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Carretera 57, el camino de las cruces

  Por Ruta Libre

Publicado el lunes, 5 de junio del 2017 a las 16:16


La carretera 57 está llena de cruces que recuerdan a aquellos que perdieron la vida de manera violenta entre sus curvas

Por: Luis Durón

Mientras se recorre la carretera 57 en el tramo Los Chorros se observan tres arroyos que atraviesan la vía, las paredes de las imponentes montañas llenas de arbustos y maleza, puentes de acero y ballenas de concreto que dividen el camino.

Si se observa más a fondo, si se revisan las cunetas de la carretera con detenimiento, se pueden identificar cruces de metal, madera o cantera llamadas cenotafios. Son el memorial de las personas que han perdido la vida en este tramo, considerado uno de los caminos más peligrosos del país por la incidencia de accidentes.

Traileros y vacacionistas, e incluso socorristas y policías, han fallecido en este lugar. El destino se ha truncado para ellos. Hoy sólo quedan esas cruces que recuerdan a los viajeros lo peligroso de este sitio.

Los cenotafios son monumentos a la muerte. Memoriales de personas que han fallecido en un lugar, pero sus cadáveres no están ahí. Son comunes en las carreteras del país, pero en el tramo Los Chorros, de la carretera federal 57, se arremolinan en unos cuantos kilómetros.

En el kilómetro 231 del tramo Los Chorros la muerte ha cobrado más de cinco víctimas tan sólo en lo que va de 2017. Una cerrada curva al salir del túnel ha sido testigo de las tragedias documentadas en este sitio.

A pesar de las modificaciones que se han efectuado y la instalación de reductores de velocidad, así como de otras señales de advertencia, esta curva ha sido testigo de cientos de accidentes en los últimos seis años.

El tramo Los Chorros es parte de la autopista Puerto México-Carbonera y forma parte del corredor México-Nuevo Laredo, llamado también la autopista del Tratado de Libre Comercio, ya que da servicio a los mayores flujos comerciales con Norteamérica.

En ella transitan a diario más de 25 mil vehículos, entre autobuses de pasajeros, camiones de carga y automóviles particulares. Es la vía que atraviesa el territorio nacional uniendo el sur de México con el noreste del país.

Los Chorros son paso obligado de los que cruzan el territorio nacional rumbo a la frontera con Estados Unidos o de los que van hacia el sur. La autopista está a cargo de Caminos y Puentes Federales (Capufe).

De acuerdo con las estadísticas de esta dependencia, no pasa semana libre de accidentes automovilísticos el tramo Los Chorros. En ese lapso llegan a contabilizar hasta 10 siniestros entre choques, volcaduras, descomposturas, salidas de camino e incendios de tráileres.

El 10% de ellos resulta mortal. Esas muertes dejaron testigos. A lo largo del camino, que abarca 36 kilómetros desde la gasolinera del ejido Carbonera hasta la caseta en el ejido Puerto México, ya en el estado de Nuevo León, se observan las cruces. Son aproximadamente 55 los cenotafios o memoriales de aquellos que emprendieron el viaje sin retorno.

Son cruces adornadas con fotos, algunas con veladoras; en otras se aprecian restos de que alguna vez se plantaron flores a su alrededor, incluso están aquellas que fueron revestidas con la ropa que portaba el fallecido al momento del accidente.

Los deudos de los fallecidos escogieron formas particulares de recordarlos, es su forma de expresar el dolor que sienten al perderlos en percances automovilísticos, cuando la muerte los alcanza antes de llegar a su destino.

Hay cruces de madera, y algunas datan de hasta 50 años atrás, cuando la carretera era otra, cuando no existía siquiera el túnel, cuando los kilómetros 230 y 231 eran una sola curva muy pronunciada que terminaba en un puente.

En el deber

Sobre este puente falleció el socorrista de la Cruz Roja Miguel Ángel Gaytán Medina, quien murió en cumplimiento de su deber en el desastre ocasionado por el huracán “Gilberto”.

Era la noche del 16 de septiembre de 1988. El meteoro había llegado con fuerza a Coahuila y el noreste de México. Después de arrasar con las poblaciones de la península yucateca, el fenómeno meteorológico se dirigió hacia las playas de Tamaulipas, donde se adentró en el territorio azotando gran parte de Nuevo León y el sureste coahuilense.

Los diarios de esa fecha dieron cuenta del caos que ocasionó el huracán en Coahuila y Nuevo León. Cuatro camiones de pasajeros que se dirigían de Saltillo a Monterrey fueron arrastrados por el río Santa Catarina, en la entrada a la capital neolonesa.

