En estos últimos 35 años, parece ser que los políticos que más han perdido son los priistas.
Durante el sexenio de De la Madrid, como inercia de los dos sexenios anteriores, el escritorio del “señor” era un altar, más de una evidencia del PRI y la imagen del señor gobernador o señor presidente, con su banda, en un gesto cercano a la gloria eterna.
El político emitía cuando menos cinco loas al ídolo, y no se atrevía, ni en sueños o pensamiento, a criticar o aceptar defecto alguno del funcionario, no fuera a ser que la visita lo denunciara como traidor.
El premio a esa sumisión era la costumbre a depositar los tesoros obtenidos por su gestión, en algún banco gringo, en una ciudad fronteriza.
La escisión del PRI, producto del desaire a la izquierda con Salinas, fue ya tener políticos que hablaban mal del mandatario, y que a los gobiernos gringos les apareció como dinero extra, el hecho de que la mayoría de esos dineros, son de origen ilegal, y con que esos gobiernos los pueden confiscar, por la legislación contra el lavado de dinero,
En el actual régimen y el entrante, los residuos de priistas que se unirán al partido dominante enfrentan mayor riesgo de confiscación, de sus botines, y la seguridad de que se tendrán que humillar aún más, a cambio de sus platos de lentejas.
Siempre hay el que duda eso, pero una larga lista de personajes como Noroña, Barboza, Ebrard, y demás gandallas que gozaban la cercanía al líder y luego fueron hechos a un lado, refuerzan mi argumento.
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