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Coahuila

El derecho a desconectarnos

Por Irene Spigno

Hace 7 horas

Somos seres hiperconectados. No me refiero solamente a la condición relacionada con el mundo virtual, donde la hiperconectividad es más evidente y se relaciona con la constante presencia en línea y en un mundo que existe solo detrás de una pantalla, ya sea de una televisión o de un teléfono.

Aunque es cierto que estamos viviendo el fenómeno de querer estar presentes más en la vida virtual que en la real, en estas líneas quisiera hacer referencia a la necesidad que muchas personas sentimos de estar siempre disponibles para los demás, casi como si tuviéramos la permanente sensación de que el mundo no pueda girar sin nuestra presencia. Quizás por eso tenemos la apremiante necesidad de estar siempre presentes por si alguien nos busca.

Querida lectora, querido lector, ¿te has preguntado alguna vez qué pasaría en el mundo si por unas horas, días o semanas dejaras de contestar? ¿Cambiaría el movimiento de la Tierra? ¿Desaparecería el agua de los mares? ¿La bolsa de valores caería? No lo creo. Más bien creo que no pasaría absolutamente nada.

Muy probablemente existirán unas cuantas personas que se preocuparían si de repente desapareces del radar. Pero, aparte de estas personas que se preocupan por ti (a quienes te recomiendo avisar por si decides desconectarte), el mundo y la mayoría de las personas que viven en él seguirán su vida como siempre lo han hecho.

No, tampoco quiero decir que no somos importantes y que al mundo no le importamos. Lo que quiero decir es que muchas veces estamos tan preocupados de estar al pendiente de lo que se pueda ofrecer en el trabajo o para los demás que se nos olvida tomarnos el tiempo y el espacio para nosotros mismos.

“Desconectarnos” es una de las maneras más efectivas para poder regenerarnos, reactivarnos y, especialmente, descansar. Es fundamental para cada uno de nosotros.

Nos podemos desconectar de muchas maneras. Nos desconectamos, por ejemplo, cuando hacemos deporte, al tener entre nuestras manos un libro que nos apasiona mucho, viendo una película que nos entretiene, o cuando pasamos tiempo de calidad con las personas que queremos o con nuestras queridas mascotas.

Seguramente desconectarse no significa realizar aquellas malas prácticas que desafortunadamente tienen algunas personas de no contestar mensajes porque no les importa que al otro lado haya una persona que está esperando una respuesta y la dejan esperando horas porque tienen “cosas más importantes que hacer” y casualmente reaparecen cuando, e increíblemente todas las veces que, necesitan algo de nosotras o nosotros. Estoy segura de que muchos de nosotros tienen a “su team” de vampiros energéticos, personas que solo nos buscan porque y cuando quieren y/o necesitan algo de nosotras o nosotros.

Cuando hablo de “desconexión” no me refiero solamente a acciones como “cerrar redes sociales” o “no acceder a correos”, sino también a “dejar de contestar” y “desaparecer del radar” de todas aquellas situaciones y personas que nos drenan la energía. Quizás, la mayoría de las personas, por compromisos y responsabilidades profesionales, personales, sociales y familiares, tienen que vivir situaciones incómodas o que generan malestar o fastidio y que no se pueden (o no es tan fácil) evitar.

En estos casos, “desconectarse” debería ser más bien un estado (que sea mental o emocional) que impida a todas aquellas situaciones y personas drenantes llegar a la profundidad de nuestro ser y quitarnos nuestra tranquilidad y paz interior.

Necesitamos descanso, y no solamente del trabajo, sino un descanso para que nuestra mente se pueda regenerar. Y creo que no hay un mejor momento de hablar de esto ya que estamos en pleno período vacacional.

Así que espero que esta vez, querida lectora, querido lector, estés haciendo uso de tu derecho a desconectarte por lo menos por unos días y estés descansando de todo aquello que te roba tu energía.

¡Buena desconexión!

 

 

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