Ruta
Por Ruta Libre
Publicado el lunes, 13 de marzo del 2017 a las 15:37
Por: Rosalío González
Saltillo, Coah.- Para graduarse de la Universidad, Alejandro Domínguez Tovar se convirtió en inventor. La tesis en la que está trabajando es sobre un bastón inteligente para personas con discapacidad visual, un novedoso prototipo que puede cambiar la vida de los invidentes.
Su invento es un bastón común al que le integró un sensor ultrasónico capaz de detectar obstáculos a 50 centímetros de distancia y que reduce el riesgo de choques y accidentes. Cuando el sensor identifica algo frente a él, envía una señal a la bocina integrada que emite una alerta auditiva al usuario. Para probarlo, Alejandro vendó los ojos a personas que tienen el sentido de la vista.
“Hice el experimento con ellos porque siento que una persona que nace con la visión, pero en el transcurso de la vida se les llega a dañar, es más difícil que se adapten por varios factores, entre ellos el kinestésico, que los hace suponer que algo pasa y los hace más desconfiados”, señala.
Construirlo le costó 850 pesos, pero dice que producido en línea el precio se reduciría considerablemente. De ahí que la idea no sólo es de utilidad social, sino novedosa y económica.
Pensar en las otras personas, en sus necesidades y sus debilidades, es un factor común entre la comunidad científica; son personas que dedican horas, días, años, a probar e investigar prototipos e inventos que le facilitarán la vida a otros, que los harán más felices, que les darán seguridad.
A finales del año pasado Vania Rodríguez Montes, una pequeña saltillense de apenas 8 años, inventó un cinturón que de igual forma ayuda a personas invidentes. Mediante un sensor de proximidad, el dispositivo les indica cuando hay algo que puede obstaculizarles el camino.
Es como si la niña de 8 años fuera dirigiendo y cuidando de hombres y mujeres que en la mayoría de los casos no disfrutan de una infraestructura urbana eficaz para moverse con seguridad.
Los científicos trabajan en cómo mejorar nuestras vidas. Por diferentes caminos, en distintos laboratorios todos ellos buscan construir un mejor país.
“Un científico es una persona común, que tiene un conocimiento profundo sobre una rama de la ciencia que queremos desarrollar. Somos humanos, no somos locos, no somos ratas de laboratorio, aquí estamos dando lo mejor de nosotros por mejorar todos los días y ayudar”, dice el doctor Arturo Ruiz Leza.
En nuestro estado los hay desde los 8 hasta los 70 años. Innovadores que ponen su ingenio al servicio de la ciencia y de la sociedad; genios o sabios esperando una oportunidad, un espacio, un apoyo, un reconocimiento, una beca. Ejemplos que muestran cómo Coahuila no sólo es tierra de revolucionarios o de dinosaurios, sino también tierra de inventores.
ROBOTS DE SAN BUENA
Van rumbo a Monterrey. Omar Rodríguez, Marisa Leyva, Naila Salazar, Misael Hernández de la Cerna y Uriel Alonso de la Rosa son jóvenes de entre 16 y 18 años que estudian Robótica en el Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos de Coahuila Campus San Buenaventura.
De acuerdo con el INEGI, “Sanbuena” no alcanza ni los 25 mil habitantes, una cantidad de personas fácilmente superable por cualquiera de los sobrepoblados cinturones coloniales de Torreón o Saltillo. En esta última ciudad hicieron parada técnica los jóvenes “Estamos muy emocionados porque mañana es el concurso en Monterrey y nos vamos desde hoy. También tenemos nervios porque no sabemos cuántos equipos irán, pero nosotros vamos a dar lo mejor”, expresa Omar.
No son los únicos que representan al estado, este año Coahuila envió otros tres equipos: Torreón, Piedras Negras y Allende, que armaron y mejoraron prototipos de robots.
El de Omar y sus compañeros es un robot que no rebasa las 18 pulgadas, un requisito que les pidieron. Tiene un brazo central con una tenaza que por su tamaño es capaz de cargar un vaso con agua, pero dice que si le agregan un motor con potencia y se produce de mayor volumen, se convierte en una máquina que se puede usar en las fábricas.
