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Los temores de Mario Delgado

Por Pablo Hiriart

Hace 6 meses

Los debates no son para los candidatos, sino para los ciudadanos.

Ahora vemos una serie de condiciones que ponen los representantes de las aspirantes presidenciales, especialmente el de Morena, como si los debates fueran un foro de propaganda.

Propaganda tienen a raudales: 52 millones de spots en los que muestran sus mejores ángulos con la ayuda de la tecnología. Dicen lo que quieren aunque sean mentiras, formulan promesas incumplibles sin que nadie los cuestione.

Saturan a la población y la alejan de la política porque se generaliza la idea de que todos mienten, aburren y abusan de la televisión y de la radio.

Quieren que los debates sean, más o menos, lo mismo.

Entrevistadores cómodos para ellas, preguntas suavecitas o que no incomoden, y que por favor destaquen lo bueno que ha sido el Presidente.

Incluso una de las candidatas pidió conocer las preguntas con anticipación.

Momento. De lo que se trata es que la población las conozca lo más cercano posible a tal cual son en realidad.

A ver si tienen temple para reaccionar con serenidad y buen juicio en situaciones difíciles, como muchas de las que deberán hacer frente en caso de ganar.

Necesitamos que las cuestionen a fondo, para saber si lo que proponen es viable o no, si dicen la verdad o sólo repiten frases vacías de contenido.

¿Cuál es el miedo a que los conductores sean, por ejemplo, Carmen Aristegui y Ciro Gómez Leyva? U otros de ese calibre.

Y que propicien el debate entre las candidatas.

Son tantos los peros que ha puesto Mario Delgado —dirigente de Morena— a los debates, que nos revela una gran desconfianza hacia su candidata presidencial.

Delgado desconfía de las preguntas, de los conductores, de los ciudadanos que mandan sus inquietudes, de la comisión del INE que organiza los debates, de las sillas, de las mesas, del reloj, del micrófono.

Y un pavor que comparte con su candidata: que en las preguntas vayan implícitas críticas al Gobierno.

El presidente de Morena nos hace ver que protege a una candidata de cristal.

La minimiza erróneamente. Sheinbaum está hecha en la polémica de las asambleas universitarias. Ya tuvo debates como candidata a la jefatura de Gobierno, y también el domingo 7 de abril a escala presidencial.

Que tenga razón o no en sus argumentos es otro cantar, pero sí sabe debatir.

Si no da para más, es problema de Morena: ellos la eligieron.

Y si la candidata es de cristal y sus argumentos son endebles, los votantes tienen derecho a saberlo.

Lo mismo en el caso de Xóchitl. Los electores tienen derecho a conocer si hay algo más que folclore en su candidatura.

La duda, en el caso de la aspirante de Morena, es si únicamente es Mario Delgado el que no le tiene confianza para el debate de ideas y de propuestas. O si también se la perdieron como candidata presidencial.

Dijo Mario Delgado: “Queremos advertir que nos preocupa mucho el tema de las videopreguntas, porque la posibilidad de manipulación de esas videopreguntas es muy alta, y no confiamos ya en la productora que está haciendo estos debates”.

Le preocupan las videopreguntas y habla de manipulación.

¿A qué manipulación se puede referir? Delgado tiene que explicar qué es, en estos casos, manipulación de una pregunta.

A ver qué alcances tiene la desconfianza que expresa Mario Delgado. Si lo hace por su cuenta o es el transmisor de una preocupación de su jefe.

El calendario electoral y las reglas del juego mandan debates y eso deben ser: debates.

Para el tercer debate se eligió a tres moderadores, una cercana a cada candidata y otro de Corea del Centro. De Monterrey, Ciudad de México y Mérida, con el argumento de “regionalizar”.

Si esa es la idea, pudo hacerse un debate en Yucatán, otro en CDMX y otro en Nuevo León, con periodistas de esos estados, que los hay y muy buenos.

Esa, sin embargo, no es la idea, sino dejar contentas a las candidatas. Descafeinar para cubrir el requisito.

El objetivo de los debates televisados a todo el país es que los ciudadanos puedan formarse una opinión.

Para ello se necesitan conductores respetuosos, pero directos e informados, con personalidad para desmentir y centrar a la candidata. Que hagan preguntas incómodas sobre los temas ya pactados.

Eso no lo veremos. Mario Delgado tuvo —o transmitió— miedo.

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