En la Región Sureste de Coahuila el huracán dejó caos, muerte y destrucción. Casas venidas abajo, inundaciones en la mayor parte de Saltillo y una cifra de tres dígitos de damnificados rebasaron la capacidad de atención de los cuerpos de emergencia por los estragos que trajo consigo el fenómeno natural.

Pero los mayores daños se presentaron sobre la carretera 57, donde se documentaron las principales tragedias causadas por el huracán. Los periódicos destacaron la historia de Miguel Ángel, el socorrista de 21 años que encontró la muerte al tratar de salvar a una mujer embarazada.

Miguel Ángel, junto con sus compañeros Onésimo Ortiz Treviño y Martín Sánchez, a bordo de la unidad número 7 de la Cruz Roja, acudieron al poblado San Rafael, en respuesta al llamado de auxilio por la volcadura de un camión de la línea Anáhuac.

El reporte fue la noche de aquel 16 de septiembre de 1988, cuando “Gilberto” descargaba su furia en Nuevo León. De regreso, por la carretera 57, trasladaban a Josefina Raya, de 17 años, embarazada que había resultado lesionada en el accidente y que era acompañada su esposo.

Cuando regresaban, en el Chorro 4 había una fuerte corriente de agua. Los socorristas se arriesgaron a cruzar el puente y la misma corriente los impulsó hacia atrás, chocaron contra el talud, la ambulancia dio un giro y se fue hacia el precipicio porque ya no había pavimento. La ambulancia cayó en el centro.

Por el golpe, se abrieron las puertas traseras y la camilla salió disparada junto con los socorristas. El chofer se alcanzó a sujetar del volante y subió al techo de la ambulancia. El esposo de Josefina también se subió al techo.

Onésimo se tiró al agua para buscar a su compañero una, dos, tres veces, pero como la fuerza de la corriente lo superaba, desistió en el intento de salvar a Miguel Ángel. Las declaraciones de los traileros vertidas en los diarios que documentaron esa tragedia, exponen que vieron a Miguel Ángel entre la corriente del arroyo, le aventaron cuerdas pero no hubo reacción, posiblemente ya iba ahogado y de repente desapareció en el agua.

El accidente fue registrado por las instancias de emergencia a las 23:00 horas, a la altura del Chorro 4. Al día siguiente, se organizó una búsqueda en la que participaron cerca de 35 elementos de la Cruz Roja y Bomberos.

Hubo un recorrido por el arroyo hasta la carretera Monterrey-Saltillo. El cuerpo de Josefina fue localizado enredado entre las ramas, en el lugar conocido como Paso del Águila.

Los restos de Miguel Ángel los encontraron a 120 kilómetros del lugar del accidente, a 15 kilómetros del ejido Paredón, en Ramos Arizpe, el 21 de septiembre, en un profundo barranco.

El reporte se dio a las 16:00 horas, dos horas y media después iniciaron las labores de rescate y concluyeron minutos antes de la medianoche. Los peritos identificaron a la víctima por características de su dentadura y un brazo roto.

Miguel Ángel apenas tenía tres meses de haber ingresado a la Cruz Roja, a la que entró motivado por las pláticas que escuchaba en el Instituto Tecnológico de Saltillo, pues varios de los que ahí estudiaban eran socorristas voluntarios. Miguel era consciente del riesgo que implicaba el sólo hecho de ir en ambulancia a gran velocidad.

Como homenaje póstumo, se colocó sobre el féretro la bandera de la Cruz Roja y se le nombró comandante general de la institución.

De aquella tragedia acaecida en el Chorro 4 solamente queda el recuerdo de un joven que entregó su vida para salvar la de los demás. Además de su retrato, colgado en las instalaciones de la Cruz Roja, hay un cenotafio en su honor, construido en el lugar donde ocurrió el desastre.

Justo a la salida de la curva ubicada en el Chorro 4, en un paradero a un costado de la carretera, está la Cruz de Miguel Ángel Gaytán Medina. Está hecha de mármol sobre una base de cemento. Detrás una estructura pentagonal de metal con el símbolo de la Cruz Roja, institución para la que el socorrista sirvió durante tres meses.

Su nombre está grabado sobre la piedra, junto con la fecha de su nacimiento y al final el día, el mes y el año en que cometió aquel acto heroico que puso un punto final a su existencia.

Alrededor del cenotafio, los restos de cinco veladoras consumidas, puestas tal vez por los familiares de Miguel Ángel o por sus compañeros. Quizá incluso puestas por el esposo de Josefina, quien sobrevivió aquella noche del 16 de septiembre.

‘El Paso de la Muerte’

La autopista Carbonera-Puerto México ha cobrado la vida de más de 130 personas desde 2006 hasta hoy, según los registros de Capufe. La mayoría de ellas en el tramo Los Chorros, bautizado por los traileros como “El Paso de la Muerte”.

