Nacional
Por Reporte Índigo
Publicado el sábado, 30 de mayo del 2009 a las 14:10
México.- Es una opción que ya se ve como una vía para manifestar la inconformidad y el rechazo a los políticos de todos los partidos, de todos los colores.
Es un movimiento en el que se advierte desde ya un nuevo despertar de las conciencias a lo largo y ancho del país.
Es un fenómeno inédito. Algo grande que se gestó desde hace tiempo y que hoy está por germinar.
Y es que el sistema político mexicano nos ha demostrado que es imposible avanzar si seguimos atrapados en sus fundamentos de corrupción, impunidad y cerrazón. El sistema está ahogando nuestras vidas, nuestras esperanzas, nuestros sueños, y también los de nuestros hijos.
En los últimos nueve años, la impunidad dejó de ser una gracia que se concedía por conveniencia de los poderosos en turno, para convertirse en una especie de garantía y derecho de todos los políticos.
Todo esto nos ha llevado a vivir prisioneros del miedo quetrae consigo la inseguridad, el abuso de autoridad y la prepotencia.
Todo esto nos ha llevado a no tener acceso a la verdad. A no saber. A ocupar los últimos lugares en el acceso a Internet y a dilapidar recursos en construir, en pleno siglo 21, bibliotecas tan obsoletas como la “José Vasconcelos”.
Todo esto nos ha llevado a estar sometidos y a someter a nuestros hijos a los caprichos de una mujer que se ha adueñado, casi para la eternidad, del sistema educativo y de una buena parte del Gobierno.
Sin embargo, parece que el invierno de las conciencias está a punto de terminar.
Todo indica que se está dando un nuevo despertar, espontáneo y simultáneo, en millones de conciencias.
Que el 5 de julio podría comenzar la primavera de la libertad mexicana. Para algunos será la consecuencia de una evolución, la evolución mexicana. Para otros será el principio de otra revolución, la revolución blanca.
LA EVOLUCIÓN DEL ABSTENCIONISMO Mientras que en 1991, a la mitad del sexenio de Carlos Salinas, el abstencionismo fue de 33 por ciento, en 1997, con Ernesto Zedillo, pasó a 42 por ciento.
En el año 2000, cuando ganó Fox, cualquiera hubiera apostado que las cosas cambiarían.
Se suponía que la democracia había llegado a México, pero el desencanto que provocó el “gobierno del cambio” fue tan grande, que el abstencionismo subió hasta 58 por ciento en 2003.
El PAN sufrió un revés significativo, y el PRI se convirtió en la primera minoría en la Cámara de Diputados.
Para las elecciones de este año, las cosas no han mejorado. Al contrario.
Diversos estudios revelan que la gente está tan molesta con el estado actual de las cosas, que el porcentaje de los que se abstendrán o anularán su voto podría llegar a ubicarse en 70 por ciento.
¿POR QUÉ SE HA ALEJADO EL CIUDADANO? No importa a qué partido pertenezcan. Para los ciudadanos, todos los políticos parecen estar cortados con la misma tijera.
No importa si ocupan altos o modestos cargos. No importa si son funcionarios del Gobierno federal, del estatal o del municipal. Tampoco hace diferencia el que sean senadores, diputados, jueces o dirigentes de partido.
Para los ciudadanos, todos son iguales. Incluso los funcionarios de organismos “autónomos” como el IFE o el Banco de México.
Para los ciudadanos, la mayoría miente, simula, se enriquece, se tapa, protege y se protege.
Los políticos brincan como chapulines de un partido a otro. Hoy pueden ser priístas y amanecer mañana como panistas.
Y si les conviene, tienen otras cinco opciones, por lo menos. Pueden pasar a ser perredistas, o petistas, o ecologistas, o panalistas.
La transición política de 2000 fracasó. Ni siquiera hubo alternancia.
Y es que los políticos se alejaron tanto de los ciudadanos, que ya no les importa lo que piensen o lo que opinen. Es como si no existieran.
EL ACUERDO NACIONAL Suponen que estarán legitimados si sólo van a votar por estricta necesidad sus acarreados, o uno que otro respetable iluso.
Sin embargo, es posible que esta vez sus cálculos fallen, y que vaya a votar más gente que la que han calculado.
Pero esos ciudadanos no votarán por esos políticos, ni por sus partidos, a menos, claro, que dentro del menú se topen con algún candidato que no les produzca malestar o rechazo.
Es probable que los políticos se topen con una nueva acción política no prevista ni calculada. Imposible de impedir.
Es el voto blanco. El que protesta, el que está dispuesto a salir de su casa, pero no para pedir que si no pueden, renuncien, sino para exigir que se vayan.
Y es que mientras los políticos han jugado con su pirotecnia, la sociedad ha avanzado. Cada día hay más gente que no está dispuesta a tolerarlos, ni a ellos ni al sistema.
Cada día son más los ciudadanos que piensan ir a votar en blanco.
Parece que sin habérnoslo propuesto, los mexicanos hemos llegado al esperado gran acuerdo nacional. No importa a qué partido pertenezcamos. No importan la ideología, el credo ni el nivel socioeconómico.
Parece que todos estamos de acuerdo –incluso los políticos– en que el sistema está agotado. Que debe morir. Que no hay alternativa para México si no cambiamos de sistema.
Es el movimiento del voto blanco, que cada día va tomando más fuerza para expulsar los colores oscuros de la mala política y dar transparencia a una sociedad que exige pesos y balanzas para reconstruirse.
¿PARA QUÉ VOTAR EN BLANCO? Pero si se analiza esta opción con detenimiento, queda claro que puede ser el principio de una acción política ciudadana para reformar el debilitado sistema de gobierno.
Hay quienes perciben este movimiento como una evolución blanca porque cambiará naturalmente la realidad de México. Para otros, es un despertar de conciencias. Algunos más piensan que es una revolución blanca porque derrocará al sistema que hoy domina.
El voto blanco pertenece a todos. No es un derecho exclusivo de alguien. Es un movimiento que no tiene dueño, por más que el propio Gobierno, o los políticos, intenten adueñarse de él antes que eliminarlo.
La corrupción invadió a todos los partidos y a casi todos los políticos como un cáncer mortal.
El porcentaje de abstencionismo ha ido en aumento en las últimas cuatro elecciones intermedias.
La gente está irritada, molesta, inconforme, escéptica y decepcionada de la clase política y de los gobiernos.
Los políticos ya hicieron sus cálculos. Creen que este año el abstencionismo alcanzará el nivel más alto de la historia. Pero no les preocupa.
Algunos, y con mucha razón, cuestionarán la eficacia inmediata del voto blanco.
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