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Por Ruta Libre
Publicado el lunes, 30 de enero del 2017 a las 16:14
Saltillo, Coah.- Cuando Martín Lutero provocó el cisma en la Iglesia católica, creando la reforma protestante, fue por denunciar la venta de servicios y privilegios religiosos por parte de sacerdotes avaros que se enriquecían a costa de los feligreses.
De esa manera denunció uno de los pecados más antiguos de la Iglesia: la simonía, una palabra que proviene de un personaje bíblico que aparece en el Libro de los Hechos de los Apóstoles. Se refiere a Simón el Mago, quien intentó comprarle al apóstol Pedro los poderes que le daba el Espíritu Santo para realizar sanaciones y milagros.
De ahí que, en adelante, tras rechazar aquella práctica, los apóstoles se refirieron como “simones” a aquellos que negocian con la fe.
La práctica trascendió, y Saltillo no es la excepción.
Un puñado de sacerdotes practica la simonía con descaro. Elevan los costos de los sacramentos en sus parroquias para costearse lujosos autos y viajes a Europa cada año. Llevan una vida rodeada de políticos y empresarios. Aparecen cada semana en la sección de sociales en revistas y periódicos. Todos amparados por el obispo Raúl Vera, quien dice predicar la Teología de la Liberación, pero no pone en orden a este puñado de curas, continuadores de la oscura práctica que Martín Lutero denunció: la corrupción de la Iglesia, desde adentro, con un virus llamado dinero.
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