Internacional
Por Agencias
Publicado el viernes, 2 de febrero del 2018 a las 13:35
Estados Unidos.- Siempre se mostró sonriente. Irónico. Desafiante. Todopoderoso. Incluso cuando caminó los pasos que separarían su vida de la muerte, ayer jueves en Huntsville, Texas, cuando su cuerpo recibiría una inyección de pentobarbital. John David Battaglia, de 62 años, fue ejecutado ayer por la noche por el asesinato en mayo de 2001 de sus dos pequeñas hijas Faith (9 años) y Liberty (6 años), mientras conversaba telefónicamente con su ex esposa.
Durante la caminata final, luego de que la Corte de Justicia de Texas le negara un último intento por suspender su sentencia a muerte, Battaglia se mostró sarcástico y tenebroso. Hasta el último instante.
Delante de su ex esposa, Mary Jean Pearle, y otros testigos de su ejecución, las autoridades le preguntaron a Battaglia si había pensado unas últimas palabras para decir antes de recibir la dosis que terminaría con su vida. “No”, dijo seco en un principio el asesino.
Pero inmediatamente después, se arrepintió. Cambió de parecer y dijo que sí pretendía decir unas últimas palabras. Tenebrosas por cierto. “Bueno… hola, Mary Jean. Te veré luego. Adiós”. Luego, agregaría dirigiéndose a los verdugos: “Procedan, por favor”.
Luego se recostó. Cerró los ojos mientras los médicos le suministraban el pentobarbital, la droga que terminaría con su vida. Al cabo de unos minutos, abrió nuevamente los ojos y preguntó: “¿Estoy todavía vivo?”. Pero fueron breves instantes: “Oh… puedo sentirlo”. Hacía referencia a la poderosa droga que corría por sus venas. En total fueron 22 minutos que tardó en hacer efecto. Battaglia fue declarado muerto a las 9.40 pm del jueves. Su ex esposa ya se había retirado de la sala.
Battaglia fue condenado luego de haber asesinado a sus dos hijas de 9 y 6 años en mayo de 2001. Fue durante una violenta discusión telefónica que mantuvo con Pearle, mientras él tenía acordada un encuentro con las pequeñas. Él estaba furioso porque la mujer lo había denunciado por haber violado la libertad condicional que gozaba. El hombre había sido condenado por abuso y violencia doméstica en 1999 y tenía una orden de restricción que no cumplía.
La escena fue dramática. Pearle escuchó cómo sus niñas le rogaban a su padre que no les disparara. “¡No, papito, por favor, no, no hagas eso!”, suplicó Faith. Battaglia había colocado el telefóno en altavoz para que todo fuera más claro para la mujer que del otro lado de la línea sólo intentaba que sus hijas escaparan de allí. “Feliz… Navidad”. Fueron las palabras del asesino quien luego comenzó a disparar.
Faith recibió tres disparos. Liberty, cinco. Battaglia fue detenido por los homicidios horas después, a la salida de un local de tatuajes. Se había grabado con tinta dos rosas rojas. En conmemoración de cada una de sus hijas. Años después, en 2014, en una entrevista al diario The Dallas Morning News diría: “No siento como que las maté”. Ayer, el estado de Texas puso fin a su vida, aunque nadie podrá devolver las de las pequeñas.
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