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Barroterán

Por Juan Latapí

Hace 3 meses

Por todo el pueblo se escuchó un tronido y de inmediato una lengua de fuego ascendió hasta el cielo, después solo confusión y una enorme columna de humo negro se levantaba sobre la bocamina de la mina 2 de Minera Guadalupe, en Barroterán. Era el 31 de marzo de 1969, hace 55 años, cuando una explosión de gas terminó con la vida de 154 mineros.

“La tragedia fue de tal magnitud -narra el periodista Alejandro Santos, de El País- que la edición en español de la revista Life llevó en su portada, con el titular ‘El infierno de Barroterán’, la fotografía de uno de los mineros que participó en el intento de rescate, con la cara ennegrecida de carbón y con una expresión perdida en el rostro”.

Y es que los siniestros en las minas de carbón de la región carbonífera han sido una historia que se repite desde 1883 hasta la fecha, con más de 3 mil muertes. Uno de los primeros grandes siniestros ocurrió en 1889 en la mina El Hondo donde murieron 300 mineros, según narra el “Relato de la Explosión en la Mina El Hondo”, escrito en 1902. En el año de 1908 se registró otra explosión en la mina 3 de Rosita con 200 mineros muertos; en 1910, en la mina 2 de Palaú, murieron 100 y otros 300 también fallecieron en la Mina 2 de Las Esperanzas; en 1934 murieron 57 mineros en la Mina 6 en Nueva Rosita; 36 más perecieron en el mismo lugar en 1936, tan solo por mencionar algunos accidentes que persisten en esta región.

En el Informe “El Carbón Rojo de Coahuila: Aquí se acabó el silencio”, escrito por Cristina Auerbach, se menciona que cuando ocurrió en 1969 la tragedia en la mina 2 de Minera Guadalupe -propiedad de AHMSA- el entonces secretario general del Sindicato Minero, el Senador Napoleón Gómez Sada, no se presentó en el lugar de los acontecimientos, ni en los días posteriores al siniestro; lo hizo años después, a lo que llaman aniversarios luctuosos, solo para placearse. Cabe señalar que al ocurrir aquella tragedia, los mineros no estaban afiliados al IMSS.

Las maniobras de rescate fueron difíciles de realizar debido a los continuos derrumbes que obstruían el paso a las cuadrillas de rescate y a los socorristas voluntarios de la Cruz Roja de Monclova. En medio de la desesperación y el llanto de los deudos ante la tragedia –según publicó Zócalo hace algunos años- surgieron las típicas promesas de políticos y autoridades de aquel entonces, encabezados por el gobernador Braulio Fernández Aguirre y el candidato a la gubernatura por el PRI, Eulalio Gutiérrez Treviño. Como suelen hacerlo, prometieron viviendas, despensas y pensiones dignas para las viudas, y para los huérfanos becas hasta la universidad. Aquellos compromisos el viento se los llevó al igual de las promesas de Napoleón I, de luchar por hacer menos difícil la vida de huérfanos y viudas.

Afuera de la mina se colocaron 154 ataúdes mientras funcionarios municipales y de la empresa, encargados de identificar los cuerpos, dieron la orden de celebrar una breve ceremonia religiosa y de inmediato llevarlos al panteón para inhumarlos sin abrir los ataúdes. El peregrinar de las viudas de los mineros en sus reclamos ante el incumplimiento de las distintas autoridades fue narrado en 1983 en el libro “Barroterán: crónica de una tragedia” escrito por Sandra Arenal.

Han pasado ya 55 años y en la región carbonífera las injusticias permanecen y si los deudos de los mineros de Barroterán tienen una tumba donde llorar a los caídos, los deudos de Pasta de Conchos y de otras minas ni eso tienen. Mientras tanto los dueños del carbón siguen haciendo de las suyas ante la omisión e indiferencia de las autoridades y los líderes mineros, del bando que sean, operando bajo el mismo modelo de hace más de 30 años, porque siguen los mismos políticos y empresarios detrás de las minas, lo único que hacen es solo cambiar la razón social o de nombre para decir que son diferentes mientras las minas colapsan.

Seguramente este domingo, como todos los años, se repetirá el ritual de siempre en el que políticos y funcionarios sindicales pronunciarán sus intrascendentes discursos y depositarán ofrendas florales en el monumento al Minero, en la plaza de Barroterán. Sin duda, como cada año, esos políticos y funcionarios evadirán hablar de las viudas y huérfanos que prácticamente fueron abandonados a su suerte y olvidados desde el 31 de marzo de 1969.

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