestiones diversas sea de política, religión, sociales o del tema que sea, no convierte a nadie en enemigo de quien piensa o actúa de manera distinta.

Eso es realmente absurdo. Todos somos diferentes, actuamos diferente, por lo tanto, tenemos el derecho de pensar, creer o actuar como decidamos hacerlo.

Eso sucedió en las elecciones del 2 de junio.  ¿Por qué tanta seguridad de que ganaría MORENA? ¿por qué la tranquilidad y la sonrisa de la hoy presidenta electa al decir “solo es un trámite”.

¿Algoritmos, como lo dijeron los que saben de tecnología? ¿actas duplicadas?

Sea lo que haya sido, el daño está hecho en algo verdaderamente insolente que atentó contra la inteligencia de los ciudadanos.  Ufanarse que habían sido elecciones “limpias”.  ¡por supuesto que no lo fueron!

Y no lo fueron desde el momento de acelerar la entrega de las pensiones que da el gobierno.  ¿De dónde creen que llega ese dinero? De los contribuyentes ¡por supuesto! No de algún político, partido o gobernante.

Como todos somos y pensamos diferente, hay quien cree que perderán sus recursos si no votan por tal o cual partido.  Si el voto es libre y secreto, cada ciudadano toma en una elección, su propia decisión.  Y es muy respetable.

Se respeta, sí, pero es muy triste observar que falta en nuestra gente mucha cultura cívica.  Que la oportunidad la tuvimos frente a nosotros al crearse un órgano autónomo que diera la certeza de elecciones verdaderamente confiables.

El INE -que nació como IFE- por la desconfianza de los electores en el gobierno, rindió buenos frutos.  De eso no hay duda.  Y no la hay porque el comportamiento de las autoridades que han formado parte de su estructura ha estado a la altura de las expectativas de los ciudadanos.

Duele, porque en esta ocasión con la reciente contienda electoral, no somos pocos los que consideramos que algunos de los actuales consejeros nos han quedado a deber con su participación.

Estamos conscientes de que un voto hace la diferencia entre el ganador y el segundo lugar.  Por eso se trató de llevar a las urnas la mayor cantidad de ¿acarreados? ¿ciudadanos convencidos con una “lana”? ¿Hasta dónde la injerencia de los grupos criminales?  ¿Conoceremos la verdad?

Son preguntas de las que quizás no logremos obtener respuesta; al menos una respuesta que llegue a convencernos.

Como quiera que sea tendremos la primera mujer presidenta, a quien aún no le es colocada la Banda Presidencial y está manejando -junto con el presidente- la integración de la Cámara de Diputados. Triste panorama le espera al país si continúa la destrucción de instituciones, mismas que se construyeron para servir a México y a los mexicanos.

El Poder Judicial está en riesgo y no solo eso, existe inquietud por lo que está por venir.  Cuando se maneja el discurso impregnado de mentira, falsedad, gran dosis de odio y venganza, no puede esperarse algo bueno.

¿Realmente se votó por más de lo mismo? ¿los electores dieron su confianza a un partido por la continuidad que implica destrucción de instituciones? ¿Votaron para que continúe la violencia, los asesinatos, secuestros, la agresión a la gente que trabaja y se esfuerza por salir adelante? 

La verdad, me resisto a creerlo. ¿Usted, qué opina?