Actualmente ese tipo de tecnología se utiliza para el transporte, en distancias cortas, de materiales explosivos. Ellos lo programaron a pequeña escala y para hacer las mejoras pidieron financiamiento para piezas extra. Los prototipos como ese cuestan entre mil 100 y mil 500 dólares (más de 24 mil pesos).
Incluso han pensado que después del concurso trabajarán en una programación para que el prototipo haga funciones autónomas y así aumente su originalidad.
“Nos gustaría mucho seguir creando cosas, estudiar e inventar o mejorar máquinas que le sirvan a la gente”, dice Omar, que tiene en sus comentarios el ingenio vivo que caracteriza a los que dedican horas de trabajo a este tipo de proyectos.
Ponen a andar su máquina en el piso de las oficinas centrales del CECyTE Coahuila. Van uniformados, con tenis color naranja fluorescentes para distinguirse del resto de jóvenes que competirán en el encuentro.
“A nosotros en nivel medio superior nos enseñan robótica y vemos los casos de Japón, Estados Unidos, China, que son países muy avanzados, pero sabemos que la tecnología es una rama importante para la sociedad y es importante que México no se quede atrás. Estamos en vías de desarrollo”, comenta.
INVENTOS PARA MAMÁS
Hace dos años y medio, Estela Isabel Rodríguez pensó en qué podría inventar para ayudar a mejorar la vida de los demás. Creyó que lo ideal sería inventar algo que después también le sirviera a ella. “Para cuando sea mamá”, se dijo en ese entonces.
Así fue como le surgió la idea de hacer un colchón inteligente para bebés, capaz de percibir los cambios de temperatura del cuerpo y los líquidos que en él se derramen.
Cuando salió de la preparatoria ya tenía un primer prototipo con sensores y siguió el proceso de innovación y mejoras, la prueba y el error, hasta hacer del producto algo único.
“Lo hice con el afán de facilitar la vida de las mamás de estos tiempos, que la mayoría trabajan y dejan a su bebé al cuidado de terceras personas, o que siempre quieren estar al pendiente de ellos y que no pueden”.
Al colchón, además de los sensores de temperatura y humedad, le agregó una cámara para ver al bebé en tiempo real. Esto es posible desde un celular, por medio de un dispositivo programable al que también se envía una alerta si algo está pasando al activarse los sensores.
Con este proyecto, Estela busca reducir los índices de muerte prematura, los accidentes por broncoaspiración, la dermatitis y una posible agresión al bebé. Ha pensado en todo.
Su inventó participó en el Concurso de Innovación Tecnológica de la Universidad Tecnológica de Coahuila y próximamente estará en la Feria de la Ciencia del Coecyt, donde espera recibir el apoyo para registrar su invento ante el Instituto Mexicano de la Propiedad intelectual.
“Esto sólo se le pudo ocurrir a una mujer. Sí, es un invento femenino. Nosotras siempre hemos tenido voz en los proyectos, pero no se nos ha tomado en cuenta. Hay muchas cosas que fueron hechas por las mujeres y ni siquiera sabemos”, dice la próxima ingeniera mecatrónica.
Piensa que la gente no confía en las innovaciones hechas en Coahuila, en personas como ella, que está en cuarto semestre de la universidad. Se lamenta de que confían más en las marcas y no le dan oportunidad a las cosas nuevas. A eso se le suma la falta de patrocinio.
“A lo mejor vamos rápido en ciencia y tecnología, pero como no le damos oportunidades a las personas, desconocemos qué es lo que hay adentro de un laboratorio de ciencias, químicas o ingeniería, y los proyectos ahí se quedan guardados”, resalta la estudiante.
El rubro de la ciencia y tecnología en Coahuila, y en general del país, es uno de los primeros a los que se les corta el flujo de dinero cuando hay que aplicar la austeridad gubernamental. Si la ciencia es menospreciada, la que producen las mujeres científicas o ingenieras sufre mayor discriminación. El director general del Coecyt, Lauro Cortés, reconoce el problema.
