Saltillo.- “La vida de un artista es intempestiva: a veces estás acá arriba y al día siguiente estás abajo”, dice el bajo barítono puertorriqueño Carlos Conde y sus manos se elevan y luego descienden. “Te digo, a veces estas cantando para los mandatarios y comiendo con ellos, y al siguiente estás comprando comida con los bonos para alimentos de Nueva York. Pero es algo que no cambiaría, es algo que disfruto. Uno sabe lo que es vivir al bohemia”, agrega.

Y quizá no hay mejor frase para describir esa vida “en la que el dinero ya no importa”, sino el arte, la exaltación vital de la libertad, el hedonismo, la pulsión dionisiaca de levantar las copas y brindar “por el carpe diem, por tomar el día”.

Eso lo comprendió muy bien Giacomo Puccini cuando musicalizó la ópera La Bohème, un retrato de París en el siglo 19. Entre poetas malditos y pintores impresionistas, la exaltación revolucionaria aún respirándose en el aire, el romanticismo del día a día, la Ciudad Luz vivió una época de esplendor que quedó capturada en numerosas piezas de arte, entre ellas, esta ópera.

La Bohème se presentará hoy como uno de los grandes eventos de la Fiesta Internacional de las Artes (FINA). En esta obra Conde interpreta a Schaunard, papel que, cuando se lo ofreció, lo primero que pensó fue “¿qué voy a hacer yo, un hombre de 50 años, entre puros jóvenes?, y lo entendí: soy su roomie. Ahora el dinero no alcanza para nada”, dice y las risas del cantante llenan el patio soleado del Centro Cultural Casa La Besana.

A su lado, se encuentra César Delgado, tenor jalisciense que hoy dará vida a Rodolfo, el personaje principal del drama, para quien “es muy especial, porque fue el papel en el que debuté en 2012 y ahora regreso a él. Ahora me emociona mucho más porque sé que cada ópera, sea una en la Ciudad de México o en Nueva York, aunque sea el mismo libreto es un mundo totalmente distinto”.

Y ahora más que nunca, tiene razón, ya que esta puesta en escena de La Bohème sucede en otro tiempo y espacio: Saltillo de la actualidad. “Cuando me invitan a dirigir la obra propuse algo arriesgado: trasladar la historia a Saltillo. En vez de la torre Eiffel que sea la escultura monumento a Acuña. Propuse que fuera un homenaje a la ciudad, entonces está el ladrillo, el señor que vende dulces.

Es Saltillo en la actualidad”, comenta por su parte Mabel Garza Blackaller, quien está a cargo de la dirección escénica de esta obra en la que participan la Compañía de Ópera de Saltillo, el Coro Infantil del Instituto Vivir y la Orquesta Filarmónica del Desierto (OFDC).

Quizá la obra se mantiene vigente porque es un drama sobre la vida y sus dilemas. Pero, en la actualidad trata un tema fundacional para la generación a la que pertenecen la mayoría de los miembros del elenco: el dinero. “A los bohemios no les importaba el dinero, esa fue su gran aportación”, añade Garza, y apuntala que “por eso ahora tenemos la idea de que los artistas, escritores, cantantes, pintores, artistas en general, siempre van a vivir en condiciones precarias. Y todo eso viene del siglo 19, de la bohemia”.

Personajes

Entre esos personajes está el de Rodolfo, “un personaje con el que me identifico mucho porque los artistas nos enfrentamos, desde que iniciamos esta carrera, a un mundo de prejuicios: ‘¿de qué vas a vivir?’, ‘¿qué vas a comer?’, esas cosas. Y Rodolfo es un poeta apasionado que a veces no tiene para la propina, ya no la cuenta, ¡la propina! Pero su vida, su universo completo, es la poesía. Por eso creo que su aria es uno de los highlights de la ópera”, apunta Delgado.

Tras 12 años de haber dado vida al mismo personaje, el joven tenor señala que esta década le ha permitido darse cuenta de que “la ópera es un mundo muy complejo. La voz de un cantante va evolucionando y uno nunca deja de aprender, tampoco dejas de descubrir. Aunque pienses que ya conoces la pieza, al siguiente rol te das cuenta de cosas que no descubriste la vez anterior, y eso porque ya estás en una etapa distinta, con mayor madurez y evolucionas al igual que tu voz. Por eso ha sido un redescubrirlo. Además es muy demandante técnicamente: pide mucho canto y mucha pasión”, agrega el cantente que ha visitado la ciudad numerosas veces.

A diferencia de Delgado, Conde no tenía una conexión tan profunda con su personaje, “sin embargo esta obra está tan cerca de la vida que no me resultó difícil. Mi personaje, Schaunard, es un músico y a ello me he dedicado toda mi vida” y como él, apunta, “he descubierto que la vida del artista es una ruleta rusa. He estado en puntos muy altos y otros muy bajos, pero curiosamente siempre se disfruta. Porque así la vida se convierte en un drama: no importa en dónde estás, en otro momento estarás en otro punto. Y esta obra es eso: hemos estado en la cúspide y en el siguiente estamos en la bohemia pura”, comenta.