El Paso de la Muerte comprende 7 kilómetros de un trayecto sinuoso. Pasando el puente Chorro 3, la vía se separa en dos partes. A 100 metros del kilómetro 230, en la vía de sur a norte se ubica el túnel “Los Chorros”, que une el puente del Chorro 4 con el del Chorro 3.

El túnel comenzó a construirse en noviembre de 2003 y fue inaugurado en mayo 2005. Tiene una longitud de 218 metros –13 de ancho y 5.8 de altura– y el objetivo de esta obra era eliminar la parte sinuosa de la autopista, un trazo en 3.7 kilómetros para reducir la frecuencia de accidentes.

A pesar de las modificaciones hechas a la autopista, el índice de mortalidad por accidentes en esta carretera sigue siendo una constante. Irónicamente se tiene que seguir la luz al final del túnel para llegar al kilómetro 231, donde se ha registrado la mayoría de los accidentes fatales de Los Chorros.

A unos cuantos metros de la nomenclatura que marca el kilómetro 231, está apostado el cenotafio en memoria del policía arteaguense Francisco Javier de León Hinojosa, quien también cumplía con sus funciones como agente de seguridad pública cuando fue arrollado por un tráiler.

La mañana del 31 de agosto de 2010 comenzó con cuatro hechos fatales ocurridos en la Región Sureste de Coahuila. En Saltillo una mujer fue atropellada en el cruce del bulevar Jesús Valdés Sánchez con Eulalio Gutiérrez, antes de que se construyera el paso vehicular.

Minutos después de las 7 de la mañana una madre de familia perdió la vida al ser atropellada por un automóvil, cuyo conductor se dio a la fuga. Apenas pasó una hora de ese incidente cuando las unidades de emergencia recibieron el reporte de un hombre que se suicidó en el ejido La Gloria. Su cuerpo pendía de un árbol.

A las 9 de la mañana de ese día, un hombre perdió la batalla contra la muerte en la sala de urgencias del Hospital Muguerza, al ser víctima de una volcadura ocurrida en el tramo Los Chorros de la carretera 57.

El agente de la Policía Municipal de Arteaga, Francisco Javier de León Hinojosa, abanderaba el sitio del accidente ocurrido a 300 metros de la salida del túnel, en el kilómetro 231, El Paso de la Muerte.

Fueron varios factores los que llamaron a la tragedia. El oficial De León salía de la comandancia acompañado por dos de sus compañeros cuando recibió el reporte de la volcadura de un tractocamión.

Al llegar al sitio no había presencia de la Policía Federal, encargada de ese tramo, por lo tanto decidieron abanderar el sitio para alertar a los automovilistas sobre el accidente, ya que este no se observaba hasta el momento de salir del túnel e ingresar a la curva.

Mientras el agente ponía los conos naranjas sobre la vía, un tráiler sin frenos ingresaba al túnel. Los pocos automovilistas que apenas empezaban a detener su trayecto por el accidente, lograron esquivar al monstruo que corría desbocado sobre la cuesta, pero el agente no fue tan ágil. Ajeno a lo que sucedía dentro del túnel, continuaba con su trabajo de abanderar el sitio. Segundos después fue arrollado por el tráiler, que terminó impactándose contra el talud de la montaña.

Los compañeros de Francisco lo buscaron sobre la vía. A gritos le hablaban para ubicarlo. De la polvera delantera del tráiler escucharon un grito de lamento. Francisco estaba prensado entre el amortiguador y la llanta del tractocamión.

Clamaba por ayuda, su cuerpo rodeaba la llanta del tráiler y sus piernas fueron aplastadas por el peso de kilos de acero del camión, aún así quedaba un atisbo de conciencia en el agente.

Por medio de los radios de comunicación sus compañeros pidieron una ambulancia, también una grúa; era necesaria para levantar el tráiler y poder sacar a Francisco.

En cuestión de minutos, la vida de Francisco se fue extinguiendo. La grúa comenzó a levantar el tractor del tráiler y cuando el cuerpo del oficial quedó liberado, dio su último suspiro; la presión era lo que lo mantenía con vida.

Ese día la muerte cosechó cuatro almas en menos de tres horas. El Paso de la Muerte tuvo dos víctimas más, pero sólo una cruz fue apostada en el sitio, la del agente Francisco Javier de León Hinojosa.

Al día siguiente sus compañeros rindieron un homenaje en su honor. Sus restos fueron velados en una funeraria de Saltillo, donde personal de la Dirección de Seguridad Pública de Arteaga realizó guardias de honor en su féretro.