“Necesitamos poner los reflectores a las niñas y las mujeres en la ciencia, porque estamos perdiendo el 50% de las oportunidades como sociedad al relegar a las mujeres en el mundo de la ciencia. Entonces tenemos que redirigirnos para que ellas sean el centro, para que tengan igualdad de oportunidades, los mismos derechos, que se respeten sus vocaciones científicas”.
PIONEROS
El proyecto nació hace 10 años, en los laboratorios de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Autónoma de Coahuila, en el Departamento de Investigación y Alimentos, donde se comenzaron a crear los primeros experimentos para producir biocombustibles.
Ahí, el doctor Héctor Arturo Ruiz Leza encabeza un grupo de biorrefinería que ha encontrado en el tema de las nuevas energías un nicho de crecimiento.
“Y más ahora que a inicio de año aumentó el precio de las gasolinas, eso indica que algo está pasando con los combustibles fósiles en el país y que debemos prepararnos para dar el siguiente paso”, resaltó.
Este razonamiento lo tuvieron Brasil y Estados Unidos desde la década de los 70, países que, dice, llevan la delantera; sin embargo, confía en que aún se puede avanzar.
Ruiz Leza y su grupo de estudiantes consiguieron producir bioetanol a partir de residuos agroindustriales del maíz, un producto que se encuentra en la canasta básica de los hogares mexicanos y del gabazo del agave, que es un subproducto resultado de la producción del tequila.
Lo innovador de este biocombustible es que no consumirá en su totalidad un producto del campo, sólo los residuos. En Estados Unidos, la producción de bioetanol consume miles de toneladas de maíz al año, lo que de replicarse en México sería insostenible, ya que la escasez del producto aumentaría el precio de la tortilla, por eso en Ciencias Químicas decidieron realizarlo a partir de subproductos.
El proyecto coahuilense financiado por la Secretaría de Energía federal ha dado como resultado tangible tres reactores capaces de crear etanol sin necesidad de ningún químico.
“Nosotros alimentamos estos reactores con los residuos y agua, y ahí adentro suceden reacciones químicas y biológicas, donde azúcares quedan disponibles para hacer después un proceso que se llama hidrólisis y fermentación, y de ahí un microorganismo va a fermentarlos y a producir el biocombustible. Esto es ingeniería mexicana, aquí la hicimos”, dice orgulloso.
En este ambicioso proyecto, coordinado por el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, se incluyeron 11 instituciones científicas en todo el país, principalmente del Bajío y la zona centro, y algunas como la UAdeC, que es la única escuela dentro del proyecto en la zona noreste del país.
El plan está programado para cuatro años. En el 2021 esperan contar con los inversionistas que echarán a andar las plantas de biocombustible en el país.
“¿Te imaginas qué significa eso? Nosotros en Coahuila seríamos pioneros porque en Veracruz y Tamaulipas, donde ya se produce bioetanol, lo hacen a partir de caña de azúcar y sorgo, porque ellos tienen grandes sembradíos, pero nosotros no, nuestra tierra no es para esos sembradíos”, expresó el doctor.
Si este bioetanol se vendiera hoy en día, el impacto científico, social, ambiental y económico sería de grandes dimensiones. Su precio en el mercado es de aproximadamente 13 pesos por litro, es decir, 2.26 pesos menos que la gasolina más barata en el mercado mexicano.
BUENAS Y MALAS NOTICIAS
Marzo llegó con una noticia buena y otra mala para la ciencia local: en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Autónoma de Coahuila echaron a andar una planta de biocombustible con capacidad de 10 litros, un nuevo atractivo para los inversionistas.
La mala noticia es que al Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología (Coecyt) le reducirán 101.5 millones de pesos su presupuesto 2017. Le apretaron el cinturón a un rubro de por sí necesitado.
