Nacional
Por Martín Moreno
Publicado el jueves, 18 de junio del 2009 a las 14:00
Saltillo, Coah.- The Wall Street Journal En la entrega de ayer nos referíamos a Joaquín “El Chapo” Guzmán como uno de los más grandes capos de la droga de las últimas décadas; un hombre que tras vivir una infancia miserable se enroló en el mundo del tráfico de drogas, primero en su tierra de crianza, Badiraguato, Sinaloa, y luego en todo el país.
Como un hombre joven en Badiraguato, en los años 80’s, Guzmán escaló niveles en la organización hasta convertirse en lugarteniente de otro capo de nombre Miguel Ángel Félix Gallardo, originario también de Badiraguato, quien en su tiempo fuera el narcotraficante más buscado de México.
Conocido como “El Padrino”, Félix Gallardo armó un súper cártel dominado por sinaloenses llamado “La Federación”.
Pero la relativa unión impuesta por Félix Gallardo colapsó luego de su arresto en 1989. Su imperio, en particular las fronteras por donde se pasaba el contrabando, fueron divididas entre sus lugartenientes. Joaquín Guzmán y su amigo cercano Héctor “El Güero” Palma se quedaron con el cruce de Mexicali, cerca de Tijuana.
Así, Guzmán empezó a construir su propio imperio. Él fue el pionero de los narcotúneles subterráneos que cruzaban la frontera entre México y Estados Unidos para transportar drogas. Uno de los cuales, cerca de San Diego, contaba con electricidad, ventilación y rieles para transportar las drogas, de acuerdo con información de la DEA.
“El Chapo” operaba introduciendo cocaína dentro de latas de chiles bajo la marca “Comadre” y las exportaba hacia los Estados Unidos por tren, según testificó en un juicio contra sus asociados en 1996, su contador Miguel Ángel Segoviano.
El pago por la droga era recibido por Guzmán en portafolios que contenían millones de dólares y que llegaban al aeropuerto del DF, donde oficiales federales sobornados se aseguraban de que no fueran inspeccionados.
Muchísimo dinero “se entregaba a la gente que trabajaba para la oficina del procurador general”, testificó Segoviano, quien se convirtió en testigo protegido por la DEA en 1993, y que se refería al periodo de principios de los 90’s donde se suscitaron muchos relevos en la PGR.
Al mismo tiempo, Guzmán luchó contra otros traficantes del mismo clan de los Arellano Félix para controlar la frontera de Tijuana. La guerra la iniciaron los sobrinos de los Arellano Félix, en donde trabajan también los hermanos Ramón, Benjamín y Francisco con la intención de dominar la frontera de Mexicali que ya pertenecía a Guzmán y a Palma. La disputa estuvo plagada de inminente violencia a lo largo de dos décadas.
DECAPITADA
En uno de los primeros incidentes Rafael Clavel, un venezolano que se cree que trabajaba para los Arellano, sedujo a la esposa de Palma, Guadalupe Leija, según funcionarios mexicanos. Los mismos reportes indican que Clavel se llevó a la mujer a San Francisco, donde ella le dio acceso a una cuenta de 7 millones de dólares de “El Güero”. El venezolano le cortó la cabeza y la envió a la casa de Palma, en Culiacán, dentro de una hielera. Inmediatamente después, Clavel tiró a los dos hijos pequeños de Palma desde un puente en Venezuela.
Arrestado y procesado por ese crimen en aquel país, Clavel fue asesinado en prisión. La señora Leija y sus dos hijos fueron sepultados en una tumba en Culiacán, adornada con una pintura donde se plasmó a los tres. Por su parte, “El Güero” en venganza asesinó al abogado de los Arellano y a los tres hijos de Clavel.
Capturado en 1995, Palma fue luego extraditado a los Estados Unidos y se encuentra en prisión bajo los cargos de tráfico de drogas y conspiración.
La decapitación de Leija fue la primera relacionada con el tráfico de drogas en México. 20 años después, la decapitación se ha convertido en una práctica común como una manera de demostrar la crueldad de un cártel hacia sus enemigos.
“La muerte de la esposa de ‘El Güero’ y sus hijos rompió las reglas no escritas del narcotráfico”, dice Gregorio Ortega Molina, uno de los escritores de la primera generación de periodistas que vive en la Ciudad de México y que escribió una novela al respecto. Palma y Guzmán juraron que se vengarían. En 1992, hombres armados de su banda secuestraron y mataron a nueve personas, incluidos abogados y sobrinos de Félix Gallardo, el principal capo de la droga, según especifican reportes de la policía mexicana y que “The Wall Street Journal” pudo constatar.
BUSCANDO REVANCHA
La oficina de la Procuraduría General de la República creó una unidad especial para investigar las ejecuciones. Pero tuvieron que detenerla cuando se dieron cuenta de que Guzmán había pagado cerca de 10 millones de dólares a los policías del municipio de Tijuana y a otros importantes funcionarios para que los dejaran “trabajar”. El procurador actual se declaró imposibilitado para hablar sobre las corruptelas de administraciones anteriores.
A principios de noviembre de 1992, Ramón Arellano y cuatro hombres armados balacearon el carro que manejaba Joaquín Guzmán en una de las principales avenidas de Guadalajara. Días después apareció “El Chapo” muy golpeado. Entonces un comando de 40 gatilleros atacaron la discoteca Christine, en Puerto Vallarta, donde cinco personas fallecieron, pero Ramón y Javier Arellano, que se encontraban en los baños cuando ocurrió la balacera, escaparon ilesos.
