Por si usted no lo sabía, el pasado domingo 28 de julio en Venezuela se llevaron a cabo las elecciones presidenciales, mediante las cuales se pretendía elegir al Presidente de ese país, para un nuevo mandato constitucional de seis años, tal cual sucedió en junio en nuestro país.

Cabe mencionar, que estas elecciones presidenciales venezolanas, que se suponía serían democráticas, fueron pactadas por virtud del Acuerdo de Barbados, que según decían obligaría a Nicolás Maduro, actual presidente de ese país a, ahora sí, respetar las garantías electorales consignadas en las leyes y principios democráticos y someterse al escrutinio que supone un proceso electoral democrático; tal acuerdo fue inocentemente firmado entre el Gobierno y la oposición apenas el pasado 2023.

Debo mencionar, que tal cual se temía, Nicolás Maduro, desde la firma de dicho acuerdo ha violado el mismo en innumerables ocasiones, dejando ver que lo único que buscaba con estas elecciones era legitimarse a los ojos del mundo para atenuar las sanciones económicas y diplomáticas que por causa de su dictadura le han impuesto países de la Unión Europea y Estados Unidos.

Entre las aberraciones conductuales que los países sancionadores ven en el Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y que los ha llevado a considerar que este es un indiscutible dictador y por tanto un peligro para su propio país y sus pobladores, se encuentran actos tales como el secuestro de los órganos electorales de aquel país, así como el debilitamiento hasta lograr el sometimiento del Poder Judicial venezolano, la eliminación de todos los organismos autónomos que a su arribo aún existían y pretendían dar transparencia a las acciones de Gobierno, y hasta los evidentes pactos que este tiene con la delincuencia organizada de su país y de otros tantos, con el fin de financiar sus campañas y acciones arbitrarias de Gobierno.

Por si aún no le cae el veinte, le sigo contando cuáles otras conductas vieron varios países y organismos internaciones no gubernamentales que los llevaron a considerar que Maduro es un nefasto dictador y tirano; entre todas ellas también están las de empoderar exageradamente al Ejército, hasta convertirlo en la más rica empresa del Estado; el uso clientelar de los programas sociales; el provocar el colapso financiero de ese país, para tener más pobres que dependan de las dadivas raquíticas del Estado; así como el uso de un canal de televisión diariamente para emitir su mensaje, sin olvidar la compra de algunos comunicadores y la persecución de otros, con el fin de lograr la rendición de todos ellos.

Ahora bien, es de mencionarse que no todos los presidentes de los otros países le han reprochado a Nicolás Maduro su evidente ánimo de eternizarse en el poder para no tener que rendir cuentas sobre sus actos de corrupción; de hecho el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, hasta lo ha defendido con ardua fiereza al punto de negarse a participar en cualquier foro de ningún organismo que busque llamar a cuentas al dictador. Y es que el Presidente de México ha dicho que para él ninguno de los actos del Gobierno de maduro es malo o condenable, afirmación que yo le creo, ya que de considerarlos malos, pues no se los habría copiado todos durante el tiempo que gobernó nuestro país. Por todo lo anterior, yo sí creo que Maduro es un dictador.