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Coahuila

El sexenio de la destrucción institucional alcanzó al Revolucionario Institucional

Por Luis Carlos Plata

Hace 4 semanas

Al sexenio de la destrucción institucional que se publicita como si fuera transformación le faltaba para culminar su obra la destrucción del arquitecto de instituciones por excelencia: el Revolucionario Institucional.

Y Alito se puso de pechito. A 85 días de concluir la primera edición del Obradorato, y antes de acometer legalmente contra el Poder Judicial, para el PRI no fue domingo de resurrección luego de la vapuleada recibida el 2 de junio, sino de entierro: el Undertaker de la WWE estableció las condiciones (mediante reforma a los estatutos del partido) para dirigirlo por ocho años más, si para entonces aún queda algo más que su emblema tricolor.

A mano alzada, como homenaje (o guiño, si fuese un guión literario) a las formas del régimen actual.

Alejandro Moreno Cárdenas, lo sepa o no, desempeña desde 2019 una doble función: como insider de Obrador para destruir al PRI desde adentro, y recoger éste vía su Movimiento unipersonal el cascajo que cae cuando se pone en marcha la bola de demolición; y como tonto útil de Rubén Moreira para destruir al PRI desde adentro, y quedarse luego éste con lo que sobre o se haya mantenido en pie pese al golpeteo demoledor.

Entonces lo destruido, y lo rescatado, es funcional a intereses de terceros, sea o no como autores intelectuales. En cambio él, ataviado con camisas serigrafiadas con letras gigantes: Alito, sólo funge como ejecutor.

Ya nadie se acuerda que, con el uso arbitrario e ilegal de la Fiscalía de Campeche y el Gobierno de aquél estado en su conjunto, volcado institucional y sistemáticamente a mancillar su imagen cada semana durante todo 2022, el uso faccioso del aparato de propaganda y desinformación que sirve al régimen como caja de resonancia nacional, y los medios de comunicación convencionales como propagandistas oficiosos en la trama, la ojeriza emprendida contra el tal Alito cesó repentinamente, como escampar luego de la tormenta.

¿Hubo un pacto de no agresión?, ¿una tregua?, ¿a cambio de qué?

Para dimensionar: el 14 de agosto de 2023 terminaba oficialmente su mandato aunque, si se lo propone, acabará entonces en 2032.

Si el PRD perdió el registro en 2024 luego de 35 años de existencia, el PRI lo mantiene pero en los hechos está perdido. Y como el meme de Julio Iglesias que se mantiene vigente durante todo el mes en curso, apuntando con su dedo índice hacia la cámara: y lo saben.

En 2000, luego de ceder por primera vez el poder presidencial, el PRI aplicó una estrategia cosmética y se maquilló como “Nuevo PRI”, bajo el mando de Roberto Madrazo, tabasqueño al fin, quien se quedó para sí mismo la desastrosa candidatura de 2006. Un segundo aire se fraguó a partir de entonces, con epicentro en el Estado de México, coronado en 2012 con su regreso a La Silla del Águila luego de La Docena Trágica moderna protagonizada por el PAN.

Es difícil determinar, históricamente, si la generación más corrupta de gobernadores priístas la constituyen los mandatarios que ostentaron entre 2011 y 2018 el poder estatal; sin embargo sí ha sido, por mucho, la más exhibida como tal ante la opinión pública. Lo anterior, aunado a los cambios de comportamiento que provocó el uso continuado de las redes sociales a partir del año 2010 como instrumento de comunicación política, condenó al país a un accidente del sistema de partidos llamado Morena. A partir de ahí el resto es de sobra conocido.

Nada bueno puede resultar al mantener en el Comité Ejecutivo Nacional del PRI a los mismos que, desde 2019, han perdido casi todas las gubernaturas y prácticamente todos los congresos locales en el camino (salvo las elecciones de Coahuila en 2020, 2021, 2023 y 2024, regidas por una dinámica distinta, ajena al centralismo). No se diga la representación en las cámaras de diputados y senadores o la drástica disminución de la votación presidencial entre 2018 y 2024.

Mientras Morena prepara una reforma electoral para eliminar la reelección en los cargos de elección popular del país (mañosa, sí, pero en concordancia con el ánimo social que también la rechaza), el PRI resuelve al mismo tiempo que se deben reelegir sus autoridades partidistas cuando nadie lo pidió ni era una apuesta prioritaria.

Sí, es el partido con mayor valoración negativa en las encuestas. Incluso en Coahuila, donde gana elecciones pese a ello. Un instituto político vertical, otrora organizado en función de liderazgos, disciplinado en cuanto a las estructuras de poder. Y esa misma obediencia autómata impide a sus militantes y simpatizantes manifestarse abiertamente en contra, pese a que lo estén en privado.

Hoy no hay cirugía que valga, mucho menos maquillaje.

Son los estertores del PRI al RIP.

Cortita y al pie

En esa ecuación política Coahuila, el último bastión y cuna del Federalismo, puede llevar una relación de convivencia con el CEN mientras le garanticen autogestión y autodeterminación, pues la inercia ganadora le permitiría negociar respeto. Alejados unos de otros hasta que ocurra un proceso natural de mitosis.

No obstante, la reforma del domingo fue una manzana envenenada para los planes de la entidad, la única del país que no ha probado alternancia política.

En las “letras chiquitas” del documento fue aprobado que las candidaturas del PRI en los próximos procesos electorales correspondan 60% a mujeres, y el restante 40% a hombres, lo cual no es ilegal ni conculca derechos políticos a los varones, pues la única restricción en el Código Electoral es que obtengan ellas “por lo menos” 50% de los espacios.
¿Qué implica lo anterior?

Además de la intentona por congraciarse con el padrón femenino como recurso para legitimarse luego del albazo, de entrada, existe 60% de probabilidad que haya en el lejano 2029 (o cercano, según se vea) una mujer en Coahuila como candidata del PRI a Gobernadora. Y si a lo anterior sumamos que, en Estado de México -la elección gemela de cada seis años que sirve como parámetro para la paridad de género- ya hubo candidata en 2023, la posibilidad aumenta considerando en Coahuila nunca. Hasta 99%, por ser cauto.

La última y nos vamos

Juego nuevo. Luz Elena Morales, Verónica Martínez, Hilda Flores Escalera y María Bárbara Cépeda. Quién más.

 

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