A la ciencia y tecnología coahuilense le hacen falta recursos para avanzar en el reto democratizador que enfrentan. El director del Coecyt, Lauro Cortés Hernández, emprendió desde hace casi cuatro años por órdenes del Conacyt la descentralización del sistema y el discurso científico en la entidad.
“No es justo que un niño de Saltillo tenga oportunidades en la ciencia y que a uno en Acuña o Monclova se le nieguen”, dice porque anteriormente el Giroscopio y casi todos los servicios del Consejo estaban instalados en la Coahuila es el tercer estado más grande del país y es difícil para la dependencia llegar a todos los rincones, pero el esfuerzo está en marcha.
Por eso adquirieron recientemente los Camiones de la Ciencia, que son laboratorios en donde los niños pueden realizar experimentos. También se compraron dos megapantallas casi de la misma dimensión que las de cine en las que se proyectan documentales, cortometrajes y películas relacionadas con temas científicos y tecnológicos.
Para poder mover el proyecto y que un joven en Torreón tenga la misma oportunidad que uno en Allende de realizar un experimento o acercarse a un laboratorio móvil, se necesita combustible y recursos planificados a corto, mediano y largo plazo.
El día que fue entrevistado el director del Coecyt, no tenía ni dos horas de haber bajado del avión que lo trajo de la Ciudad de México, donde fue notificado de que el Programa de Apropiación de la Ciencia y La Semana de la Ciencia sufrirían una reducción de un millón y medio de pesos, para quedarse con 4.5 millones.
Esta es la segunda vez en este año en que se le hace una reducción al presupuesto del Coecyt. Antes el Programa de Estímulo a la Innovación sufrió un tijeretazo de 100 millones de pesos, un golpe duro para los coahuilenses.
Desde hace tres años el Coecyt cambió de dirección. Desocupó sus oficinas en el bulevar Venustiano Carranza, de Saltillo, por las que pagaba un millón 800 mil pesos de renta anual y se mudó a unas más económicas ubicadas en el bulevar José Musa de León, que cuestan 600 mil pesos al año.
Se tuvo que cerrar el Museo Giroscopio y ahora es itinerante. Hay una exposición de robótica en el Museo Pape de Monclova; en Acuña está la muestra espacial y en Piedras Negras reubicaron la sala de computadoras Mac. Otras cosas se guardan en las bodegas que rentan en la capital del estado.
“Estamos ahorrando porque no se pueden parar los proyectos, para nosotros esto es estratégico”, dice Cortés, que en su escritorio tiene todavía oliendo a nuevo el libro Homo Deus, escrito por el israelí Yuval Noah Harari.
El libro es una “breve historia del futuro”, el razonamiento y la predicción de uno de los escritores más lúcidos de la Universidad Hebrea. Trata sobre el mundo de la ciencia y el progreso al que, de acuerdo con científicos coahuilenses, México llega por lo menos 30 años tarde.
SIN IMPROVISAR
En la “máquina” de la ciencia coahuilense todavía hacen falta afinar varias cosas. Una de ellas es el conocimiento de idiomas extranjeros, principalmente el inglés, aunque si se piensa realmente en ingresar a la carrera tecnológica mundial, también deberíamos mirar hacia el alemán, mandarín, coreano y japonés.
Durante los dos primeros meses del año, el Coecyt recibió un millón 900 mil pesos por parte del Instituto Electoral de Coahuila como una donación que proviene de las multas a los partidos políticos, una acción punitiva que benefició al Consejo. No estaba planificado recibir el recurso, fue fruto de la violación a la ley.
Sin embargo, Lauro Cortés señala que es inconcebible que la ciencia y la tecnología tengan que esperar a que alguien viole la ley electoral para poder tener recursos. Así no deben funcionar las cosas.
Hay casos documentados de naciones como Corea del Sur que evitan tocar las asignaciones para el rubro de la educación y la ciencia, naciones que no dejan cabos sueltos en un sector tan importante para su desarrollo. Aquí no siempre funciona así.
