Coahuila
Hace 5 meses
La población civil y los cadetes de la Escuela Naval en Veracruz respondieron al vibrante llamado del comodoro Manuel Azueta Perillos, quién, a la voz de “¡Viva México!, ¡a las armas muchachos!, ¡nuestra patria está en peligro!”, respondieron con su vida a la intervención militar de los Estados Unidos a México.
Hace 110 años, en un acto de valentía inigualable, nuestro país se vio envuelto en un episodio que desafió el corazón y el temple de su gente. Para el año de 1913, Huerta, tras haber conspirado el asesinato del presidente Madero y afectar durante su breve gobierno los negocios petroleros de Estados Unidos, su presidente, Woodrow Wilson, también desconoció su mandato.
En ese entonces, se encontraba en curso la Revolución, y el vecino país del norte envió fuerzas armadas a los puertos de Tampico y Veracruz. Al primero por ser un punto estratégico de salida del petróleo extraído en pozos de la región, y al segundo, pues, al enterarse de la llegada de un cargamento de armas a bordo de un buque alemán, para apoyo a las acciones de Huerta, decidieron que las operaciones de desembarco se realizarían ahí.
La mañana del 21 de abril, fue un momento que puso a prueba el patriotismo y la determinación de los mexicanos, poco después de las 11:00 am, el invasor desembarcó. Manuel Azueta, jefe de a flotilla del Golfo, al no contar con su escuadra que se había dirigido a Tampico, tomó la decisión de conducirse a la Escuela Naval y, para su propia sorpresa, sumó voluntarios y civiles durante su recorrido por las calles, ya que la población conocía de la incursión de las fuerzas extranjeras en suelo mexicano.
El espíritu indomable de aquellos hombres y mujeres que se alzaron en defensa de nuestra tierra, marcó un hito en la historia de México. Fue la población civil y los cadetes los que iniciaron la resistencia, su lealtad a la patria, ha dejado una huella imborrable en la conciencia colectiva de la nación.
El sacrificio de aquellos que lucharon en Veracruz, nos enseña que la defensa de la patria es el deber de cada mexicano. Velar por la integridad y la dignidad de México, ya sea en defensa de su territorio, de su soberanía, o de sus instituciones, es ejemplo que perdura como símbolo de identidad, de unidad y de firmeza ante las adversidades.
Que el legado de los defensores de Veracruz siga vivo en cada mexicano, y que su fuerza, guíe nuestros pasos, hacia un futuro de mayor grandeza y dignidad.
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