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Protestas en Cuba

Por Sergio Cisneros

Hace 3 años

“Teníamos tanta hambre que nos comimos el miedo”. Frase de la revuelta cubana

Ha habido manifestaciones más grandes y violentas. Ahí están las de Colombia, Chile, Nicaragua y Venezuela. También las de México de enero de 2017 por el alza en el precio de la gasolina, las de Estados Unidos tras el asesinato de George Floyd a manos de un policía blanco en 2020 o las de los chalecos amarillos de Francia por un impuesto “ecológico” a las gasolinas. Sorprenden las de Cuba porque ese país es visto por algunos como un paraíso comunista y por otros como la más longeva de las dictaduras latinoamericanas.

El domingo 11 de julio se empezaron a registrar protestas en San Antonio de los Baños, cerca de La Habana, y se extendieron con rapidez por el país. Miles participaron, a pesar de que en el pasado cualquier protesta era reprimida con severidad y rapidez. Ya no estaba la figura dominante de Fidel Castro, el revolucionario sanguinario que junto con el “Che” Guevara fusilaba sin miramientos a quien se opusiera a sus designios, ni la de su hermano Raúl, quien se retiró de su último cargo público, secretario general del Partido Comunista, el pasado 19 de abril.

El presidente Miguel Díaz-Canel, ante su primera crisis como gobernante, llamó a “los revolucionarios comunistas a que salgan a la calle donde se vayan a producir estas provocaciones y enfrentarlas con decisión. La orden de combate está clara, a la calle los revolucionarios”. Ordenó también cortar el internet.
¿Por qué una sociedad con un alto nivel de desarrollo humano se rebelaría contra un gobierno que reprime con violencia cualquier protesta? Quizá por la misma razón por la que Chile registró violentas protestas a pesar de tener el más alto nivel de vida de Latinoamérica y de haber logrado la reducción más pronunciada de la pobreza en la región. Las protestas contra un régimen que se percibe como injusto estallan independientemente del éxito. Quizá el éxito, de hecho, sea combustible para la protesta. Cuando las revoluciones de 1989 derrocaron a los regímenes comunistas de Europa oriental, parecía que estos estaban en la cima de su prosperidad y fortaleza.

El Gobierno cubano nos pinta a una Cuba de extraordinario desarrollo social y a un pueblo feliz. Solo el malvado Gobierno estadunidense impide que sea un paraíso. La realidad, sin embargo, es mucho más compleja. Quizá Cuba no tenga los extremos de miseria de México, pero sufre de una pobreza endémica y generalizada que se ha agravado ahora que los subsidios de Venezuela se han desvanecido, como antes los de la Unión Soviética. Lo peor es que la política no ofrece una válvula de escape. Si bien el país tiene elecciones, solo se permite la participación de candidatos del Partido Comunista o avalados por la Comisión de Candidaturas.

En un país en el que la pobreza extrema es pequeña, la desigualdad irrita. No es la desigualdad de los millonarios, sino de la nomenclatura. En un mundo supuestamente de iguales, los funcionarios son más iguales que los demás. Tienen acceso a productos que no puede comprar el resto y no pierden el tiempo en las habituales colas interminables.

Es difícil saber si estas protestas llevarán a un desplome del régimen comunista. La fuerza represora del Estado sigue siendo enorme. Queda claro, empero, que Cuba no es el paraíso imaginado por la izquierda mexicana que hace compras en las tiendas de lujo de nuestro país y vacaciona en Varadero y La Habana. Ese país imaginario que defiende Yeidckol Polevnsky es repudiado por muchos que viven en él.

¿Embargo?
¿Es EU el culpable de los problemas de Cuba? El embargo es injusto y contraproducente, pero ni los alimentos ni los medicamentos están incluidos. Señala Jorge Castañeda que los principales exportadores de alimentos a Cuba en 2020 fueron Brasil, con 158 millones de dólares, y Estados Unidos, con 157 millones, “es decir, lo mismo”.

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