TIROTEO EN JALISCO
Seis meses después, Arellano mandó a hombres armados a atacar a Guzmán en un tiroteo en el aeropuerto de la capital jalisciense cuando iba a tomar una avioneta. En el ataque murieron dos guardaespaldas de Guzmán y cinco transeúntes, incluyendo el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.
Guzmán escapó en un taxi del aeropuerto, según su propia declaración posterior a la policía. Se refugió en la capital mexicana, consiguió pasaportes falsos, se fue a vivir con su novia y se asoció en un negocio en Guatemala creyendo que el problema de Guadalajara estaba resuelto.
El asesinato del Cardenal conmocionó a México y forzó al Gobierno a hacer un rastreo meticuloso de los traficantes. Sólo 16 días después Guzmán fue capturado por soldados guatemaltecos y enviado a México. Entrevistado por la policía luego de su arresto, Joaquín negó que estuviera envuelto en el tráfico de drogas. Dijo que toda su vida se había dedicado a la agricultura.Dijo que era un granjero y un hombre de negocios, que compraba y vendía maíz, azúcar, mercancías enlatadas y semillas y que apostaba en las peleas de gallos. Su ingreso, aseguró, era de 20 mil pesos (5 mil 700 dólares) por mes más algunos extras. Un amante de las armas le dijo a la policía que poseía un rifle automático AK-47 de fabricación rusa.
UNA BUENA VIDA EN PRISIÓN El dinero de Guzmán le trajo privilegios; de acuerdo con reportes oficiales, su celda tenía televisión, él escogía los platillos que consumía de un menú especial. Tenía teléfono celular para continuar dirigiendo sus negocios y se reunía frecuentemente con miembros del cártel. Otras visitas regulares eran las de su esposa, muchas amantes y prostitutas. También tenía a su disposición Viagra.
Una de sus amantes fue Zulema Hernández, una ex policía que fue encarcelada por robo. Luego de que se involucraran sentimentalmente por primera vez, “El Chapo” le envió una botella de whiskey y flores, seguidas por una docena de cartas de amor dictadas por Guzmán y escritas por alguien más.
“Zulema, te adoro… y pensar que dos personas que no se conocían podían encontrarse en un lugar como este”, decía una de las cartas que fueron publicadas en un libro por el periodista Julio Scherer. Todas fueron firmadas con las iniciales JGL (Joaquín Guzmán Loera).
“El Chapo” junto con su socio y amigo “El Güero” Palma aterrorizaban la cárcel. Los miembros femeninos de la prisión, desde las enfermeras hasta las cocineras, fueron pagadas para tener sexo con los capos. Una mujer que se rehusó a hacerlo fue raptada, de acuerdo con documentos de la Comisión de los Derechos Humanos de Jalisco.
Los guardias de la prisión también fueron sobornados por el capo. Aquellos que se rehusaban a recibir el dinero eran golpeados con bates de beisbol por un grupo que era fiel a Guzmán conocido como “Los bateadores”.
ABUSOS EN PRISIÓN
En enero de 2000, un guardia de nombre Felipe Leaños presentó una queja a la Comisión de los Derechos Humanos de Jalisco sobre los abusos que se cometían en prisión. En los siguientes meses él persuadió a otros cuatro guardias para secundarlo. La agencia estatal contrató a una abogada de nombre Guadalupe Morfín para encontrar funcionarios federales que estuvieran involucrados en el problema. Leaños desapareció en mayo de 2007 y se presume que fue asesinado por la gente de Guzmán. Morfín recibió amenazas de muerte y obtuvo protección del Gobierno hasta el año pasado.
LA FUGA
La historia oficial del escape de “El Chapo” de prisión cuenta que fue ayudado por un amigo que se dedicaba al mantenimiento de nombre Javier Camberos; Guzmán les dijo a los guardias que estaban en su nómina, que Camberos traficaba oro afuera de la prisión a través del carro de la lavandería y que no debían buscar el carro. Pero en la noche del 19 de enero de 2001, Guzmán tomó el lugar de Camberos en el coche y salió de prisión. Camberos aún está en prisión por ayudarlo a escapar.
Muchos creen que los guardias lo dejaron salir por su propio pie. Es difícil saber qué fue lo que pasó, en parte porque la cámara de la prisión no contaba con cintas para grabar en la oscuridad de la noche. Jorge Tello, uno de los funcionarios de seguridad más importantes de aquel tiempo, fue a la prisión el día que “El Chapo” escapó luego de que escuchó los “rumores” de la fuga. A pesar de la visita, Guzmán aún está prófugo.
Tello, que no realizó ningún comentario sobre su visita al penal, es ahora el consejero en la guerra contra el narcotráfico del presidente Felipe Calderón.
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“El Chapo” fue sentenciado a 20 años de prisión por conspiración, soborno y tráfico de drogas. Fue enviado al penal de Puente Grande, un lugar de máxima seguridad, en donde continuó incrementando su imperio. En la prisión sobornaba a cuantas personas estaban cerca de él, incluyendo al director, quien ahora se encuentra en prisión por dejar escapar al capo.
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