Hace pocos días conversaba con un grupo de amigas, en un restaurante acogedor, con agradable música, deleitando una taza de buen café y con el objetivo de en unas cuantas horas poder cambiar al mundo dentro de una lluvia de opiniones, alguna de ellas compartidas y otras situadas en la ausencia de acuerdos, sin embargo, fue un gran espacio de reflexión, para comprender lo que estamos viviendo en el país. Los comentarios se centraron en quejas sobre el gobierno, la mayoría de ellos fueron muy negativos, al salir del lugar me quedé meditando ¿Dónde están los ciudadanos?
Recordé que en la universidad aprendí que el concepto de ciudadanía nació en Grecia, así como definición de los derechos y los deberes de los miembros de la comunidad. Aristóteles tenía la certeza de que para ser un buen hombre era indispensable ser un buen ciudadano, esto que implica, es muy simple no hay división entre el interior y el exterior de un ser humano, lo que sientes, piensas e interpretas como individuo se ve reflejado en tus acciones hacia los otros, es un elemento fundamental que te define como persona. Buen ciudadano es entonces no provocar daños a terceros y ser participativos, estar al pendiente de las decisiones que realizan los gobernantes sobre los gobernados. Otro ingrediente que sigue vigente es que para que un régimen sea justo, debe estar atento en buscar el bien de los súbditos, es decir, el bien común, y no el interés de los gobernantes.
Actualmente, algunos conocedores del tema sugieren que se necesitan tres elementos fundamentales para la ciudadanía: los derechos individuales, la pertenencia a una comunidad y la participación en la vida política. Ahora le pregunto querido lector, ¿conoce usted dónde están nuestros derechos, pero también nuestras obligaciones como ciudadanos mexicanos? Claro es muy fácil en nuestra Carta Magna: la Constitución. Ahora ¿sabe usted como se define al ciudadano en ella?, haga un poco de esfuerzo, recuerde nuestras clases de Civismo, o que lamentable olvidé que ya no existe, bueno, pero no importa, mire usted es el Artículo 34.- son ciudadanos de la República los varones y mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además los siguientes requisitos: I. haber cumplido 18 años, y II. Tener un modo honesto de vivir. Se dio cuenta de algo importante coincide con el concepto de Aristóteles, tener criterio para decidir y sobre todo ser buena persona.
Podemos asegurar que un buen ciudadano entonces esta alerta de las decisiones de los políticos, lo lamentable es que, si no son las adecuadas, nos pueden dañar irremediablemente, por ello cuando elegimos a nuestros gobernantes, por favor nunca olvide este requisito, que deben mínimo cumplir con el segundo elemento que señala nuestra Constitución “tener un modo honesto de vivir”.
Ahora bien, le comento que el INEGI reportó que de acuerdo al Censo de Población y Vivienda 2020, somos 126,014,024 habitantes en este país, de esta cifra 15 millones son personas adultas. Ahora bien, ponga atención sólo 5 millones 869,114 personas trabajan en el sector público, a nivel federal, en los gobiernos estatales, gobiernos municipales, empresas públicas y otras. Están al servicio de los ciudadanos, para brindarnos lo mínimo indispensable para cumplir con nuestras obligaciones y por supuesto también con nuestros derechos.
Me pregunto ¿qué pasa, entonces? El número de ciudadanos es mayor mucho mayor que nuestras autoridades, y estás en la mayoría de los casos nos perjudica, nosotros como sociedad decidimos que ellos se hicieran responsables, de cumplir a cabalidad con nuestras demandas políticamente definidas, como en salud, educación, seguridad entre otros, ¿sabe usted por qué?, es simple la respuesta, porque el gobierno es espejo y nos refleja perfectamente como sociedad. No somos buenos ciudadanos, no pensamos en nuestro bienestar a en el presente, ni el futuro, menos aún en el de los otros.
Para comprobar lo que le digo haga este simple ejercicio: observé el comportamiento de las personas en el supermercado: le ganamos el lugar de estacionamiento a la persona que está esperando, descaradamente nos burlamos de él, nos bajamos muy orgullosos y ¡oh! en el auto van nuestros pequeños hijos. En el espacio dedicado a discapacitados nos estacionamos sin tener placas de minusválidos o peor aún, llegamos con las placas autorizadas y no somos minusválidos. Al bajar del auto, tiramos en la calle la basura que traemos dentro de él, ¡claro! Es menor ensuciar afuera que adentro. Entramos al supermercado directo a la verdura y tomamos los productos, los mallugamos, los dañamos, los dejamos y tomamos otro. Y hasta ahí la dejó este comentario porque ya me dolió el estómago, al pensar nuestro comportamiento en otros espacios.
Si queremos un gobierno aseado en sus acciones, debemos luchar los ciudadanos por hacerlo también, comportarnos a la altura de las sociedades avanzadas o inteligentes, no es difícil de realizarlo, es sólo tener la ambición de un futuro mejor, haciendo en el presente acciones correctas. Concluyó con esta frase del dramaturgo y poeta alemán Eugen Berthold Friedrich Brecht “El peor analfabeto es el político analfabeto. No oye, no participa de los acontecimientos políticos, No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.
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