Uno de los propósitos de la planificación económica y urbana es anticiparse al futuro, de ahí que se realicen planes a mediano y largo plazo para tratar de adelantarse a los acontecimientos, partiendo desde luego de tendencias y un entorno predecibles, y sin considerar imponderables tan drásticos como fue el caso de la contingencia de salud, que echan abajo cualquier pronóstico por modesto que este sea.

México tiene reconocimiento a nivel mundial por contar con un amplio acervo de trabajos de planificación, desarrollados por profesionales que compiten con los mejores planes internacionales en la materia. La inconsistencia se ha dado cuando los compromisos políticos y caprichos de los hombres que están en el poder hacen caso omiso de lo planificado y se privilegia lo de corto plazo, que tiene rentabilidad política, sobre lo diseñado, cuyo “relumbrón” político es nulo.

Lo descrito anteriormente viene por el plan que acaba de presentar la Secretaría de Economía para tratar de reactivar la alicaída economía nacional, que durante lo que lleva el Gobierno de la 4T ha disminuido severamente, en particular en 2020, cuyo decrecimiento es probable que gire alrededor de -9 por ciento. Hay que decir que lo que se acaba de publicar rompe con la buena tradición que tenía el país en esa materia, porque el plan, si bien es cierto era un trabajo que ya venía desarrollándose con antelación, le tocó a la recién llegada Tatiana Clouthier, darlo a conocer a la opinión pública.

De acuerdo con lo expresado por la flamante nueva secretaria de Economía, el “programa” se compone de cuatro ejes que lo articulan: a) mercado interno, empleo y empresa; b) fomento y facilitación de la inversión; c) comercio internacional; y d) regionalización de los sectores. Al tratar de analizarlo con los escasos datos que ha proporcionado la dependencia, se aprecia una serie de enunciados que lo dicen todo, pero a la vez no especifican absolutamente nada. Se convierte en un manual de buenos deseos, con propósitos idílicos para un país como México; o quizá la perspectiva que tienen de la nación es muy diferente a la real.

Parece que no se ha dimensionado en el citado documento la atonía económica a consecuencia de la emergencia sanitaria, que demanda la intervención más activa del Gobierno de la República. En casos como el que se presenta, el endeudamiento no es solo una opción, sino la única vía dada la sequía de recursos de la Administración federal. La contradicción es lamentable, pues por una parte se quiere aspirar a un Estado fuerte que propicie el bienestar a los sectores poblacionales más castigados económicamente, con programas sociales, y por la otra se mantiene una austeridad a ultranza, recortando presupuestos y minimizando los incentivos para generar riqueza.

El fin justifica los medios crediticios, la deuda no siempre es perjudicial, si se siguen lineamientos y se calculan sus riesgos. En el primer eje, por ejemplo, lo que se llega a cuantificar en acciones concretas, para el apoyo de empresas es solo un minúsculo paliativo para “salvar” de la quiebra a las micro y pequeñas empresas: 25 mil pesos a solo 60 mil establecimientos, cuando el universo de las mismas es muy superior a esa cantidad. Por el monto prestado y el número de créditos no tendrá ningún impacto en la reactivación de la economía, salvo su mejor opinión, estimado lector.