Para adentrarnos a las cuatro sinfonías de Johannes Brahms, quizás es menester comprender el contexto en el que vive el compositor: Nace el 7 de mayo de 1833 y vivirá hasta el 3 de abril de 1897. Una larga vida que dio a luz múltiples obras de cámara, orquestal, para piano, lied, danzas, pero solamente cuatro sinfonías.
La sinfonía durante la primera mitad del siglo 18 fue una forma entretenida y en sus inicios apenas un entremés antes de una obra de mayor poder musical, pero con la segunda mitad de 1700 las sinfonías de Haydn y Mozart sobre todo, llegan a alcanzar una formalidad tal que podemos considerar a la sinfonía como obras autocontenidas dentro de su propio universo.
Y luego llegará Beethoven (1770-1827) a expandir los horizontes sinfónicos con sus nueve sinfonías y la Novena, que es un hito en la evolución del género. Sin embargo para el siglo 19 los compositores se dividirán básicamente en los vanguardistas (que no son llamados así, pero básicamente lo son) y los conservadores (que buscan continuar las herencias de los clásicos y Beethoven).
Dentro del primer grupo estarán Liszt y otros compositores, principalmente Wagner como líder estilístico quienes desean ir más allá con las formas heredadas. Si bien Wagner no compone una sinfonía en su madurez y solo una completa en 1832, su estilo musical en general influye en grandes compositores como Berlioz o Liszt en el terreno sinfónico.
Pero la sinfonía ya no es como las clásicas, sino que se apegan más a un terreno poético y con ello se desarrolla el llamado poema sinfónico, por ejemplo. La fastuosidad y libertad creativa es tal, que podemos escuchar claramente un desarrollo diferente a sus antecesores.
Sin embargo Joahnnes Brahms pertenece al grupo más tradicional y acaso ortodoxo de los compositores del 19. Es por ello que sus cuatro sinfonías serán claramente una continuación de la tradición sinfónica de Mozart y Beethoven.
De esta manera, podemos escuchar y apreciar estas grandiosas sinfonías. Cosa curiosa que solo escribiera cuatro y que comenzara hasta los 43 años con la primera. Un Brahms ya bastante maduro el que podemos escuchar en su primera sinfonía en do menor, Op. 68. Oscura, seria y rigurosa que no permite al público perder su concentración y lo obliga a permanecer fijo a la evolución de sus movimientos.
Su segunda sinfonía en re mayor, Op. 73 es más luminosa y hasta divertida, reflejando el estilo vienés que cubre a este siglo. La tercera, en fa mayor, Op. 90 nos revela a un Brahms decididamente formal y riguroso y lo mismo sucederá con la cuarta en mi menor, Op. 98. Son cuatro joyas sinfónicas que revelan el apego por las tradiciones y la grandeza de esta forma que seguirá evolucionando hasta nuestros días.
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