Una fotografía del oficial está apostada sobre la base del nicho de una imagen de la Virgen de Guadalupe que se encuentra en la comandancia de Arteaga. Es la forma en que sus compañeros mantienen vivo el recuerdo de Francisco, quien durante tres años fungió como un guardián del orden.

Su cenotafio pasa desapercibido para quienes transitan por El Paso de la Muerte. Es una simple cruz de metal que quedó oculta por la barra de contención, enclavada en la parte baja del talud de la montaña.

Camino de cruces

Como el de Francisco Javier hay siete cenotafios más incrustados en El Paso de la Muerte. Sobre la colina que se levanta a un lado de la vía de circulación de norte a sur se erigen tres cruces de metal, una de ellas revestida con la ropa que usaba Arturo Ortiz Díaz en el 2003, fecha en que falleció víctima de la volcadura del tráiler que conducía.

La cruz está hecha de barro, una camisa de mezclilla arropa una camisa gris. Es la vestimenta que tenía el trailero. Sobre el barro apenas se alcanza a distinguir el nombre del fallecido y la fecha en que sucedió su muerte.

Veinte kilómetros más adelante, en el vado que separa las vías de circulación de la autopista destacan otras tres cruces fabricadas con mármol. Dan cuenta de la muerte de tres trabajadores de Caminos y Puentes Federales.

Cada una está adornada con triángulos reflejantes y flores artificiales descoloridas por el paso del tiempo. Son los cenotafios de Jorge Manuel Soto García, Rebeca Betzabet García Fernández y Álvaro Fabián Hernández.

A unos 20 metros de la carretera se percibe el cenotafio de José Guadalupe Benítez “Tribilín”, chofer de la línea de transportes Jaguar que perdió la vida al volcarse el tráiler que manejaba el 15 de febrero de 2008.

A un lado de la cruz de mármol sus familiares construyeron un memorial enmarcado con la placa de la línea de transportes para la que trabajaba. Ahí quedan los restos de un oso de peluche que ha soportado los embates del tiempo. El muñeco ya está raído y sucio, pero se mantiene sentado en la esquina del memorial.

Las cruces forman parte del paisaje. Un paisaje que ha cambiado a lo largo de los años por los millones de pesos que se han invertido para reducir el peligro de transitar por la autopista Carbonera-Puerto México, sin embargo los accidentes siguen ocurriendo.

Miles de automóviles transitan a diario por la autopista Carbonera-Puerto México. Sortean los peligros que aguardan en cada una de sus curvas, en cada una de las cuestas, en cada una de sus rectas.

Los que vienen de regreso al norte, atraviesan el túnel que hace las veces de entrada a El Paso de la Muerte, donde apenas tres semanas atrás un tráiler se impactó contra el talud y se incendió, el conductor no pudo salir a tiempo de la cabina y murió calcinado dentro del tractocamión.

La semana pasada, el tramo de Los Chorros cobró dos vidas más. Una madre y su pequeña hija fallecieron víctimas de una volcadura. El tráiler en el que viajaban se quedó sin frenos al tomar la curva del kilómetro 231.

Eran las 9 de la mañana del sábado 20 de mayo cuando sucedió el accidente. Los diarios documentaron la escena de la tragedia. El tráiler estaba volcado sobre su costado izquierdo.

Según el peritaje vial que hicieron los agentes del Ministerio Público en el sitio del accidente, el chofer del tráiler, Rubén Gamboa, no pudo controlar la pesada unidad cuando se quedó sin frenos y sobrevino la volcadura.

El cuerpo de Virginia Puente Rodríguez, esposa del chofer, yacía tirado sobre el asfalto de la vía. Ella salió disparada del camión cuando volcó y la arrastró por más de 20 metros. Con ellos viajaba la pequeña Jimena Renata, quien fue rescatada con vida por paramédicos de la Cruz Roja, pero murió horas después, víctima de un fuerte golpe en la cabeza que le fracturó el cráneo.

A 15 días de este accidente todavía permanecen restos del tráiler que fueron arrojados a un costado de la carretera, así como cajas de cartón de los productos que la unidad transportaba.

De esta manera, el tramo Los Chorros aguarda el momento en que los familiares de estas dos nuevas víctimas acudan a instalar sus cenotafios. Cruces que quedarán ahí para recordar la tragedia en la que perdieron sus vidas. Memoriales de aquellos que no llegaron a su destino, esos que no lograron sobrevivir a El Paso de la Muerte.

Mientras se recorre este tramo de la autopista Carbonera-Puerto México, el viajante podrá observar estas cruces, algunas más vistosas que otras, algunas pasarán desapercibidas, pero todas recuerdan el peligro de transitar por esta vía.

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