Esta “improvisación” ha hecho que los organismos se hagan más eficaces y piensen rápido en qué y cómo invertir los recursos que les llegan, o bien para recortar y no dañar los proyectos prioritarios.
En el caso del dinero donado por el IEC, se usará para becar a entre 80 y 100 jóvenes en el Centro de Idiomas de la UAdeC con el fin de que aprueben el examen TOEFL de inglés y puedan aspirar a una beca en el extranjero.
Rafael viene precisamente de allá, del extranjero. Es la segunda vez que hace estancia científica en México, porque está dedicado a la industria alimentaria y aquí hay mucho potencial.
Nació en Viana do Castelo, al norte de Portugal, casi en la frontera con España, se apellida Gómez Araujo y tiene un acento portugués que lo hace arrastrar el español con bastante suavidad. La primera vez que vino al país fue en el 2015 como becario y se enamoró de México.
“Me gusta mucho estar acá. He visto a muchos mexicanos que son muy buenos en matemáticas, investigación… Ellos han concretado proyectos y han realizado sus propias empresas”, comenta.
Estamos en un mundo global, los científicos vienen al país y recogen experiencias, las llevan y las comparten, por eso no se puede improvisar.
Este joven portugués llegó a la UAdeC para hacer un doctorado en Ciencia y Tecnología de Alimentos. Tiene un proyecto en proceso que está basado en residuos del aguacate, con la intención de ser aplicado científicamente para la industria alimentaria. Del sector empresarial dependerá si Rafael se regresa a Europa o se queda a trabajar aquí.
“Yo estoy dispuesto a vivir en México. Son uno de los principales productores de aguacate a nivel mundial. Aquí está el potencial que necesito. Este país es muy diverso en recursos naturales comparado con Europa”, señala.
La permanencia en Coahuila de mentes ávidas de crear, inventar, innovar, pende todos los días de un hilo. Bastones, cinturones y colchones inteligentes, biocombustibles y robots coahuilenses son sólo una pequeña muestra del gran potencial en un estado que, de aprovechar tanta riqueza científica, se convertiría en una verdadera tierra de ilustres inventores.
PROGRAMAS PARA LA INNOVACIÓN
El más grande es el Programa de Estímulos a la Innovación (PEI), que cuenta con una bolsa de 122 millones de pesos. El PEI tiene como finalidad apoyar a empresas que innoven productos, servicios o procesos. Este año han seleccionado a siete beneficiarias, priorizando a las que están relacionadas con las industrias en las que la entidad se ha desarrollado más: energética, metálica, alimentaria, automotriz y ambiental.
La segunda bolsa más grande es la del Fondo Regional para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología (FORDECyT), que cuenta con 100 millones de pesos, disponibles para resolver problemas específicos de la zona noreste de México. En la actualidad este fondo regional financia el programa Doctores, que se dedica a insertar a los becados nacionales e internacionales del Conacyt en las empresas de la zona. Son jóvenes con doctorados, muy bien preparados y entrenados, a los que les pagan dos terceras partes de su sueldo durante un año y la empresa da el resto.
El tercero son los Fondos Mixtos, que para este año tienen presupuestados 46 millones de pesos, de los cuales una parte se asignará al proyecto presentado por la Secretaría de Fiscalización y Rendición de Cuentas junto con la Universidad Autónoma de Coahuila, que consistirá en crear auditores sociales de obra pública. “Se harán pruebas no destructivas de la obra pública. Los estudiantes de la universidad se constituyen como auditores sociales, apoyados con este laboratorio que validará la obra construida sin necesidad de destruirla. Por ejemplo un puente, no habrá necesidad de romperlo para sacar una muestra, a través de tecnología se podrá corroborar”, comentó Lauro Cortés, director del Coecyt.
El cuarto fondo es el Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (Foncyt), que se abona 2 millones de pesos para ayuda principalmente a jóvenes que no tienen recursos para hacer sus tesis, titularse en algún grado profesional o inscribir una patente ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI).
sanbonenses.
capital.
Notas Relacionadas
Más sobre esta sección Más en Ruta